Mi yerno se fue en la pandemia… ¿Qué hago con mi hija? (3a parte)
Es cierto que cada uno de nosotros es la continuación de su madre; somos nuestra madre. Por tanto, cada vez que nos enojamos con nuestra madre o nuestro padre nos enojamos también con nosotros mismos. (Thich Nhat Hanh)
Avanza febrero y las noticias no respetan el receso veraniego. El plan de vacunación es un éxito millonario y Chile ya se perfila como un destino del turismo covid en la región. Por instantes sonreímos, nos unimos y enorgullecemos de ser chilenos… pero la muerte de un malabarista -tras eludir un control de identidad realizado por Carabineros- muestra cuán divididos y polarizados podemos llegar a estar.
Arden las calles de Panguipulli y en los EE.UU el impeachment a Trump da pasos cruciales. La Roja ya tiene DT, Nadal derrocha su mejor tenis en el Australian Open, Universidad Católica es tricampeón y ya se barajan fechas para el retiro de Esteban Paredes. Fuera de las canchas, la crisis humanitaria en Colchane pone nuevamente la mira en los inmigrantes y el golpe de estado en Myanmar nos recuerda cuan frágil está la democracia. Por suerte, los millones de Messi y sus coqueteos parisinos nos distraen ¿Se va del Barcelona?
Apago la radio, me bajo del auto y corro con las bolsas del supermercado para conectarme con Carmen, una cliente que atiendo -vía zoom- para ayudarla a lidiar con la separación de su hija y la mala convivencia que estaban teniendo ambas. Es nuestra tercera sesión y vía WhatsApp me adelanta que tenía muy buenas noticias y una mala.
Tu dirás que estoy loca, pero no sabes lo contenta que me pone darte buenas noticias. No estoy acostumbrada a quejarme ni a ventilar mis achaques, pero supongo que si te llamé semanas atrás es porque me subía por las paredes con mi hija y mi nieto acá. Entre los gritos, las pataletas y las penas, no sabía ni donde estar en mi propia casa. Era una locura, pues entremedio de todo esto tenía que trabajar. Ahora que me tomé vacaciones en Santiago, estoy mucho más tranquila y me cuesta creer que todo haya pasado tan rápido… Es cierto, me alegra que todo se esté arreglando, pero me da pena…
Silencio. Carmen desaparece y reaparece con una bandeja. Trae un cenicero, una cajetilla de cigarros, una enorme caja de fósforos, una jarra de agua y un vaso.
Me da pena llegar al final, pero estoy muy contenta Sebastián. Después de hablar contigo la semana pasada ocurrieron cosas insólitas. No sé cómo, Felipe, el ex marido de la Moni, convenció a mi hija, cuando fue a buscar al niño, que se quedara ese fin de semana en la playa. Contra todo pronóstico, la Moni se quedó una semana y con Gerardo nos mirábamos sin entender nada al principio, pero igual te confieso que esa noche recé -cosa que no hago nunca- para que la Moni volviera con Felipe. El huevón de Gerardo cachó que rezaba y se cagó de la risa… ¿Vieja, para qué rezas, si no hay nadie mirando? No pude evitar reírme y esa noche nos levantamos de la cama, abrimos una botella de vino y brindamos por nosotros. No sé si ustedes los coach escuchan estas cosas, pero la pasé regio esa noche. Como en las películas, nos fumamos un pucho después de hacer el amor. ¡Estábamos dichosos! ¡Por fin solos! ¡Sin hijas! ¡Sin yernos! ¡Sin nieto! Que atroz. Nos reímos toda la noche a carcajadas y te juro que no quería que se acabara esa noche.
Silencio. Segundo cigarro. Primer vaso de agua.
Y esto no solo tiene que ver con Felipe, la Moni y mi nieto, sino con todo. Qué difícil es ser pareja, amantes, cuando tus hijas nunca se despegan, cuando en vez de irse, adoptas yernos y de repente llega un nieto. Nunca hay tiempo, nunca alcanza la plata para arrancarse solos. Y si lo logras, la culpa te mata y terminas invitándolas e invitándolos a todos. Pero no, esa noche, por fin, volvimos a ser pareja y nos matamos de la risa, tomamos y fumamos… cigarros… siempre cigarros… hasta el amanecer y… nuevamente contra todo pronóstico… desperté contenta…
Silencio. Tercer cigarro. Segundo vaso de agua.
