Riesgos de una escalada bélica en Medio Oriente
La lógica de la represalia permanente tensiona el frágil equilibro regional y aumenta el riesgo de una guerra abierta, cuyas consecuencias globales serían impredecibles.
Hace algunos días, el primer ministro israelí aseguró que su país tomaba sus propias decisiones y decidiría en forma autónoma cómo responder al ataque de Irán del fin de semana anterior, obviando los insistentes llamados de los principales líderes occidentales a evitar una escalada bélica en la región. “Hay tiempos en que tenemos que ser tan inteligentes como firmes”, había dicho el canciller británico, advirtiendo que su país no apoyaría un ataque de represalia israelí. Una línea similar expresó el Presidente de Francia, al insistir en buscar caminos diplomáticos. Sin embargo, el viernes Israel decidió concretar su respuesta, atacando instalaciones militares en territorio iraní, en una arriesgada acción que eleva los peligros de una escalada bélica en la zona.
Si bien la contenida reacción de ambas partes -ninguna de las cuales reconoció que el ataque era obra de Israel- sugiere que no hay interés en elevar a un siguiente nivel la crisis, el hecho da cuenta de una peligrosa lógica instalada en la región que en cualquier minuto podría quebrar el frágil equilibrio en que se mantienen las relaciones en la zona. El ataque iraní del fin de semana anterior contra Israel marcó un punto de inflexión, al concretar por primera vez una acción directa del régimen de Teherán contra suelo israelí en la historia de las relaciones entre ambos países. Pero el hecho no se dio en el vacío, sino que fue, según Irán, en respuesta al ataque israelí contra un edificio consular en Damasco, en el que murieron, entre otros, dos altos oficiales de la Guardia Revolucionaria.
Como advirtió hace algunos días el secretario general de Naciones Unidas, “el Medio Oriente está al borde del abismo”. El ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre del año pasado y la posterior invasión israelí a la Franja de Gaza -que ya deja más de 34 mil civiles muertos y una severa crisis humanitaria en la zona- no solo ha elevado la tensión en la región, sino también ha trasladado el conflicto más allá de los límites de Medio Oriente y acrecentado las críticas contra Israel, incluso de sus aliados más cercanos. En ese escenario, el ataque iraní, contenido en un 99% por la defensa israelí con el apoyo de Estados Unidos, Reino Unido y Jordania, parecía ser una oportunidad para ambas partes para atribuirse una victoria y evitar una escalada mayor.
Sin embargo, la decisión israelí de atacar instalaciones militares iraníes en respuesta a lo sucedido el fin de semana anterior, sigue contribuyendo a elevar la tensión en el frágil escenario regional, donde por una parte Irán intenta reforzar su influencia en la zona en respuesta a Arabia Saudita y, por otra, Israel enfrenta no solo un fuerte cuestionamiento internacional por su incursión en Gaza, sino también una creciente presión de varios actores regionales. Privilegiar, por ello, la lógica de la represalia permanente en lugar del camino de la contención y los esfuerzos diplomáticos poco ayuda. Con ello, solo se elevan los riesgos de desatar una guerra abierta, cuyas repercusiones son impredecibles y tendrán alcance global, tanto en el plano económico como geopolítico, acrecentando con ello la incertidumbre mundial.
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