Preocupantes señales desde el mundo político
La incertidumbre solo se superará cuando exista la convicción de que la política aisló las posturas maximalistas y prima el realismo.
Tras la crisis social y el coronavirus, el país ha entrado de lleno en un período muy complejo, que posiblemente se vaya a prolongar, y que requiere de excelencia en las políticas públicas, ahora para superar con el menor costo posible la pandemia y luego para posibilitar que el país retome el crecimiento y recupere la fortaleza fiscal.
Lo aflictivo de la situación, sin embargo, no ha llevado a los sectores más radicalizados a morigerar sus posiciones, y parte de los sectores más moderados del espectro político tampoco parecen estar por un camino racional de atención de demandas y salida a la crisis, sembrando legítimas interrogantes de si acaso se han calibrado los enormes retos que el país enfrentará dentro de muy poco, cuando los efectos del desplome en la actividad económica se hagan sentir de lleno.
La discusión legislativa que se ha podido ver por estos días es sintomática de la dispersión que sigue proliferando en la clase política, dando la impresión de que no se ha logrado cambiar el polarizado eje que se vivió antes del 18/O y con mayor razón después de que se desató la convulsión social. Por ejemplo, en lo relativo al sistema previsional, la centroizquierda sigue condicionando un necesario ajuste en parámetros fundamentales en el sistema de capitalización individual para el financiamiento de jubilaciones a que los recursos para mejorar pensiones existentes provengan de un impuesto al trabajo. La consecuencia previsible es un aumento de la informalidad laboral que hoy afecta al 30% de la fuerza de trabajo, con consecuencias muy graves para un Fisco que deberá enfrentar con medios propios la inevitable futura demanda por pensiones de esos trabajadores informales.
A lo anterior se agrega que, en medio de la pandemia, un grupo de parlamentarios firmó un proyecto de ley para que las AFP garanticen una determinada rentabilidad a los afiliados, en tanto que otros parlamentarios presentaron un proyecto de ley para que los afiliados puedan retirar un 10% de sus ahorros previsionales, una medida extrema y que solo cabría evaluar si es que toda la batería de líneas de apoyo financiero, bonos e ingresos garantizados a las familias recientemente aprobados o en vías de serlo no surtiera efecto. También resulta lamentable que el flanco tributario no se logre cerrar, y algunos planteen la necesidad de dictar ahora “una reforma tributaria excepcional”, creando así más incertidumbre.
La debilidad de las empresas tras un período de baja actividad, el endeudamiento fiscal en que se habrá incurrido, las demandas sociales que se profundizarán por una economía debilitada, y un pasado reciente de animosidad hacia la actividad privada, harán difícil una disposición empresarial a invertir con entusiasmo. Solo la convicción de que la política aisló las posturas maximalistas y se recompuso para llevar al país por el camino del realismo, el manejo técnico y el fortalecimiento de las instituciones que permiten crear empleo y mejorar remuneraciones permitirán un futuro libre de los traspiés que hoy amenazan.
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