Reformar menos y gobernar más: El cambio que necesita Chile
La nueva realidad política del país deja escaso margen para las reformas estructurales que quiere el gobierno. Su legado debería centrarse en resolver problemas medulares como la inseguridad o las bajas pensiones.
Pese a la aplastante derrota sufrida en las elecciones del domingo pasado -que viene a ratificar el anterior resultado del plebiscito de salida-, el gobierno y los partidos que lo acompañan se resisten a abandonar la idea de impulsar una agenda de reformas que llaman “progresista”, entre las que se incluyen las de pensiones y la tributaria. Así, luego de un encuentro realizado esta semana en el Palacio Cerro Castillo, la conclusión fue que los resultados electorales, si bien son malos, no deben interpretarse como una señal para moderar el programa de gobierno, sino más bien seguir adelante con la agenda transformadora que mejore la vida de las personas.
Se trata sin duda de una interpretación a lo menos curiosa. Porque si se reconoce que los resultados son una crítica al gobierno y al sector oficialista, entonces lo que corresponde es actuar en consecuencia; esto es, cambiar, ajustar o corregir el rumbo. Seguir haciendo lo mismo es precisamente no escuchar lo que está manifestado la gente y sólo esperar que el nivel de rechazo e impaciencia aumenten. Algo que no es bueno para nadie.
Frente a esto, el gobierno debe entender que no están los tiempos para las reformas transformadoras que inicialmente imaginó para el país. Es cierto que la coalición fue elegida con ellas en el programa, pero la realidad política ahora es radicalmente distinta. Esto sucedió no solo porque se expresó con claridad un rechazo hacia la gestión del gobierno, sino también porque las prioridades cambiaron. Problemas como la seguridad, la inmigración, la inflación, entre otros, son los que más preocupan a la ciudadanía y por ello apoyaron a los partidos que más sintonía han tenido con aquellos temas y castigaron a los que no, entre ellos al gobierno.
Algunas voces se preguntarán qué sentido tiene un gobierno que no puede hacer reformas importantes; que en ese esquema no habría un legado importante, que es algo que siempre está en el centro de las preocupaciones de los presidentes, pero esa es la última inquietud de las personas. Lo concreto es que si el Presidente y su coalición ya no tienen la fuerza para impulsar las grandes reformas a las que inicialmente fueron convocados, sí pueden abocarse a lo esencial de cualquier mandato: gobernar; es decir, buscar soluciones a los problemas concretos de la población, la gran mayoría de los cuales no necesitan grandes reformas ni nuevas leyes, pero sí necesitan gestión y foco.
El combate a la delincuencia, por ejemplo, que es por lejos la principal preocupación de los chilenos, no requiere de grandes transformaciones. Ya se aprobaron varias leyes que permiten un actuar más eficiente y ahora lo que queda es hacer de este problema el tema central del gobierno. Lo mismo sucede con muchos otros, como la inmigración. Incluso en casos como las pensiones, los aspectos más necesarios y urgentes se pueden hacer sin tener que pasar por una gran reforma, como ocurre al pretender cambiar la industria previsional completamente. El gran problema de las bajas pensiones, por ejemplo, avanzaría mucho mediante el alza de la pensión básica, algo sobre lo cual existe un consenso transversal. Ir más allá, como el término de la AFP, como quiere este gobierno, es un asunto solo ideológico, que no tiene sentido impulsar ahora, ya que no concita acuerdos suficientes en el Congreso.
Por ello, si la actual administración sigue anclada en sus reformas, pueden suceder dos cosas: que ellas finalmente prosperen, pero no como el gobierno las quiere -que es la apuesta de la oposición- o bien que no logre sacar ninguna de ellas, lo que lo dejaría en el peor de los mundos. Si es esto último, irónicamente su único legado podría terminar siendo entregar el país con los mismos problemas que recibió al inicio de su mandato. La ciudadanía definió claramente en la última elección cuáles son las prioridades que ahora demanda, y gestionarlas bien debería ser un foco central de lo que resta para esta administración.
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