Peso Pluma, una polémica oportunista

PESO PLUMA

La dinámica de esta polémica habla más bien de actitudes oportunistas, donde lo que ha predominado es una cadena de reacciones apresuradas frente a un cuestionamiento de último minuto, sin medir las implicancias de buscar censurar un espectáculo.



Cuando en octubre pasado se anunció la presencia del cantante mexicano Peso Pluma en el festival de Viña del Mar 2024, los organizadores del certamen -la municipalidad, TVN y Canal 13- lo presentaron como un importante hito, considerando la enorme popularidad de que goza, siendo uno de los cantantes más escuchados de Spotify en 2023, con más de 50 millones de reproducciones mensuales. En diciembre, de hecho, el mexicano se presentó en un recital en Santiago, con un rotundo éxito.

Pero el escenario cambió drásticamente luego de que por estos días empezaron a cundir las presiones para que los organizadores bajaran al cantante, luego de que algunas voces levantaran el punto de que el cantante es cultor de los “narcocorridos” o “corridos bélicos”, contando con letras donde se hace una manifiesta apología a la cultura narco. El debate ha girado principalmente en dos líneas: una de ellas, resalta que es un total contrasentido que cuando el Estado está tratando de combatir el crimen organizado se utilice una vitrina de alta visibilidad para hacer una eventual apología de la cultura narco; asimismo, se ha cuestionado que TVN, en tanto canal público, preste su pantalla para este tipo de contenidos.

La polémica escaló incluso a nivel político, pues partidos como la UDI o el PC cuestionaron públicamente este espectáculo, a pesar de que en los meses previos nada dijeron. El directorio de TVN, en una primera instancia, desligó la responsabilidad en la comisión organizadora, pero días después cambió su postura e hizo un llamado para que Peso Pluma fuera removido de la parrilla. La comisión organizadora finalmente decidió mantener la presentación, aduciendo entre otras razones que los plazos para oponerse a una contratación ya se habían extinguido hace varios meses.

Es lícito que exista un debate acerca de los límites para emitir contenidos en la televisión abierta -en ese orden de cosas, uno de los aspectos en cuestión es si la popularidad de un artista basta para justificar su presencia, independientemente de los valores que promueva-, y que se esté tomando mayor conciencia sobre la amenaza que representa naturalizar la cultura narco, pero la dinámica en que se ha desarrollado esta polémica habla más bien de actitudes oportunistas, donde lo que ha predominado es una cadena de reacciones apresuradas frente a un cuestionamiento de último minuto, sin medir bien las implicancias de este proceder.

Desde luego, el oportunismo salta inmediatamente a la vista cuando se tiene en cuenta que las temáticas de Peso Pluma son conocidas desde hace mucho tiempo, de modo que no hay ninguna novedad en el contenido de sus letras. Si es que había una genuina preocupación por contenidos que promovieran la cultura narco, entonces cabe preguntarse por qué TVN y los representantes del municipio propusieron a Peso Pluma, sin hacer ver oportunamente las objeciones que hoy se levantan. De allí que la sorpresa que ahora muestra el municipio de Viña del Mar -su alcaldesa ha señalado que las bases se revisarán, para evitar que en el futuro algo así se repita- o los reparos del directorio de TVN son completamente extemporáneos cuando no contradictorios.

TVN lleva décadas organizando el Festival de Viña, y por tanto está perfectamente al tanto de las reglas que operan para la contratación de artistas, lo que generalmente se lleva a cabo con mucha antelación. El hecho de que su directorio haya pretendido cambiar a último momento dichas reglas, estableciendo condiciones que en su momento no se invocaron, no solo puso en difícil pie sobre todo a Canal 13 y a los representantes del canal público en la comisión organizadora, sino que es señal de un comportamiento puramente reactivo, que parece apuntar a cubrirse las espaldas frente a esta polémica antes que asumir en plenitud la responsabilidad que le cabe como coorganizador frente a los hechos que hoy denuncia.

Debe también prestarse atención a los llamados de censura atendidos determinados contenidos de las representaciones artísticas. Hace tiempo que en materia musical hay canciones donde proliferan contenidos inapropiados, como el sexismo, miradas complacientes sobre el uso de drogas o el uso de lenguaje que podría ser considerado violento. Esas no han sido razones para censurar espectáculos -¿por qué ahora sí lo sería?-, y el hecho de que determinadas temáticas se crucen con problemas que enfrenta el país no es una razón suficiente para censurar, pues es claro que un predicamento de este tipo constituiría una amenaza permanente para la creación artística y la libre expresión, pudiendo caer en una espiral de censura.

Un artista podrá no gustar, pero es un despropósito pretender bajarlo atribuyéndole determinadas conductas sin que ellas estén respaldadas por un dictamen judicial o existan antecedentes objetivos que lo puedan incriminar. En el caso de Peso Pluma, es alguien no condenado por narcotráfico, puede cantar libremente en escenarios de Estados Unidos -de hecho, es uno de los invitados estelares a Coachella 2024- e incluso ha entrado en conflicto con carteles narcos de México, obligándolo a suspender algunas presentaciones.

De allí que si algo se puede sacar en limpio de esta polémica, que tiene mucho de artificial, es evitar los oportunismos y no apresurarse a censurar. Lo más sano es radicar el debate en la crítica artística, y dejar que las audiencias decidan libremente.

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