México opta por la continuidad
La presidenta electa logró no solo una votación histórica, sino que contará con una amplia mayoría en el Congreso. De cómo administre ese poder dependerá el éxito de su gobierno.
Como habían adelantado los sondeos, la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, se convirtió el domingo en la presidenta electa de México y sucederá a partir del 1 de octubre próximo al actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador. Su triunfo representa un hito histórico para ese país, no solo por la alta votación que obtuvo, sino también porque será la primera mujer que ocupará el cargo en sus 200 años de historia independiente, como ella misma resaltó en su primer discurso tras confirmarse los resultados. Pero también es una clara victoria para el oficialismo, que no solo consolidó su poder a nivel territorial -al controlar 22 de los 31 estados, además el distrito federal-, sino que también consiguió una clara victoria en los comicios legislativos, que según las primeras proyecciones aseguran, al menos en la Cámara de Diputados, una mayoría calificada, que será clave para los cambios que busca impulsar.
Los resultados abren, por ello, una serie de interrogantes sobre el rumbo que seguirá el país. Tras una campaña marcada por un abierto intervencionismo electoral del actual gobierno -que no dudó en recurrir a planes asistencialistas para asegurar el apoyo al partido gobernante y a su candidata, como denunciaron no solo la oposición, sino que destacados intelectuales mexicanos-, las dudas que quedan es sobre el rumbo que seguirá la nueva mandataria. Sheinbaum recibe un país que, si bien logró bajar las tasas de pobreza durante el sexenio de López Obrador, lo hizo, en parte, de la mano de transferencias monetarias a los grupos más necesitados, sin abordar los problemas de fondo, lo que pone en duda su sostenibilidad a largo plazo. A ello se suman los crecientes niveles de violencia y homicidios y la profunda polarización que enfrenta la sociedad mexicana.
Más allá de que esos desafíos serán prioritarios para la futura presidenta, Sheinbaum deberá hacerse cargo también de las advertencias sobre una deriva autoritaria y un debilitamiento de las instituciones democráticas registrado durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La fallida reforma electoral y al sistema de justicia impulsada durante el actual gobierno, que no logró sumar las mayorías en el Congreso, podría enfrentar un escenario muy distinto si el oficialismo logra consolidar las cifras de escaños proyectadas. Avanzar en esa dirección plantea evidentes inquietudes, al poner en riesgo la autonomía de esas instituciones que ha sido clave en los últimos 24 años, tras el fin de los más de 70 años de la llamada dictadura perfecta del PRI. Reeditar por parte de Morena el copamiento institucional de los años del PRI, es un temor latente.
En ese sentido, es bienvenido el tono conciliador de la presidenta electa el domingo en la noche al asegurar que concibe “un México plural, diverso y democrático”. El actual mandatario mexicano ha hecho de la confrontación y el discurso polarizante una de sus principales armas. Un estilo que ha contribuido a crispar el ambiente político y social en el país. Es de esperar que su sucesora no persevere por ese camino, sino que apueste al diálogo. En ese camino será decisivo no solo cómo administra la mayoría obtenida en el Congreso sino también el rol que asuma el actual mandatario tras dejar el gobierno y la autonomía que muestre Sheinbaum frente a su antecesor.