Los 363 días que han sacudido a Medio Oriente

Aftermath of Israeli strikes on Beirut's southern suburbs
Los 363 días que han sacudido a Medio Oriente. REUTERS/Ali Alloush

Si bien todo Estado tiene derecho a defenderse de una agresión terrorista, debe cumplir ciertos estándares y no puede rebajarse a usar los métodos de sus agresores. Los casi 45 mil muertos que deja el conflicto desde los trágicos sucesos del 7 de octubre de 2023 ponen en duda que Israel haya cumplido con esos criterios.



En vísperas de que se cumpla un año de los dramáticos ataques terroristas de Hamas en el sur de Israel, que dejaron cerca de 1.200 muertos -en su mayoría civiles que se encontraban en sus casas o jóvenes que participaban en un festival musical-, y más de 250 rehenes -de los cuales cerca de 100 siguen en Gaza-, Medio Oriente se halla sumido en una escalada de violencia cuyo desenlace no parece cercano. Se trata, según señalaba hace unos días The New York Times, de “uno de los momentos más peligrosos de la región desde la guerra de 1967″, que llevó a la ocupación por parte de Israel de la Franja de Gaza, Cisjordania y de los Altos del Golán, marcando un punto de inflexión en el conflicto palestino-israelí. El actual no sólo tiene el potencial de ser un momento incluso más decisivo, sino que en términos de pérdidas de vidas humanas ha superado dramáticamente a todos los conflictos anteriores.

Después de 363 días desde ese fatídico 7 de octubre de 2023, el conflicto no sólo no ha dejado de extenderse por la región, haciendo realidad el temor de que se convierta en una guerra regional, sino que ya ha dejado más de 41 mil muertos en Gaza, en su gran mayoría civiles, más de dos mil en Líbano y millones de desplazados en la región. Israel, arguyendo el derecho inalienable de cualquier Estado a defenderse de una agresión externa, decidió lanzar días después de los ataques de Hamas una operación aérea y terrestre sobre la Franja de Gaza con el declarado objetivo de eliminar al grupo radical que controlaba ese territorio. Sin embargo, en ese proceso, y amparándose en que los terroristas se ocultaban en medio de la población, no dudó en atacar blancos civiles, poniendo en riesgo incluso a los propios rehenes israelíes aún en poder de Hamas.

Pero más allá de la dura respuesta de Israel contra Hamas, que llevó a eliminar a parte importante de la cúpula de la organización, incluyendo a su líder Ismael Haniyeh en Teherán, el gobierno de Benjamín Netanyahu ha extendido su acción más allá de Gaza, convirtiendo el conflicto en un enfrentamiento abierto con Irán. La escalada de los últimos días contra Hezbolá en Líbano, la joya de la corona de las milicias proiraníes en Medio Oriente, es prueba de ello. El grupo había atacado el norte de Israel un día después de los atentados del 7 de octubre y desde entonces llevó a cabo diversos ataques contra territorio israelí, como el que mató a 12 niños y adolescentes en los Altos del Golán en julio pasado. Hechos que llevaron a Israel a responder, dando muerte primero a un alto mando militar de Hezbolá y escalando luego el enfrentamiento hasta el escenario actual.

Han sido precisamente los sucesos de los últimos días los que han llevado el conflicto a otro nivel. Primero con la operación, atribuida a Israel, que hizo estallar los beepers y los walkies talkies de miembros de Hezbolá y que dejó más de una treintena de fallecidos y miles de heridos, tanto en Líbano como en Siria. Y luego con el masivo bombardeo contra una instalación de Hezbolá que terminó con la vida del líder de la organización Hassan Nasrallah y gatilló días después un nuevo ataque de Irán contra territorio israelí, el segundo desde el inicio del conflicto en Gaza. Un escenario que instala ahora la interrogante sobre el camino que elegirá Israel para responder y que puede seguir incendiando la región. En abril pasado, con ocasión del primer ataque de Irán, Estados Unidos había logrado contener una respuesta israelí, situación que hoy parece más difícil.

Más allá del reiterado derecho de todo Estado a defenderse de una agresión externa, los sucesos de estos últimos meses han instalado varias interrogantes sobre los límites que éste debe tener en ese proceso. Si bien es cierto que tanto Hamas como Hezbolá se han escudado en la población civil, utilizándola para esconder su arsenal armamentístico y han actuado sin consideración alguna al atacar territorio israelí, esa no puede ser la misma lógica que prime en un Estado. Los estándares que se le exige a un Estado en una confrontación militar son y deben ser muy superiores a los de un grupo terrorista, cuya propia definición trae implícito el nulo respeto por la vida humana. Sin embargo, las acciones de Israel tanto en Gaza como en Líbano, están lejos de cumplir con esas exigencias y contener los efectos de sus acciones en la población civil.

Como titulaba la revista The Economist, el último año ha “destrozado Medio Oriente” y las consecuencias de ello son aún impredecibles, más aún con una comunidad internacional que ha mostrado escasa o incluso nula capacidad para mediar en el conflicto y lograr sellar un cese el fuego. Todos los intentos llevados a cabo entre Egipto, Qatar y Estados Unidos para detener las acciones en Gaza fracasaron, lo que hace aún menos probable que en momentos en que el conflicto está derivando hacia un enfrentamiento abierto entre Israel e Irán ello se logre. Las divisiones en el Consejo de Seguridad entre Estados Unidos, China y Rusia, agravan el problema. Los tiempos en que Washington podía sellar la paz entre Egipto e Israel en Camp David quedaron definitivamente atrás. Un dramático símbolo de ello es que el primer ministro israelí diera la orden de eliminar al líder de Hezbolá desde Nueva York, donde participaba en la Asamblea General de Naciones Unidas.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.