Los claroscuros del gobierno de Milei

Argentina's President Milei commemorates the 214th anniversary of the May Revolution, in Cordoba
REUTERS/Leandro Bustamante Gomez

Las medidas implementadas en sus primeros meses por el mandatario trasandino fueron celebradas por el FMI, pero el desafío ahora es lograr contener sus efectos colaterales: la fuerte caída de la actividad económica y el alza del desempleo.



“A pesar de heredar una situación económica y social altamente compleja, la firme implementación del plan de estabilización de las autoridades —basado en una sólida ancla fiscal, la ausencia de financiamiento monetario y la corrección de precios relativos— ha permitido avanzar más rápido de lo previsto en el restablecimiento de la estabilidad macroeconómica”, sentenció hace algunos días el Fondo Monetario Internacional (FMI) al concluir una nueva cita con las autoridades del gobierno de Javier Milei sobre el programa de refinanciación de la deuda argentina contraída en 2018.

El positivo balance del FMI, que insiste en que los resultados han sido “mejores de lo esperado”, fue un favorable impulso para el actual mandatario argentino que se apresta a cumplir seis meses en la Casa Rosada. Desde su llegada al gobierno, Milei ha transitado entre sus polémicas declaraciones -que lo llevaron a ser descrito por la revista Time en su último número como “el jefe de Estado más excéntrico del mundo”-, y sus esfuerzos por transformar el modelo económico argentino y terminar con décadas de desequilibrio fiscal y alta inflación. Los pronósticos vaticinaban una difícil instalación y unos primeros meses marcados por movilizaciones sociales. Sin embargo, pese a las inevitables tensiones políticas y sociales que el duro plan de ajuste ha generado, los peores augurios no se han cumplido y el mandatario aún cuenta con un apoyo estable que bordea el 50 % y un porcentaje similar estima que el país va por el buen camino. Incluso un 55% se muestra en contra del reciente paro de la CGT.

Como apunta el informe del FMI, los mayores logros de las autoridades trasandinas han sido la rápida caída de la inflación -que en abril pasado alcanzó un 8,8%, lejos del 25% de diciembre-, la fuerte reducción del riesgo soberano y también haber logrado el primer superávit fiscal trimestral en 16 años. Sin embargo, el camino aún es largo –para este año se prevé un alza de precios anual del 149% y solo en 2025 se bajaría del 50%- y los costos del ajuste serán altos. La rápida contención inflacionaria ha ido de la mano de una severa contracción de la economía, que en marzo pasado cayó un 8,4%, el peor resultado desde agosto de 2020, en plena pandemia. Con ello, la actividad económica acumula siete meses de caída consecutiva, lo que ya repercute en el empleo, que suma cuatro meses de reducción.

Como advertía la revista Time, a días de cumplir seis meses de gobierno a Milei se le podría estar acabando el tiempo antes de que comience a erosionarse su apoyo. Más allá de sus éxitos iniciales, la pobreza ha crecido cerca de siete puntos desde diciembre y la desocupación está al alza –hoy es junto a la inflación y la pobreza, la principal inquietud de los argentinos. Por ello, el panorama que se vislumbra para la segunda mitad del año resulta complejo. La baja de la inflación y el ordenamiento de las cuentas fiscales, celebradas por el FMI, no son suficientes para sostener a largo plazo la confianza de los argentinos sobre el futuro del país. El segundo paso, y el más difícil, será lograr atraer inversión y comenzar a dar señales concretas de reactivación. Cuánto tarde en lograrlo será la clave para la estabilidad del gobierno.