Las profundas implicancias de una votación
Al lograr sumar votos del oficialismo para aprobar la reforma que permite el retiro de fondos de las AFP, se configura un cuadro muy complejo para Chile Vamos y el Ejecutivo.
Tras una maratónica jornada, la sala de la Cámara de Diputados aprobó por 95 votos la idea de legislar de la reforma constitucional presentada por parlamentarios de oposición, la cual autoriza a que los afiliados al sistema de AFP puedan retirar hasta el 10% de sus fondos para hacer frente a los efectos de la pandemia. Ello da luz verde para que esta reforma comience a ser tratada por el Congreso, siendo evidente que el solo hecho de que se haya dado curso a una reforma de esta naturaleza es una compleja señal cuyas implicancias irradian a todo el sistema político.
Es un hecho que, salvo contadas excepciones, la oposición había cerrado filas en torno a este proyecto, pero aun así se requerían votos del oficialismo para lograr el quórum necesario de 93 votos; 13 diputados de gobierno decidieron plegarse a esta iniciativa, nueve de los cuales militan en filas de Renovación Nacional o son independientes afines a dicho partido, y cuatro pertenecen a la UDI. Esto desde luego supone una derrota política relevante para el Ejecutivo, cuyos esfuerzos por tratar de alinear a sus parlamentarios en torno al rechazo de este proyecto -para ello el gobierno presentó ayer una batería de medidas que amplían sustancialmente su propia propuesta para ir en ayuda de la clase media- terminaron siendo infructuosos.
Es evidente que lo que está en juego aquí va mucho más allá de una fórmula específica para ayudar a los sectores medios. Fue notorio que la mayoría de los parlamentarios de oposición apuntó a formular duras críticas al sistema de AFP y la necesidad de reemplazarlo, por lo que el hecho de que existan votos oficialistas aparentemente disponibles para ello cambia completamente el escenario político y ciertamente tensionará aún más las ya complejas relaciones entre los partidos de Chile Vamos.
El Ejecutivo y los partidos del oficialismo tendrán ahora la responsabilidad de alinear sus votos si es que quieren evitar que lo que aparenta ser una reforma social termine siendo una punta de lanza para cambios mucho más estructurales, ajenos al programa de esta coalición.
Las pulsiones populistas cruzan todo el espectro político, de lo cual el oficialismo no está exento, pero en este resultado adverso para el gobierno probablemente también se está pagando el costo de no haber cuidado una buena relación con los partidos y actuar en mayor sintonía con los parlamentarios. Es un hecho que sectores del oficialismo resienten que el gobierno haya mostrado zigzagueos en torno a ciertas iniciativas que en el último tiempo han congregado la atención pública. Es el caso, por ejemplo, de la extensión del posnatal, o limitar la reelección de alcaldes, proyectos que a pesar del rechazo mostrado por el Ejecutivo, éste decidió no impugnarlos constitucionalmente o ejercer su derecho a veto, dejando que el costo político de ello terminara siendo absorbido por los parlamentarios, lo que ha resentido las confianzas.
Sin perjuicio del trabajo que deberán hacer los propios partidos para buscar la disciplina de sus parlamentarios, el Ejecutivo deberá hacer un trabajo mucho más profundo para recomponer confianzas y lograr que sus parlamentarios se sientan debidamente apoyados. Si estas lecciones no se aprenden, el propio futuro de Chile Vamos y su capacidad de dar gobernabilidad queda en entredicho.
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