Las paradojas de la elección española
Si bien los resultados mostraron un reforzamiento del bipartidismo y un retroceso del voto a los partidos independentistas, serán estos últimos finalmente los que tendrán la clave para poder formar un futuro gobierno.
Las elecciones generales del domingo pasado dejaron a España sumida en un laberinto político de difícil resolución. Si bien la mayoría de las encuestas adelantaba un triunfo claro para el Partido Popular (PP), que le permitiría gobernar sin problemas, alcanzando con facilidad los 176 escaños necesarios para lograr la investidura, al sumar a los diputados de Vox, la realidad estuvo lejos de eso. Como ha sido la tónica de la mayoría de las elecciones de los últimos años, la española tampoco estuvo libre de sorpresas. Es verdad que el PP ganó las elecciones, aumentando en 47 el número de diputados con respecto a los comicios de 2019, pero estuvo lejos de alcanzar los escaños necesarios para formar gobierno. Con 136 escaños requiere de 40 más para alcanzar el número mágico y con los 33 diputados logrados por Vox sigue lejos de esa cifra. Ni siquiera sumando a partidos regionalistas, como la Unión del Pueblo Navarro y la Coalición Canaria, que obtuvieron cada uno 1 escaño, logra ese objetivo.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), del actual presidente del gobierno Pedro Sánchez, también está lejos de sumar los votos necesarios con sus aliados. Sin embargo, pese a haber perdido, el PSOE logró un resultado mejor que el esperado, al crecer en dos escaños y quedar a menos de dos puntos porcentuales de distancia del PP en voto popular. La estrategia de Sánchez de adelantar las elecciones y concentrar su campaña en demonizar a la derecha radical de Vox y su eventual pacto con el PP, según algunos analistas españoles, fue clave para evitar un mejor resultado de la derecha, al movilizar a los votantes de izquierda. El partido de Santiago Abascal, pese a seguir siendo la tercera fuerza política, con un 12,3% de los votos, sufrió un fuerte retroceso, perdiendo 19 escaños. También pudo haber tenido un efecto la decisión del presidente del gobierno de realizar por primera vez las elecciones en pleno verano, pero de ser así fue muy marginal, porque la participación estuvo dentro de los niveles habituales.
Pero más allá del laberinto político que se abre tras esos resultados, los comicios instalan una serie de paradojas. Pese a que el PP será la primera fuerza, es el PSOE el que tiene más opciones de formar gobierno, al sumar con sus aliados regionalistas e independentistas más votos que los que podría sumar el PP con sus propios aliados. Esto le permitiría, al menos, conseguir la investidura de Pedro Sánchez en una segunda votación, donde basta sumar más votos afirmativos que negativos. En ese caso, debe lograr la abstención de Junts, el partido independentista catalán de Carles Puigdemont, quien pese a ser prófugo de la justicia se ha vuelto, de pronto, un actor clave para formar gobierno. A esas paradojas se suma otra, pues si bien las elecciones evidenciaron un reforzamiento del bipartidismo y un retroceso de la votación a partidos independentistas, serán finalmente estos los que tendrán la llave para evitar un bloqueo. Queda por ver cuánto está dispuesto a concederles Pedro Sánchez para lograr su apoyo.
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