Las fuerzas políticas frente a la violencia del 18-O
Aunque tardío, es un avance que sectores ligados a la izquierda chilena estén tomando distancia frente a la violencia que se vivió esos días, lo que cabe esperar se traduzca en acciones concretas, y no meramente declarativas.
En el quinto aniversario del llamado estallido social, ha sido manifiesto cómo la ciudadanía ha tomado distancia con lo que implicó dicho período, particularmente en lo relativo a la violencia que se desató en ese momento, cuyas implicancias siguen repercutiendo hasta hoy. Es un hecho que las formas violentas de manifestación encontraron inicialmente un importante eco dentro de la propia población, como forma de visibilizar las demandas sociales, aunque ante las gravísimas escenas de vandalismo pronto el sentimiento se tornó de temor y desesperanza. El hecho de que una parte de las fuerzas políticas también se plegaran de forma irresponsable a consentir o validar la violencia fue un poderoso combustible para que estas manifestaciones se salieran de control, renunciando al rol de contención y canalización de las demandas sociales al que está llamado el sistema político.
Son lecciones que deberían internalizarse fuertemente, porque cuando se permite que la violencia sea el vehículo rector para visibilizar los problemas sociales o buscar presionar para los cambios políticos, toda la base institucional se resquebraja, la misma democracia se pone en riesgo -pues las decisiones ya no dependen de la interacción de mayorías y minorías, sino de la coacción- y se entra en un espiral que resulta muy difícil de detener.
Estas señales que ahora entrega la ciudadanía son alentadoras, pero ahora es indispensable que las propias fuerzas políticas también rechacen con energía la violencia, y tomen conciencia de lo irresponsable que fue no haber sacado la voz a tiempo para saber distinguir la protesta legítima del vandalismo. Es bienvenido en ese sentido que dirigentes políticos representativos del mundo de la izquierda que tuvieron un rol importante en aquellos días hoy hagan una reflexión más crítica acerca de la violencia. Aunque ciertamente se trata de un reconocimiento tardío, al menos envían una señal más edificante.
En entrevista con este medio, el senador Jaime Quintana -presidente del Senado en los días del estallido- reconoce que al Socialismo Democrático le faltó una postura más tajante para condenar la violencia, reconociendo que ese era el momento de hacerlo enérgicamente , y que muchos se dejaron arrastrar por lo que decía la calle o las redes sociales. Quintana había dado señales desconcertantes, por ejemplo cuando en 2021 señaló que no compartía la violencia, pero que ésta “hizo lo suyo”, al generar condiciones para un acuerdo político, de modo que cabe esperar que ante sus recientes y categóricas definiciones no haya margen para la ambigüedad.
El diputado Gonzalo Winter (Frente Amplio) también fue entrevistado por este medio, y sorprendió por una de sus afirmaciones: “Lo que tuvo un mal envejecimiento fue la violencia. Y está muy bien que la violencia y el ‘estallidismo’ envejezcan mal, porque la violencia que hubo en el estallido es un fracaso de la política y de la democracia”. En agosto pasado el diputado había causado polémica al señalar que la violencia que hubo el 18-O, fue “terrible, pero marginal”, minimizando la destrucción generalizada que se produjo en el transporte e infraestructura pública, además del comercio saqueado y que se vio forzado a cerrar. De allí que es una ganancia para el país que la política tome distancia de la violencia, y lo que cabe esperar ahora es que se traduzca en acciones concretas, y no meramente declarativas.
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