Columna de Carolina Velasco: Más vale tarde que nunca



Pese a los esfuerzos por disminuir los contagios de Covid-19, el número de casos no deja de crecer, reportándose hasta ayer un total acumulado de 236.748 infectados y miles de fallecidos. Junto con ello, los niveles de ocupación de camas en Unidades de Cuidados Intensivos están llegando a su tope.

Estos preocupantes resultados parecen tener varias causas. Primero, las cuarentenas son resistidas por las personas. Y si bien hay algunos “porfiados”, en el caso de los grupos más vulnerables, ello responde a que no pueden dejar de trabajar, puesto que viven del ingreso diario, no cuentan con ahorros, ni acceso a la seguridad social. En Chile 30% del empleo es informal, según las cifras del INE. Por ello, la ayuda suficiente y oportuna en dinero y bienes para dichos grupos es fundamental para que puedan “quedarse en casa”. Si bien se han anunciado varias medidas en esta línea, no todas se han implementado oportunamente, comparado con países de la región como Colombia y Perú. Además, en la medida que la duración de las cuarentenas y otras restricciones se prolonga, estas dejan de ser tan efectivas. Ello se aprecia al observar el movimiento de las personas que cayó fuertemente en marzo con las primeras medidas de cierres, toques de queda, entre otros, pero no así en el último tiempo. El Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), reportó una baja de solo 40% en Santiago, posterior a la masiva cuarentena establecida a mediados de mayo.

Una segunda razón para las altas cifras de contagio en Chile es que las cuarentenas no funcionan por sí solas. Según lo recomendaron en marzo entidades como la OCDE y el BID, además de la ayuda económica se requiere detectar, tratar y aislar tempranamente a los casos positivos, así como a sus contactos cercanos. Es cierto que ha habido barreras internacionales para acceder a tests y que Chile ha ido aumentando su capacidad de realizar pruebas, siendo uno de los países de la región con mayor nivel de testeo por habitante, aunque aún está muy lejos de países como Singapur, Corea del Sur o Nueva Zelanda. Pero también es cierto que hasta ahora no se había hecho un uso óptimo de las capacidades con que cuenta el país en estas materias. Por ello se debe celebrar y apoyar el reciente anuncio de una estrategia de testeo y rastreo masivo de casos, que involucra la colaboración de la atención primaria en la búsqueda y seguimiento de contagiados y de sus contactos, así como un importante incremento de cupos en residencias sanitarias.

Finalmente, Chile aún tiene desafíos en lo que el BID llama “manejo de la pandemia”, a saber, una adecuada coordinación, comunicación y transparencia con toda la información por parte de las autoridades, puesto que ello mejora la confianza y el cumplimiento de las medidas. Se debe reconocer, sin embargo, que ha habido avances, aunque aún insuficientes y que los nuevos lineamientos de trabajo y de comunicación son promisores.

Estamos en un momento crucial para abordar estos desafíos. Las estrategias de testeo masivo, representativas y aleatorias, parecen ser prometedoras para una eventual convivencia con el virus (hasta que haya vacuna o tratamiento). Estas permiten conocer las verdaderas tasas de contagio e inmunidad (aunque no esté claro cuánto dura) y su distribución en el país. Con esa información se pueden buscar medidas ad hoc en los aspectos mencionados, armonizándolas mejor con el trabajo, estudios, vida social y demás ámbitos de la vida. Dicho plan debe incorporar, además, políticas para contrarrestar los efectos colaterales en salud mental, violencia, género, entre otros. Más vale tarde que nunca.

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