Señales de alerta para el sistema político
Si bien la última encuesta CEP confirma que hay señales de mayor moderación, a su vez constituye un evidente riesgo para la salud de la democracia que el gobierno, el Congreso y los partidos aparezcan tan desconectados de los problemas de la ciudadanía.
El último estudio nacional de opinión pública del Centro de Estudios Públicos (CEP), que comprende el periodo noviembre-diciembre 2022, entrega una serie de luces acerca de la marcha del país. En tal sentido, si bien hay algunas señales alentadoras, en particular aquellas que sugieren que el clima “octubrista” parece estar empezando a quedar atrás, en cambio asoma un preocupante deterioro del sistema político, donde gobierno, partidos políticos y Congreso aparecen con altos niveles de desconfianza, lo que debe encender una luz de alerta por las implicancias que ello conlleva para el devenir de nuestro sistema democrático.
El estudio es nítido en mostrar que la ciudadanía está particularmente pesimista respecto del momento por el que atraviesa el país. Así, el 35% de la población estima que Chile está “en decadencia” -el nivel más alto desde 2006-, y un 55% lo ve estancado, en tanto que apenas el 9% opina que está progresando. Por otra parte, el 64% califica de mala o muy mala la situación política actual, contra el 6% que la estima buena o muy buena.
Pero en paralelo se advierte que hay señales de mayor moderación y apego por el orden público, donde el 68% le da más valor al eje “que haya orden público y seguridad ciudadana”. En línea con esto, es llamativo el significativo aumento de la confianza en Carabineros, con un 46% (habiendo llegado a un 17% en diciembre de 2019), lo mismo que la PDI y las Fuerzas Armadas. La mayor parte sigue ubicándose en el centro político, disminuye en forma significativa la adhesión a ciertas formas de movilización como las protestas, y un 72% estima que nunca o casi nunca se ha de justificar la violencia para lograr cambios profundos en la sociedad.
Estas y otras señales que contiene el estudio van sugiriendo que la efervescencia que provocó el llamado estallido social a partir de octubre de 2019 va quedando atrás, probablemente en concordancia con el resultado del plebiscito de septiembre pasado, en que las voces refundacionales fueron desplazadas del protagonismo. Esta ventana debería ser aprovechada para avanzar en una agenda de soluciones a los problemas más acuciantes de la población -en primer lugar aparece la delincuencia, con el 60% (aumento de 10 puntos respecto del sondeo abril-mayo 2022), seguido de salud y pensiones-, pero es lo que probablemente la población percibe que no está ocurriendo, a la luz de la enorme disconformidad que se advierte respecto del gobierno, el Congreso y los partidos políticos. Tal desconexión del sistema político con la realidad se traduce en que los dos últimos estamentos se ubican en el fondo de la tabla en cuanto a confianza ciudadana, mientras que el gobierno solo logra un 16%, con una desaprobación a la gestión del Presidente Gabriel Boric que llega al 61%.
Esta manifiesta desafección es ciertamente una señal muy preocupante, porque en la medida que la población va perdiendo confianza en las instituciones más relevantes -y cunde el pesimismo- se abre espacio para el surgimiento de liderazgos populistas o incluso de corte autoritario. El estudio ya muestra algunas luces en ese sentido, pues apenas el 12% piensa que nuestra democracia funciona bien o muy bien, y si en 2019 el 64% estimaba que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, ahora solo lo piensa el 49%. Es urgente entonces que el sistema político vuelva a conectarse con la ciudadanía antes de que la situación se pueda tornar irreversible.
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