Prevención y combate internacional de las pandemias

OMS

Uno de los organismos internacionales más golpeados por la pandemia de Covid-19 fue, sin lugar a duda, la Organización Mundial de la Salud (OMS). A medida que avanzaba la enfermedad, ampliándose por todo el orbe, el mundo comenzó a descubrir la fragilidad de la estructura internacional para enfrentar esta y otras emergencias sanitarias, pues siendo hoy el mundo altamente interdependiente, las respuestas fueron Insuficientes. Sin un interlocutor totalmente validado que pudiera sostener información legitimada para todo el mundo.

Si nos enfocamos en la importancia y trascendencia de lo que significa la OMS, organismo multilateral creado en 1948 y que cuenta con un Reglamento Sanitario Internacional (RSI), su orientación prioritaria es prevenir y dar respuesta a los riesgos para la salud pública que puedan traspasar fronteras y amenazar a la población.

Esto fue lo que sucedió con la pandemia del Covid-19 y, sin embargo, no fue la OMS la que ha liderado su prevención ni menos ha dado respuestas convincentes.

Es evidente que el reglamento sanitario resultó insuficiente para enfrentar la pandemia del Covid 19, pues la OMS, sea por carecer de atribuciones y de lineamientos técnicos apropiados, o por tener un déficit de la autoridad o la fuerza mandatoria necesaria para orientar los procesos internacionales, no pudo asumir un rol de liderazgo mundial. Su capacidad de gestión se vio además afectada producto del conflicto entre Estados Unidos y China, donde el primero condicionaba mayores fondos a la renuncia del secretario general de la OMS y apostaba más por medidas unilaterales que multilaterales.

De esta manera, fueron los estados los que asumieron dicha función de protección y prevención, cada uno a su manera, en una carrera por comprar instrumentales y equipamiento sanitario -como pactar la recepción anticipada de vacunas-, imponiendo medidas casi olvidadas, como fue la confiscación de bienes de salud o imponiendo sin más el cierre de fronteras, dejando muchos de ellos a sus ciudadanos varados, abandonados a su propia suerte.

Resulta interesante destacar, que en plena crisis sanitaria la Cancillería chilena propusiera a la comunidad internacional, a sugerencia del embajador Juan Martabit, impulsar iniciativas coordinadas y mancomunadas, en términos tales que los instrumentos de gobernanza sanitaria fueran capaces de responder a los desafíos multidimensionales planteados por la pandemia.

Cabe recordar que la Junta de Vigilancia para la preparación de la OMS y el Banco Mundial en su Informe Anual 2019 habían detectado brechas necesarias de abordar, por lo que Chile elaboró y presentó un documento denominado Instrumento Global para la Preparación y Respuesta Multidimensional a las Pandemias, para fortalecer la coordinación y las alianzas, y fomentar el cumplimiento de los compromisos a través de una adecuada transparencia y rendición de cuentas.

Finalmente, un avance local sin liderazgo internacional. Esto demuestra una vez más, que las organizaciones internacionales deben pasar por un proceso de actualización. No solo de su estructura, sino también de su funcionalidad: la tecnología, el alcance de las comunicaciones, las relaciones bilaterales con todos los países del mundo y las empresas vinculadas con la salud deberían ser parte del quehacer diario de organismos como la OMS que deben atender no solo procesos de cuidado de la salud conocidos, sino (y, sobre todo) anticiparse a las crisis sanitarias que potencialmente vamos a tener que enfrentar a nivel mundial.

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