Revalorización del rol técnico
La conformación de una serie de mesas técnicas para apoyar el rol del Congreso es una señal bienvenida, porque con ello se pueden allanar caminos para encontrar consensos y evitar políticas dañinas para el país.
En el último tiempo ha sido frecuente observar la conformación de mesas técnicas con el fin de apoyar la tramitación de una serie de proyectos de ley en el Congreso, conformadas por representantes del gobierno y de los parlamentarios. Así se ha visto, por ejemplo, en el ámbito de la salud, donde la mesa conformada al alero de la Comisión de Salud del Senado evacuó un informe de consenso donde no solo se buscó una salida para la apremiante crisis de las Isapres, sino también para introducir otros cambios en el sistema de salud. En materia tributaria también se conformó una mesa en el marco de la discusión del proyecto de cumplimiento tributario y de impuesto a la renta. Esfuerzos similares se han visto en el ámbito de la reforma previsional, o del sector eléctrico.
Esta suerte de “boom” de las instancias técnicas ciertamente tiene el mérito de que parece haberse revalorizado el aporte que los técnicos de distintas sensibilidades pueden realizar a la política, como una forma de permitir que allí donde hay divergencias importantes se puedan encontrar caminos que permitan allanar los acuerdos. Se trata de insumos valiosos, especialmente cuando el ambiente político está cruzado por una fuerte polarización, que al extremar posturas muchas veces impide ver los puntos donde sí hay acuerdos o es posible llegar a un consenso. La mesa técnica para la ley corta de Isapres, por ejemplo, fue crucial para alertar al sistema político con datos fundados sobre la crisis que se incubaba en el sistema de salud, y la necesidad de asegurar la sustentabilidad de las Isapres, buscando compatibilizarlo con los fallos de la Corte Suprema sobre tabla de factores y prima GES.
El rol de los estamentos técnicos, que durante buena parte desde el regreso a la democracia fue altamente valorizado -lo que se refleja en la abundante conformación de comisiones asesoras presidenciales, con mayor o menor éxito en cuanto a sus resultados-, sufrió una fuerte desvalorización a partir del llamado estallido social, estigmatizándose bajo la caricatura de la “tecnocracia” y reprochando que su mirada muchas veces había servido para afianzar un sistema injusto, que no recogía las necesidades de la población. Probablemente el punto cúlmine del populismo -y consecuente desprecio por la advertencia técnica- fue la política de los retiros desde las AFP, con lo cual se erosionó fuertemente el ahorro previsional, generando un manifiesto daño sobre las futuras pensiones, pero además afectando gravemente el funcionamiento de nuestro mercado de capitales, además de sus efectos inflacionarios.
No todos tienen igual valoración sobre las mesas técnicas, pues señalan que sus aportes muchas veces no logran zanjar las diferencias a nivel político; también se reprocha que no se puede pretender a través de esta instancia suplantar el necesario debate político, el que no debería quedar limitado a las visiones técnicas.
Desde luego el debate político es inherente a toda democracia, y en tal sentido el rol del Congreso no puede ser sustituido. Pero cuando la política extravía el rumbo y se desentiende de las implicancias o de los costos fiscales de sus decisiones, el daño para el país puede ser sustantivo. Por ello es bienvenido que el aporte de las miradas técnicas vuelva a tener un espacio, pero para que ello sea de utilidad es importante que la política esté abierta a escuchar seriamente sus recomendaciones, y no simplemente a conformarlas para dar la apariencia de rigor técnico.