Preocupante caída de la natalidad en Chile

Con la tasa de fecundidad ubicada en su mínimo histórico, es indispensable que el país aborde esta realidad mediante una serie de políticas públicas que no pueden seguir dilatándose.



A pesar de que en 2022 se registró un aumento en el número de nacimientos en Chile -casi 200 mil, un aumento de 12% respecto del año anterior-, quebrando así una tendencia que venía en sostenido descenso, agudizada en los años de pandemia, las voces expertas sugieren que ello no es suficiente para revertir una tendencia que el país viene arrastrando desde hace tiempo. Las cifras que reportan las estadísticas oficiales ya son inequívocas: la tasa global de fecundidad llegó a su mínimo histórico, alcanzado a 1,3 hijos por mujer, la más baja desde que se tengan registros.

Se trata de una realidad muy distinta a la que había en los años 60, donde en promedio las mujeres tenían cinco hijos. El que hoy se registre una cifra tan baja no solo anticipa que el país se irá envejeciendo cada vez más -las estimaciones ya indican que hacia 2050 un tercio de la población será mayor de 65 años-, sino que además supone que el número de habitantes debería comenzar a decrecer; esto porque la tasa de reemplazo se ha estimado en 2,1 hijos por mujer.

Es un hecho que en esto Chile está siguiendo las tendencias que se observan en países más desarrollados. Detrás del fenómeno hay distintos factores, que pueden ir variando según la realidad de que se trate. Así, por ejemplo, mientras algunos estudios muestran que en Reino Unido el factor económico es preponderante, en España pareciera ser que la razón más incidente tiene que ver con las expectativas de pareja, mientras que en Chile uno de los factores que se ha identificado es el alto costo esperado en la educación de los hijos, lo que hace difícil proyectar hogares con más de dos hijos. También es un hecho que las mujeres están teniendo hijos mucho más tarde que en décadas anteriores -hoy la maternidad en promedio es a partir de los 30 años-, y la realización profesional de la mano de la inserción laboral también retrasa la maternidad.

La caída en la natalidad y una de sus secuelas más evidentes, como la posibilidad de contar con una fuerza de trabajo joven, en el caso de Chile ha podido ser compensada por la llegada de una enorme cantidad de inmigrantes, muchos de ellos jóvenes. Pero esto no puede estimarse que seguirá ocurriendo tal cual en los años venideros, por lo que es razonable pensar en políticas públicas que cuando menos aseguren una tasa de reemplazo y una razonable tasa de crecimiento de la población.

La batería de medidas que los países pueden adoptar es variada, pero la experiencia indica que un mayor gasto en subsidios a las familias no asegura per se los resultados, tal como lo muestra el caso de Corea del Sur, que a pesar de que en la última década ha invertido más de US$ 200 mil millones para estos fines, el número de nacimientos no aumenta (tasa de apenas 0,8). De allí la necesidad de estudiar bien su diseño.

Aun cuando en Chile se han introducido una serie de políticas para alivianar el costo de las familias, estas han sido insuficientes. El desafío de aumentar la natalidad no puede ser a costa de limitar las posibilidades de desarrollo personal de las mujeres, por lo que deben pensarse en medidas más integrales. Fomentar la corresponsabilidad parental, facilitar el acceso a salas cunas, establecer políticas que atenúen el impacto que en términos de ingresos representa la natalidad para las mujeres -que en el caso de los hombres es mínimo o nulo- y pensar en mejores subsidios que alivianen el costo de la educación son medidas que a estas alturas deben ser abordadas con prontitud.

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