Columna de Carlos Correa: Los martes de Siches
¿Qué explica ese exceso de piel delicada ante la expresión de la ministra sobre golpes en la cabeza? Nadie lo tomó como un diagnóstico médico, sino que salieron en masa los diputados a victimizarse y provocarle un daño mortal al gobierno. Más allá de los cálculos políticos, hay en la personalidad de la doctora una cierta tendencia al desparpajo que molesta en el mundo político.
Alguna vez en la Cámara de Diputados, estando en la sala como ministro el actual senador José Miguel Insulza, el diputado Jaime Naranjo planteó un punto de discordancia en una votación sobre la política comercial de Chile, en defensa de los intereses agrarios de su distrito. El diputado, que es conocido por su capacidad de hablar sin cansarse, exasperó los ánimos del otrora Panzer, quien ocupando el diccionario completo de la lengua chilena procaz le pidió que no siguiera.
No se produjo en ese momento una reacción corporativa, ni nadie del Congreso osó pedirle disculpas ni se trabó ninguna tramitación. Más aún, después del intercambio de frases, las bancadas oficialistas aprobaron la propuesta del gobierno de entonces. También es memorable en su tiempo la ministra Matthei, quien solía repartir epítetos en el Parlamento, hasta el punto de hacer surgir una cuenta parodia en redes sociales que rememoraba su afición al lenguaje rudo. El éxito legislativo de la ahora alcaldesa de Providencia muestra que la reacción de la actual Cámara es desmedida.
En este caso, a diferencia de Matthei, Insulza y tantos otros, Siches tuvo que nuevamente pedir disculpas, ante el serio riesgo de que se cayera la prórroga del nuevo estado de excepción, única herramienta que le queda al gobierno ante la caída del proyecto de infraestructura crítica, con falta notoria de votos oficialistas.
¿Qué explica entonces ese exceso de piel delicada ante la expresión de la ministra sobre golpes en la cabeza? Nadie lo tomó como un diagnóstico médico, sino que salieron en masa los diputados a victimizarse y provocarle un daño mortal al gobierno. Más allá de los cálculos políticos, hay en la personalidad de la doctora una cierta tendencia al desparpajo que molesta en el mundo político. Si bien ha tomado un estilo distinto, ha promovido el diálogo en el Congreso y dejó de ser la activista que hacía gestos obscenos en programas o mostraba su ropa interior en redes sociales; sale de repente como impulso mecánico su propia personalidad. Prueba de ello es que el mismo día de su frase que tanto incomodó a parlamentarios, dio en la mañana una entrevista a Duna donde corrigió con buen instinto político la metida de pata de su par de la Segpres sobre el caso Llaitul.
El hecho de ser la autora de los episodios en Temucuicui y de la fake news sobre el avión de migrantes la obliga a jugar sin cometer errores de ningún tipo. Hay en los medios una expectativa en sus vocerías, buscando la cuña que puede ser un error político, lo que la vuelve altamente vulnerable. Se ha producido una carrera sobre quién es el primero que la hace caer, y todas las apuestas de cambio de gabinete la incluyen como número fijo. Quizá deba elegir un diseño distinto y derechamente retomar el estilo directo que le quedaba cómodo en vez del corsé que tiene ahora; o usarlo de manera inteligente para sus objetivos, como Enola Holmes.
También sobre ella recae un asunto estructural. La principal carta política del gobierno es también responsable de la seguridad ciudadana. Ante el evidente deterioro de esta, y la sensación de inseguridad que alcanza un 90%, según una encuesta de Criteria, los dardos apuntan a Interior. La solución institucional a ese asunto es crear de una vez por todas un Ministerio de Seguridad Pública, que haga la diferenciación correspondiente, y aprovechar para reformar la Segpres, teniendo un único ministerio político.
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