Señales de alerta desde China

Imagen bandera China

La economía del gigante asiático atraviesa no solo por una preocupante ralentización, sino que presenta problemas estructurales que harían más difícil retomar el ritmo de crecimiento mostrado en el pasado.



Desde que Deng Xiaoping lanzó en 1978 su programa de reformas para concretar lo que llamó “socialismo con características chinas”, China se convirtió probablemente en el más exitoso ejemplo de crecimiento económico de la historia. En los 30 años siguientes el país creció en promedio más de un 10% al año y su PIB pasó de representar menos del 2% de la economía global a más del 15%. Cerca de mil millones de personas salieron de la pobreza y el país se convirtió en el principal motor de la economía mundial. Por eso, las cifras de los últimos meses han encendido una luz de alerta a nivel global. El Presidente de Estados Unidos aseguró a mediados del mes pasado que la economía China era “una bomba de tiempo” y el Washington Post alertó la semana pasada que “la economía china está fallando y el mundo debería estar atento”.

Si bien el líder chino Xi Jinping ha reaccionado asegurando que la economía de su país tiene “una fuerte resiliencia, una gran vitalidad y un tremendo potencial”, las cifras dicen algo distinto. Pese a que se esperaba que tras el fin de las severas restricciones impuestas a causa del Covid-19 -y que se extendieron hasta el año pasado- el país recuperaría su senda de crecimiento y el mundo recibiría un nuevo impulso económico, el crecimiento anualizado de la economía china a agosto pasado cerró en 3,2%, aún lejos del 5% proyectado por Beijing y menos de un tercio de lo que creció en los primeros 30 años desde el inicio de las reformas económicos. A eso se suma que el desempleo juvenil alcanzó cifras históricas, superando el 20%, en tanto que la crisis del sector de la construcción, principal motor de la economía china en las últimas décadas, se ha profundizado.

El país, además, debe hacer frente a una crisis demográfica -derivada de los efectos de la ya eliminada política del hijo único- que lo llevará a decrecer en población por primera vez en su historia, aumentando la presión por mantener a la tercera edad. Pese a todo ello, la respuesta de las autoridades chinas no solo ha sido lenta, sino que se ha visto agravada, según advertía la semana pasada The Wall Street Journal, por la creciente concentración de poder de Xi Jinping y su estrategia de aumentar la centralización de la economía china, dándole un mayor poder al control estatal. Todo ello hace pensar, según apuntó el economista Adam Posner en la revista Foreign Affairs, que no se trata de una crisis puntual, sino de “un problema sistémico” que obliga al mundo a prepararse a convivir con una economía china que no volverá a ser el motor que fue alguna vez.

De ser así, sus efectos serán especialmente graves para economías fuertemente dependientes de China o que mantienen una estrecha relación económica con el gigante asiático. Es el caso de Chile, cuyo principal socio comercial es precisamente China, país que concentra cerca del 35% de todo nuestro intercambio comercial mundial. Por ello, las autoridades y los distintos actores económicos deben seguir con especial atención el devenir de la situación china.

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