Preocupantes señales para la salud de la democracia
Hay un enorme riesgo cuando el sistema político no parece eficaz para dar solución a los problemas de la ciudadanía, creando un campo fértil para el surgimiento de populismos o derivas autoritarias.
La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) ha vuelto a confirmar las preocupantes tendencias que se vienen observando respecto de la percepción ciudadana acerca de la democracia. Es así como ante la afirmación de que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, sólo el 47% está de acuerdo. Esto contrasta con lo que se observó en 2021, cuando según la misma encuesta el 61% opinaba de esa forma. Un 17% piensa que un régimen autoritario puede ser preferible en algunas circunstancias -13% pensaba así hace tres años-, en tanto que el 31% percibe que a su entorno que le resulta indiferente un régimen democrático o autoritario, su mayor nivel desde 2021. Estos antecedentes se complementan con el hecho de que la mayor parte de los encuestados está dispuesto a sacrificar libertades públicas y privadas en favor del orden público y la seguridad ciudadana.
Es probable que la caída que se observa en la encuesta CEP sobre el aprecio por la democracia tenga en parte relación con el alto cuadro de inseguridad que vive el país, un asunto que de acuerdo con el propio estudio resulta por lejos el aspecto al que más atención debería prestar el gobierno. Los índices de temor en la población frente a la posibilidad de ser víctima de la delincuencia se encuentran en niveles altísimos, y ante la sucesión de alevosos crímenes que ocurren prácticamente a diario esta percepción no hace más que reforzarse. Resulta por lo mismo preocupante que la población pueda estar asociando a la democracia con una mayor debilidad del Estado para brindar seguridad, y en cambio crecientemente vea en formas autoritarias un camino de salida más efectivo. Otro reciente estudio de opinión, en este caso de la UDP-Feedback-Fundación Friedrich Ebert, concluía que si bien la democracia es percibida como el sistema más eficiente para resolver la mayoría de los problemas, en el caso de la delincuencia ocurre algo distinto, donde casi el 53% cree que lo haría mejor un gobierno autoritario, versus el 34% que opina que lo haría mejor un sistema democrático.
Son señales a las que el sistema político debería poner especial atención, porque confirma el enorme riesgo que supone cuando los partidos y el gobierno aparecen desconectados de las necesidades de la población y son vistos como ineficaces para dar solución a los problemas acuciantes, especialmente en un ámbito de tanta sensibilidad como el orden público y la seguridad ciudadana. Eso va creando un campo fértil para que empiecen a cundir corrientes autoritarias y populistas que prometen soluciones mágicas, relativizando el valor de las instituciones democráticas y el apego al Estado de Derecho como los caminos apropiados para abordar los conflictos y demandas que surgen en la sociedad.
El problema se amplifica aún más cuando la propia encuesta CEP da cuenta de que el Congreso y los partidos políticos se encuentran al final de la tabla en materia de confianza ciudadana, y siendo estas instancias inherentes a la democracia debe ser una voz de alerta respecto de cómo sus integrantes asumen las responsabilidades que tienen frente a la ciudadanía.
En paralelo se discute la necesidad de impulsar una serie de reformas al sistema político, que entre otros aspectos apuntaría a disminuir la cantidad de partidos para intentar asegurar mayor gobernabilidad y así ayudar a fortalecer nuestra democracia. Siendo una reforma muy relevante, de poco servirá si acaso las distintas fuerzas políticas siguen ensimismadas en sus propias lógicas, sin dar respuestas efectivas a los problemas que demanda la población.
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