María Luisa y Martín: Animadores robóticos
El peligro para María Luisa Godoy y Martín Cárcamo está en convertirse en Rafael Araneda y Carolina de Moras, quienes partieron bien y fueron decayendo en relevancia, su relación se deterioró y se volvieron meros presentadores.
Tuvieron que pasar cuatro noches para que los animadores de Viña 2020 quedaran visibilizados. Luego de que Fusión Humor recibiera las gaviotas y dieran el pase a comerciales, sin un bis, el público que quedaba en la Quinta Vergara comenzó a pifiar y no se detuvo durante las competencias. Fue el primer momento de riesgo para María Luisa Godoy y Martín Cárcamo, quienes se vieron tensos y robóticos ante el manejo de crisis.
La pareja, que el año pasado tuvo un altísimo desempeño, se ha visto literalmente perdida en esta edición. Quizás porque la tensión político-social ha primado, Godoy y Cárcamo no han tenido la preponderancia de 2019 y tampoco la que tuvieron anteriores animadores. En la primera noche no hubo esa latera-pero-tradicional pedida de un beso, acertaron para referirse al estallido social (probablemente el mejor momento de ellos), pero a partir de entonces desaparecieron, hasta anoche.
Mientras el público pifiaba y apostaba por una censura a Fusión Humor –en rigor, el cuarteto estuvo 70 minutos sobre el escenario, 10 más de lo acordado, y por eso no hubo bis-, los animadores traspasaron su tensión, dieron frases cliché (“Se entiende el cariño, Fusión Humor están atrás y saben que ustedes están muy felices por su presentación”, dijo Cárcamo; “Nos gusta que despierte el monstruo, pero también nos gusta que tengan respeto por todos los artistas”, dijo Godoy) que sonaron muy duras, quizás por los nervios, y que en un tono más amable e improvisado pudo ayudar. Lejos de callar a la gente, la galería sólo gritaba más garabatos en contra de ellos –especialmente para él hubo un cántico- y los pifiaba.
El momento más incómodo llegó cuando durante la competencia, y en medio de las pifias, Godoy comenzó a titubear y en imágenes se vio que le pedía a Cárcamo que la ayudara, lo que él hizo interrumpiéndola. En escena ese suave codazo se vio tremendamente mal, más allá de que las quejas de la gente fueran destempladas –Fusión Humor ofreció una rutina básica, menor, infantil y exageradamente larga- y que los animadores solo hayan puesto la cara por una decisión que no pasó por ellos sino por la dirección del evento.
Más allá de ese hecho puntual, que no llegó ni de lejos a lo sucedido en 2007 con Ana Torroja, el problema para Godoy y Cárcamo es que la química que mostraron el año pasado no ha existido en 2020. No hay miradas cómplices, se traspasa frialdad y, aunque en la producción apuntan a que los libretos son similares a 2019 y han podido improvisar, en la práctica se notan robóticos, tiesos, poco frescos y poco preponderantes.
El peligro para María Luisa Godoy y Martín Cárcamo está en convertirse en Rafael Araneda y Carolina de Moras, quienes partieron bien y fueron decayendo en relevancia, su relación se deterioró y se volvieron meros presentadores. Cárcamo es un animador nato, el mejor de la TV chilena de hoy y Godoy ha dado muestras de sobra de talento y superación de las debilidades que tenía: ella no es la misma de hace dos años. Con esos talentos, no tiene sentido querer pasar inadvertidos para convertirse en presentadores. El Festival de Viña requiere de una pareja de animadores. Y para que eso suceda, debieran corregir el camino que han tomado –esto es un evento, una fiesta, no la lectura de un noticiero- y retomar su desempeño 2019.
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