Preocupantes señales de exacerbación

torre telefónica

Las fuerzas políticas deben ser conscientes de la irresponsabilidad que supone polarizar el ambiente en un momento de tanta complejidad como el actual.



El mismo día que Chile registraba 31 muertos por Covid-19, y el número de contagios alcanzó los 3.520 casos diarios -ambos registros constituyen un récord-, se llevaron a cabo una serie de movilizaciones en distintos puntos de la capital, bajo el justificativo de que las políticas asistenciales del gobierno para contener los efectos sociales de la pandemia han sido un fracaso, lo que está ocasionando “hambre” en la población más vulnerable. Las protestas alcanzaron dimensiones preocupantes, especialmente por los inusitados niveles de violencia que se observaron en algunos puntos, con la quema de un bus del transporte público de Santiago y el saqueo de algunos establecimientos, lo cual motivó la presentación de querellas por parte del gobierno.

El país atraviesa por un momento especialmente delicado. A medida que avanza la pandemia, los sistemas de salud comienzan a verse saturados y no cabe descartar que eventualmente colapsen si es que la tasa de contagios no disminuye sustancialmente a la brevedad. Esto mismo ha obligado a colocar extensas zonas de la capital bajo cuarentena, lo que a su vez está provocando enormes pérdidas de capacidades productivas y destrucción de empleo. Los efectos sociales sin duda son muy profundos, y una de las principales preocupaciones es que la pérdida de ingresos eventualmente deje a muchas familias incluso sin lo mínimo para subsistir.

En este ambiente de conmoción, es inevitable que comiencen a surgir voces de protesta, alertando sobre las carencias y situaciones sociales dramáticas. Ello, naturalmente debe ser escuchado con mucha atención no solo por la autoridad, sino por toda la sociedad, que debe actuar con profundo sentido solidario. Pero el curso que tomaron algunas de estas manifestaciones se alejaron completamente del reclamo legítimo y tomaron la forma de una acción organizada, buscando crear un clima de exacerbación. La protesta estuvo acompañada de una intensa campaña en redes sociales, alentada por sectores de la izquierda más radicalizada, incluso con despliegues escenográficos en la Plaza Baquedano. El ministro del Interior culpó directamente al Partido Comunista y al Frente Amplio por estar detrás de esta agitación de aguas, cuyos principales dirigentes brindaron público respaldo a estas movilizaciones, con tibias o nulas condenas al vandalismo.

Resulta profundamente irresponsable buscar reeditar un clima de crispación similar al que se vivió en octubre pasado justo cuando el país debe concentrar todas sus capacidades en el combate a la pandemia, donde es fundamental que la mayor parte de la población permanezca en sus hogares. La medida anunciada por el gobierno para repartir cajas de alimentos en los sectores más vulnerables ha sido objeto de controversia, y como toda política pública deberá ser evaluada, pues en una emergencia será inevitable el ensayo y error. Pero acusar que una determinada política pública está causando deliberadamente “hambre”, y valerse de ello para polarizar el ya tensionado clima político, supone un grave retroceso, dejando a la autoridad en una especie de callejón sin salida, pues si dicta una cuarentena estricta, entonces daña a la población, y si no la decreta, atenta contra la salud.