Nueva directiva del Colegio de Profesores

Mario Aguilar

Resulta particularmente preocupante que la nueva dirigencia reivindique el camino de los paros como vía para presionar por sus petitorios, desentendiéndose del gravísimo impacto que ello tiene sobre los estudiantes y sus familias.



Días atrás se realizó la elección de presidente del Colegio de Profesores, en la que resultó electo Mario Aguilar, actual titular de la Región Metropolitana, quien accederá por segunda vez a dicho puesto a partir del próximo año. El dirigente, de larga trayectoria, obtuvo algo más de 4.900 votos -sufragaron en total 18 mil docentes, de un padrón de unos 42 mil- que, si bien le permitieron superar ampliamente al actual presidente del organismo y su más cercano contendor, Carlos Díaz, distan mucho de la cantidad de docentes que se encuentran ejerciendo en el país, los que el presente año llegan casi a los 279 mil.

Tras confirmarse su triunfo, llamaron la atención algunas de sus declaraciones, las que más concretamente generan preocupación, a la luz de la experiencia reciente del Servicio Local de Educación Pública de Atacama, que viene saliendo de más de 80 días de una paralización de clases liderada precisamente por el gremio de dicha región. En la oportunidad, el docente señaló que, si bien durante su mandato este tipo de mecanismos serán medidas de última instancia, no tendrá problemas para recurrir a ellos si es que es necesario para avanzar en las demandas de los profesores, entre las cuales mencionó el pago de la denominada deuda histórica, los problemas de la actual carrera docente, el agobio laboral y las dificultades debido a la violencia escolar. Es más, sostuvo que “si llegamos a movilizarnos, nos vamos a movilizar en serio, como hicimos en 2019, donde estuvimos 51 días en movilización”.

Es preocupante que este tipo de estrategias de presión formen desde ya parte de la agenda del nuevo dirigente. Está ampliamente documentado el daño que la pérdida de clases genera a los propios estudiantes y sus familias, en especial considerando los graves problemas por los que atraviesa el sistema escolar, debido al deterioro que han sufrido los aprendizajes en los últimos años y la verdadera crisis de asistencia, con niveles todavía muy por debajo del período previo a la pandemia, con miles de niños con inasistencia grave y con la deserción escolar más alta de la última década.

Entre su rol en los paros del presente año y el de 2019, y la fuerte resistencia a volver a las clases presenciales en el período intermedio durante la pandemia, aun cuando estaban las condiciones sanitarias para hacerlo, el Colegio de Profesores pareciera haber adquirido una deuda con sus estudiantes. En dicho contexto, se echa de menos una perspectiva más amplia por parte de sus dirigentes, así como mostrar un ánimo más constructivo, en que sus demandas no se presenten desde el antagonismo al bienestar de sus alumnos, sino que en coherencia con este.

Es lamentable que la nueva directiva del gremio de los profesores no busque marcar ninguna distancia con sus antecesores en cuanto al camino de las movilizaciones, sino que, al contrario, las reivindique, pese a su altísimo impacto en la vida de los estudiantes y sus familias, en lugar de proponer agendas más convocantes. No debería sorprender que un gremio con ese tipo de visiones capte a un porcentaje tan minoritario respecto al total de profesores que hay en el país.

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