Revolución Democrática en estado casi terminal
Es sorprendente que un partido que partió siendo uno de los ejes del gobierno, hoy tiene un deslucido rol en el gabinete, producto de la mala gestión y la defraudación de la confianza ciudadana. La soberbia discursiva, junto con presumir de estándares éticos superiores, se convirtieron en un implacable búmeran.
Días muy complejos vive Revolución Democrática (RD), uno de los partidos eje de la coalición de gobierno, a raíz de manejos fraudulentos de recursos públicos en que habrían incurrido militantes de dicha tienda, valiéndose de la constitución de fundaciones. El escándalo ya ha llevado a que los involucrados directos en el caso de la Fundación Democracia Viva -el seremi de Antofagasta y quien oficiaba como su director ejecutivo- fueran expulsados del partido; la subsecretaria de Vivienda también tuvo que dejar su cargo, luego de que tuviera que reconocer que no informó al ministro de la Vivienda sobre los sucesos en el norte; hay otros seremis en distintas regiones -también militantes del partido- que están siendo objeto de investigación penal o bien bajo fuerte cuestionamiento. En paralelo, el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila -también RD- enfrenta una acusación constitucional, donde más allá de su desenlace ha quedado de manifiesto el fuerte déficit de gestión que presenta dicho ministerio.
De este modo, el partido se encuentra golpeado en dos frentes críticos: por una parte, la pérdida de confianza en la ciudadanía, al defraudar la promesa de que esta generación de jóvenes venía con estándares éticos superiores, dispuestos a terminar con las malas prácticas de la “vieja política”; por otra, la gestión, donde ha sido evidente que varios de los militantes que entraron al gobierno han terminado defraudando las expectativas, dejando a la vista que el partido carece por ahora de suficientes cuadros técnicos solventes.
Es sorprendente en ese sentido que un partido que comenzó en la actual administración con dos ministerios y ocho subsecretarías, haya perdido enorme presencia dentro del gabinete. Ya solo cuenta con un subsecretario, y además de la mala evaluación del ministro de Educación, el titular de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, uno de los fundadores del partido y emblemático rostro de RD, tuvo que dejar la Segpres y ser reubicado en Desarrollo Social, siendo hoy una de las figuras del gobierno con mayor tasa de rechazo (61%, según Cadem). Otros de sus militantes también se han visto involucrados en una serie de polémicas, como el caso de la diputada Maite Orsini, quien recientemente fue sancionada por la Comisión de Ética de la Cámara por tráfico de influencias.
A la luz de este acelerado desgaste, hay analistas que ya hablan de que RD se encuentra en una situación cuasi terminal, pasando en muy pocos años de ser una de las estrellas emergentes de la política nacional y partido eje del actual gobierno, a una posición de descrédito que, al menos por ahora, parece muy difícil de revertir. Pese a que en los registros electorales figura con más de 27 mil inscritos, es claro que eso ya no asegura nada.
RD surgió como movimiento en el marco de las grandes protestas estudiantiles de comienzos de la década pasada, y en 2016 logró constituirse como partido político, impulsando además la confluencia de distintos grupos en el Frente Amplio. En las elecciones presidenciales y parlamentarias de 2017, la candidata del FA logró un sorprendente 20% de la votación, en tanto que RD logró elegir 10 diputados y un senador. A partir de ahí fue un hecho que el partido comenzó a perder fuerza electoral -en las elecciones de 2021 bajó a siete diputados-, pero aun así logró llegar al gobierno y ver cristalizada la aspiración de que una nueva generación conquistara el poder en el plazo de apenas una década.
Muchos ven un paralelo muy nítido entre el auge y declive de Revolución Democrática y Podemos, de España, ambas caracterizadas por grupos de jóvenes impetuosos que vinieron a desafiar las viejas estructuras de la política, conquistaron importantes espacios de poder, y casi simétricamente empiezan a experimentar la derrota política. En el caso de RD, la soberbia discursiva con que enarbolaron sus banderas de “revolución” dentro del marco democrático para superar el modelo neoliberal y los abusos, junto con la adscripción a estándares éticos superiores, se convirtieron en un implacable búmeran cuando frente a la ciudadanía quedaron expuestos casos de militantes que pasaron a llevar dichos principios sin pudor alguno.
Este devenir debe dejar duros aprendizajes en el mundo del Frente Amplio, pues la promesa de venir a cambiarlo todo a punta de puro voluntarismo y soberbia queda claro que se desvanece pronto, y prueba una vez más que la consolidación de proyectos políticos toma tiempo, y que los errores se pagan caro. En RD ha sido además manifiesto el exceso de ideologismo que ha caracterizado a algunos de sus cuadros, lo que ciertamente los ha llevado a perder conexión con la realidad y el sentir de las mayorías.
En el tiempo venidero, es previsible que ante su debilitamiento RD no presente mayores resistencias a la idea que impulsa el Mandatario en cuanto a fusionar todos los partidos del FA en uno solo, y resta por despejar si la pérdida de influencia del partido será suplida por el resto de Apruebo Dignidad o por el Socialismo Democrático.
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