Los efectos internacionales de la violencia en Chile

La Araucanía

De 355 conflictos registrados a nivel global en 2021, el 60% de ellos fue violento, según una publicación del Instituto de Estudios de Conflictos Internacionales de Heidelberg. Las guerras abiertas disminuyeron de 21 a 20, mientras que las limitadas aumentaron de 19 a 20. En el caso de América, anotó 59 conflictos activos, algunos violentos como en México, Venezuela, Colombia y Brasil, nucleados en torno a la guerrilla, narcotráfico, institucionalidades frágiles y disputas por recursos naturales.

La situación de Chile despierta creciente interés internacional, pues hasta hace algunos años solo integraba la lista de disputas territoriales históricas de baja latencia con Bolivia, Argentina o el Reino Unido por la Antártica. Sin embargo, la diseminación y profundización del conflicto en La Araucanía, el estallido social y el creciente malestar en el norte a causa de la inmigración ilegal, convirtieron a nuestro país en un centro de atención académica. Y ello es tal no solo por la propagación de la violencia a distintas regiones o por diferentes causas, sino que por la velocidad y profundización que ha adquirido. A esto se suman los medios ocupados (armas, cantidad de personas involucradas), sus efectos tanto materiales y humanos, los desplazamientos desde zonas en conflicto, etc. Además de estos tres conflictos, existen otros subyacentes derivados del uso y carencia del agua, que afectan a indígenas en el altiplano chileno.

Si bien estos hechos eran hasta hace poco de naturaleza subnacional, han derivado, como en La Araucanía, rápidamente a disputas con implicancias internacionales. En el caso de los pueblos indígenas del norte, el foco es el agua y la inacción del Estado en asegurarles una provisión más equitativa ante la irrupción de la industria minera al interior de Calama; y más al norte, por el desecamiento ilegal de sus fuentes de agua en la frontera con Perú. El abandono del Estado chileno alienta la diseminación del discurso plurinacional que lleva adelante Evo Morales con su iniciativa Runasur y la creación de la gran nación plurinacional indígena en esta parte del continente. Es más, la decisión de la Convención Constitucional de hacer a los pueblos indígenas los verdaderos depositarios de la soberanía nacional y concederle igualmente un derecho a veto con la consulta indígena, debilitará aún más la capacidad del Estado de enfrentar los problemas, por la pérdida de competencias nacionales e internacionales.

Más al sur, el conflicto en la Región de La Araucanía alberga un foco de contagio creciente hacia Argentina, que alerta a ese país.

Pero lo que derechamente preocupa son las evidencias sobre la permeabilidad de la frontera y la ausencia de señales claras de la política vecinal de Chile. La experiencia internacional muestra que la falta de control y gestión de conflictos subnacionales pueden fácilmente transformarlos en conflictos interestatales, con devastadores efectos en diversos ámbitos.

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