Primera cuenta pública del Presidente Boric
Aun cuando quedan muchas interrogantes sobre cómo se podrá financiar la agenda social que propuso, es valioso que el Mandatario haya puesto un acento en la gradualidad y tender puentes con distintos sectores.
La primera cuenta pública del Presidente de la República transcurrió sin grandes anuncios -no obstante que el Mandatario delineó una extensa cantidad de iniciativas, varias de ellas ya contenidas en su programa de gobierno-, pero en cambio cabe valorar el tono mesurado que caracterizó su discurso, enviando una positiva señal respecto de la forma como pretende enfrentar las reformas estructurales que comprometió frente al país.
Fue acertado que el Jefe de Estado buscara ser más convocante, cuidando de no caer en críticas al gobierno anterior o de lanzar frases que provocaran a la actual oposición. Por el contrario, tuvo palabras para destacar la gestión de Sebastián Piñera en el manejo de la pandemia, como también la obra y los avances logrados desde comienzos de los 90, evitando así desdeñar los “30 años”, que ha sido una consigna constante en parte de las fuerzas que forman parte de su coalición.
En esto se observa un aprendizaje, porque si bien sectores de Apruebo Dignidad insisten en visiones maximalistas, el Jefe de Estado parece comprender que una agenda como la que propone requiere para su aprobación de grandes acuerdos y necesarias dosis de gradualismo -término que empleó en varias ocasiones al detallar las reformas-, evitando generar un ambiente de crispación. Ello sugiere que se podría estar asumiendo una necesaria dosis de realidad, en particular cuando el Mandatario ha podido comprobar en carne propia las dificultades inherentes de gobernar, pero resta ahora comprobar si sus fuerzas aliadas también lo han comprendido así.
El Mandatario reiteró el diagnóstico que sostuvo durante su campaña, en cuanto que la superación de las desigualdades sociales será un eje rector, respecto de lo cual enumeró una serie de compromisos, entre ellos llevar a cabo la reforma tributaria para generar los recursos que los financien -fijó para este mes su presentación- como asimismo una exhaustiva reforma previsional -que fechó en agosto-, además de una serie de metas en salud.
Probablemente el punto más débil de esta cuenta es que pese al largo listado de compromisos adquiridos, el Mandatario no entregó mayores luces de cómo pretende generar los cuantiosos recursos que espera recaudar, pues más allá de reconocer la importancia de la inversión así como el rol que juega el empresariado, no hubo mayor detalle de cómo pretende aumentar la tasa de productividad de la economía -otro de sus compromisos-, o cómo el aumento de costos laborales -tal es el caso del proyecto que busca limitar la jornada laboral a 40 horas, para el cual comprometió su impulso- podrán ser compensados, de modo que no se afecte el crecimiento ni la generación de empleo. Los anuncios de poner acento en el fortalecimiento de la red de ferrocarriles, o comprometer una agenda de reformas microeconómicas, son genéricos o sencillamente accesorios.
Llamó asimismo la atención que en materia de orden público -hoy probablemente el flanco que más golpea al gobierno y su coalición- el Presidente se limitara en general a detallar medidas ya conocidas, como el fortalecimiento de la presencia policial en ciertas comunas, o buscar agilizar la tramitación del proyecto que crea un ministerio encargado de la seguridad, careciendo de anuncios que se hicieran cargo de la dimensión que ha adquirido el aumento de la delincuencia, sobre todo en lugares como la Macrozona Sur. Por el contrario, respondió con una iniciativa que busca terminar con todo tipo de armas en manos de civiles, algo que se aleja totalmente de lo que debería ser una agenda antidelincuencia.
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