Que rico fumar hablando de estas cosas; dar buenas noticias y no solo compartir calamidades. Pero las sorpresas no terminan ahí, pues la Moni, muerta de vergüenza, nos llamó desde la playa para preguntarnos si podíamos quedarnos con mi nieto. ¡Quería arrancarse un fin de semana con Felipe! Sebastián, estaba feliz y aterrada. No sabes cómo me latía el corazón de emoción al imaginar que volvían, pero también me daba mucho miedo cuidar, por primera vez sola, a este pequeño salvaje. No me mires así, lo digo con cariño, pues al pobre nunca le han cortado el pelo, no lo han destetado del todo, no va al jardín, no usa pantallas y básicamente es víctima de todas las tonteras de mi hija. En fin, la cosa es que llegó, y estando ahí, solito con su mochila y sin sus papás de por medio, reconocí a Gerardo.
¿Qué reconociste?
Sé que soy vieja, pero solo tuve niñitas. Y tuve solo hermanas. De los hombres sabía poco cuando me casé, pues mi papá, que en paz descanse, no era muy edificante, pero eso da para un psicoanálisis o para esas cosas… ¿cómo se llaman? ¿constelaciones familiares? En fin… creo que por eso me casé con Gerardo, un artista, que si bien se transformó en un viejo huevón, ha sido siempre un buen marido, un buen hombre. Nada que ver con mi papá. Y cuando llegó mi nieto, vi a mi hija, lo vi a él y no pude más que derretirme al verlo de abuelo. Sin la mediación de la Moni, engancharon inmediatamente, pasaban la mañana juntos viendo monitos y hablando todo el rato. Comían a deshoras todos los dulces que mi hija le prohíbe, escuchaban música, bailaban y en las tardes se iban al estudio a pintar. Gerardo literalmente babeaba y consideraba que este pequeño salvaje es un genio. Y yo, vieja de mierda, babeaba por los dos. Babeaba por estos inútiles, por estos seres que podían pasarse la mañana completa haciendo zapping y la tarde garabateando con oleos y acrílicos. Gerardo tiene ese don. Cuando algo lo apasiona, se olvida del mundo, se olvida de todo y hay que recordarle que tiene que comer, dormir y trabajar. El lunes la Moni, sin decirnos nada, pasó a buscar al salvaje y me quedé con el niño grande, que se durmió una siesta de ocho horas…
Silencio. Tercer vaso de agua. Cuarto cigarrillo.
Que atroz. Pero miré con cariño infinito a Gerardo. Quiero a ese viejo huevón y me alegra haberlo aguantado todos estos años. Creo que la Moni al vernos estos días juntos, se dio cuenta que nada es perfecto, que ninguna pareja es lo máximo, pero que lo que yo tengo con su papá vale la pena. Y ha costado y las niñitas lo saben mejor que nadie. Nos han visto toda la vida pelear, pero también reír. Sé que voy contra la corriente, tal vez siempre he ido contra la corriente, pero hay que tener paciencia con los hombres. No sé si maduran después, si no maduran nunca o si una termina bajando las expectativas. No lo sé, pero después de tantos años creo que le achunté. Ver a ese pequeño salvaje con Gerardo me confirma todo y gracias a él mi nieto se acercó a mí y la última noche dormimos con él en la mitad de la cama. Y me abrazó. Y sentí su amor, su inocencia, su pena… todo en un abrazo… y esa noche volví a rezar para que mi hija le diera otra oportunidad a Felipe. Y pasó y ahora parece que creo en los milagros.
Al terminar la sesión, no pude evitar compartir la pena de Carmen, pues aunque todo era alegría, nuestra relación llegaba a su fin. Para salir de ese estado -o para entrar en otro- conecté la sesión con las siguientes palabras de Thich Nhat Hanh:
“Observando a un niño, veremos con facilidad a su madre, a su padre, a su abuela y a su abuelo en él; su aspecto, su comportamiento, su discurso. Incluso sus habilidades y talentos son los de sus padres. Si a veces no comprendemos el porqué del comportamiento de un niño, nos será de gran ayuda recordar que no es una entidad separada. Es una continuación, sus padres y ancestros están en él, en ella. Cuando camina, cuando habla, todos ellos también caminan y hablan. Al observar a un niño podemos entrar en contacto con sus padres y antepasados, pero, de la misma forma, al observar a uno de los progenitores podemos ver al niño”
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