Prudencia presidencial en compleja reforma de pensiones
En la medida que el Mandatario siga enfatizando que en el fondo no le gusta esta reforma, abre resquemores en sectores de derecha, que temen sea la puerta de entrada para cambios más profundos, pero también da argumentos a los sectores de izquierda que recelan de esta reforma. Todo esto podría complicar un acuerdo.
Sorprendió que el Presidente Gabriel Boric optara esta semana por una dura arenga en favor de un acuerdo en materia previsional, enviando desafiantes mensajes a la oposición -que ciertamente provocaron una fuerte molestia en dicho sector-y a la vez trasluciendo lo que parecen ser sus propios reparos con la reforma que hoy se tramita afanosamente en el Senado, donde el objetivo es poder despacharla en lo que resta de enero.
El Mandatario señaló el lunes que “no tenemos los votos para hacer la reforma que a nosotros nos gustaría, pero permítanme decirles desde esta tribuna a la derecha que ellos tampoco tienen los votos para hacer la reforma que ellos quieren y, por lo tanto, tenemos que ponernos de acuerdo (…) Ustedes pueden ver que el gobierno ha estado dispuesto a ceder en posiciones. ¿En qué ha cedido la derecha hasta el día de hoy?”. Recalcó que el 6% extra de cotización debe tener un componente de solidaridad, y volvió a formular críticas en contra de las AFP, señalando que “no confiamos en ellas y por tanto hemos planteado modificaciones”.
Si bien en los días siguientes volvió a referirse a la importancia de lograr un acuerdo que permita subir las pensiones de los chilenos, esta vez lo hizo en un tono más calmado. Con todo, el revuelo que provocaron sus primeras declaraciones -las que fueron motivo de una amplia crítica, por la oportunidad y el tono en que se emitieron- deben ser aleccionadoras en cuanto a la importancia de transmitir los mensajes correctos y no poner en riesgo la delicada negociación política en curso.
Es un hecho que el Mandatario ha buscado impulsar una reforma previsional desde el primer momento, y que pareciera haber un genuino interés de su parte que los actuales pensionados vean ahora una mejora en sus jubilaciones. El jefe de Estado tampoco ha ocultado las diferencias que su sector mantiene con la oposición, donde la pretensión del oficialismo es que la totalidad de la cotización adicional que se busca implementar vaya a “solidaridad” y no a las cuentas individuales, además de mantener en pie la aspiración de terminar con las AFP y dar paso a otro tipo de entidades, con presencia de actores públicos.
Pese a que el acuerdo que se busca forjar en el Senado probablemente distará del ideal al que aspira el mundo de la izquierda, aun así el Mandatario se muestra dispuesto a hacer un llamado en favor de un acuerdo, lo que es valioso, pero claramente de persistir en este afán de enfatizar que en el fondo no le gusta esta reforma, podría poner en riesgo el acuerdo que él mismo está promoviendo, lo que resulta un contrasentido cuando en palabras del propio Mandatario la negociación se encuentra en su “última milla”.
Cabe no perder de vista que tanto las fuerzas de derecha como de izquierda podrían tener razones para recelar de allanarse a un acuerdo como el que hoy se está dibujando. Así como es claro que el oficialismo siente que está cediendo demasiado respecto de lo que era su propuesta original, sectores de oposición tienen resquemor de que al allanarse en aspectos que no le acomodan -como introducir algunos componentes que podrían debilitar la capitalización individual-, podría ser la puerta de entrada para que en el futuro la izquierda arremeta para buscar introducir cambios más profundos.
De modo que cuando el Mandatario enfatiza con vehemencia que esta no es la reforma que a su sector le gustaría, y a su vez le enrostra a la oposición su falta de voluntad para ceder, termina dando argumentos a aquellos que justamente no quieren un acuerdo, aunque por razones distintas. De allí que para efectos de allanar un entendimiento lo prudente es permitir que las negociaciones políticas fluyan con el menor nivel de interferencia posible.
Tal celo será aún más fundamental a partir de mañana, cuando el Ejecutivo presente sus indicaciones al proyecto de reforma. En una carrera contra el tiempo -suponiendo que en el Senado se logre un acuerdo, luego deberá conocerlo la Cámara de Diputados, sin que pueda descartarse una comisión mixta, todo esto en menos de 20 días-, el Ejecutivo debe tener ante todo la habilidad para tender los puentes que sean necesarios.
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