Se busca financiamiento
Lo esencial para recaudar más es recuperar rápidamente la capacidad de crecer. Esta semana, el campeón mundial del crecimiento de las últimas décadas, China, ha declarado la “completa victoria” contra la pobreza extrema, validando que el crecimiento es el principal ingrediente.
Durante el último año hemos revivido temores ancestrales y la población mundial ha sufrido grandes costos. Luego de 14 meses, la pandemia ha contagiado a un 1,4% de la población mundial (más los asintomáticos no detectados), pero sus costos han sido astronómicos: aparte de los económicos, la pérdida de libertades individuales básicas, diferentes problemas de salud que quedaron sin tratamiento al que hay que agregar los de salud mental, el declive en la calidad de la educación, entre muchos otros.
Con una tasa de contagios para el Covid-19 (Ro) de 2,35, la curva exponencial de contagiados debió haber sido mucho mayor a estas alturas si no se hubieran adoptado medidas protectoras. El mérito de frenar la diseminación del virus hasta la etapa de vacunación corresponde, primero, a que las personas se han cuidado de motu proprio, siguiendo los consejos de sus autoridades de salud. También, a que los gobiernos han desplegado medidas que, aunque de alto costo, han sido eficaces para el distanciamiento social.
En todo el orbe, la cicatriz que la pandemia dejará en materia de gasto público y déficits fiscales será enorme. A los costos de la necesidad de atender la emergencia sanitaria se sumaron los programas de subsidio, los de estímulo y otros desplegados en pos de objetivos superiores. Todo ello ha requerido un esfuerzo fiscal superior a 10 puntos del PIB en muchos paises, lo que ha sido financiado primordialmente con endeudamiento, por fortuna a tasas de interés muy bajas. Ahora hay que enfrentar el futuro inmediato con la necesidad de pagar la cuenta, aunque la amenaza del Covid esté todavía vigente.
Mayores impuestos es siempre la respuesta inmediata respecto de cómo financiar los déficits. Esta posibilidad está en la retina de legisladores y gobernantes y, probablemente, también en las expectativas de consumidores, trabajadores y empresarios. El problema es que los déficits no solo han afectado al sector público, sino que también al privado, donde algunas industrias han sufrido mucho, particularmente la de servicios.
La primera variable a considerar es el horizonte o tiempo para resolver el mayor endeudamiento público. La magnitud de esta pandemia ocurre cada 100 años y, por tanto, debe resolverse de a poco, aceptando que el mayor endeudamiento pueda permanecer por un período prolongado. La segunda son las tasas cobradas por los impuestos hoy imperantes. Al respecto se debe ser particularmente cauto, dado que la pandemia también ha golpeado severamente a los contribuyentes. Un tercer elemento es la base de personas (naturales o jurídicas) a quienes se cobran impuestos. En esta materia, la OCDE ha recomendado para nuestro país incorporar vastos grupos que hasta ahora no pagan ni impuesto a la renta ni contribuciones. Finalmente están las exenciones que se aplican a productos (ej. el diésel); sectores (ej. la renta presunta); o hechos gravados (ej. ganancias de capital).
Lo esencial para recaudar más es recuperar rápidamente la capacidad de crecer. Esta semana, el campeón mundial del crecimiento de las últimas décadas, China, ha declarado la “completa victoria” contra la pobreza extrema, validando que el crecimiento es el principal ingrediente. Ello, sabemos, requiere de buenas instituciones, pero por sobre todo de aceptar el progreso validado por el mercado (“market tested betterment” de Deirdre McCloskey). El asunto no es simple de lograr si se sigue expandiendo lo que Arnold Kling llamó “nueva cultura” que ha llevado a pasar desde la percepción de que las recompensas basadas en desempeño son justas, a otra en que todas las diferencias son injustas. En la práctica necesitamos que la gente no perciba una carga tributaria futura agobiante que frene el emprendimiento.
Un ejemplo de lo que no es conveniente hacer es gravar las ganancias de capital. Viendo que algunos se han hecho “más ricos” porque ha subido el precio eventual de sus acciones, han surgido voces que piden gravar con impuesto a la renta las ganancias de capital exentas. Sin embargo, la mayoría de las veces las llamadas ganancias de capital son de papel. Para entenderlo mediante un ejemplo, si una persona quiere trasladarse desde una región a Santiago por una mejor oportunidad laboral en un momento en que los valores de las viviendas han subido, aún no ha ganado nada, ya que el mayor precio que podría obtener por la venta de su valorizada casa actual, se lo va a gastar en la compra de su casa futura. Si el fisco le cobra un impuesto por la ganancia de esa venta, el neto le alcanzará para menos metros cuadrados, actuando como un desincentivo para que se cambie a un trabajo donde sería más productivo, con lo que todos pierden.
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