Negativa percepción sobre reforma educacional de 2015

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La insatisfacción de la mayoría con los resultados de esta reforma, en particular con la calidad de la educación -según reveló un estudio de Criteria-, es un insumo más que muestra la necesidad de introducir cambios.



Recientemente se dio a conocer la encuesta “Evaluaciones ciudadanas sobre la reforma educacional” levantada por Criteria, que recoge las percepciones de la ciudadanía sobre lo que ha sido el cambio estructural en el sistema educacional desde que fue promulgada por la Presidenta Bachelet en 2015. En ese momento la Mandataria señalaba que “parece un inicio para avanzar en calidad y también nos va a permitir que nunca más nuestros niños y niñas puedan ser discriminados por sus condiciones familiares y sociales”, recogiendo los objetivos que perseguía la reforma de poner término al lucro y al copago en los colegios que recibían aportes del Estado, y acabar con el sistema de selección en esos establecimientos, reformas a las que después se sumaron la creación del Sistema de Desarrollo Profesional Docente y la Nueva Educación Pública.

Sin embargo, a la luz de lo que releva la encuesta se observan en algunas materias percepciones diametralmente opuestas entre quienes resaltan las ventajas de la reforma versus lo que opina la mayoría de la población. Así, por ejemplo, al ser consultados si la reforma ha limitado la libertad de los padres de elegir el colegio de sus hijos, el 54% está de acuerdo o muy de acuerdo; el 45% piensa que la reforma no ha beneficiado la calidad de la educación, contra el 16% que lo ve como un cambio positivo. A su vez, la mayoría estima que la reforma no ha beneficiado a la clase media, y también cree que ha debilitado a los colegios emblemáticos de alto rendimiento.

El estudio también señala que el 55% considera que la calidad de la educación es mala o muy mala, y aún más preocupante, que ello signifique un aumento de 15 puntos porcentuales en la evaluación negativa entre 2016 y 2024. Por otra parte, un 46% estima que no seleccionar termina nivelando hacia abajo y no percibe una mejoría importante en quienes tenían rendimientos deficientes, juicios que requieren ser atendidos con urgencia considerando la relevancia que le reforma debía tener en nuestra sociedad.

Si bien las autoridades han señalado que hay avances, y que sin duda estamos hablando de percepciones, no se puede desconocer que estas se nutren de situaciones reales. Es así como lo ha sido la situación de las familias que han pasado muchas semanas desde que comenzó el año escolar sin poder acceder a matriculas para sus hijos; o lo que quedó de manifiesto a fines del año pasado con el Servicio Local de Educación de Atacama, donde el derecho a la educación de muchos niños en la región quedó conculcado.

Estos antecedentes no deberían en todo caso llevar a precipitarse en una “contrarreforma educacional”, porque al sistema no le hace bien estar siendo objeto de constantes cambios estructurales. Para las autoridades lo relevante a partir de esta evidencia y otras debe ser tomar conciencia de que hay una expectativa incumplida de que se terminaría con todos los males que impedían un igual acceso a una educación de calidad, y abocarse a introducir los cambios que permitan ir subsanando las fuertes insatisfacciones que parece haber con el sistema, lo que demandará ante todo pragmatismo. Seguir bajo el predicamento de que hay que darle tiempo al sistema para que se consolide solo es poner en riesgo las posibilidades futuras de generaciones de estudiantes.