Sentido de pertenencia

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La reciente discusión en torno al pago de impuestos por los retiros de los fondos de las AFP no constituye solo un debate económico ni político. Naturalmente, siempre puede discutirse la conveniencia y oportunidad de cobrar impuestos y cuál ha de ser su monto. No deja de ser revelador de las motivaciones ideológicas detrás de la discusión que los sectores políticos que tradicionalmente han abogado por mayores impuestos, hoy se nieguen firmemente a ello. Pero en la reciente discusión no solo se ha disputado sobre su magnitud, sino que se puso en tensión la idea misma de tributo, y con ello salió a la luz algo más profundo aún.

El pago de impuestos tiene su fundamento en el hecho de que todos formamos una comunidad que exige, para mantenerse viva, la cooperación de todos. Sus miembros, al tener una vida compartida, están vinculados los unos a los otros de manera tal que la vida de cada uno impacta en la del resto. Así, la vida en comunidad supone cierta responsabilidad por ella. Hay, entonces, una serie de relaciones y responsabilidades recíprocas que encuentran su justificación en el hecho de la vida compartida. De ahí que deban pagarse ciertos impuestos para sustentar la vida de todos.

Pero esto puede ser percibido como una imposición si es que no hay un vínculo sólido con la comunidad a la que se pertenece. Dicho de otro modo, para entender lo anterior es necesario sentirse parte de algo más grande. En la medida en que se sabe que hay algo que es tanto propio como del resto, el sentido de pertenencia nos hace querer aquello de lo que formamos parte. En consecuencia, trabajar y sacrificarse por ello. Los sacrificios cobran sentido cuando se tiene la certeza de que valen por algo. Del sentido de pertenencia deriva la preocupación por los demás, pues se forma en virtud de aquello que se comparte un vínculo entre sus miembros que redunda en el cuidado del otro.

Quizás el gran drama de Chile es que los chilenos hoy no se sienten parte de un todo mayor. No hay nada que tengamos en común que justifique el cuidado de aquello compartido y de aquellos con quienes lo compartimos. Si no nos sentimos parte de lo mismo, ¿qué tenemos que ver unos con otros? El sacrificio por el país no tiene sentido alguno si es que ese país no significa nada para nadie. Tal vez nos hemos hecho tan esclavos del individualismo, que entre nosotros no hay siquiera el mínimo rastro de un mundo común.

¿Cómo justificar la responsabilidad de una industria por la comunidad en la que opera si es que ambas viven en mundos paralelos que no se tocan? ¿Cómo aumentar el número de votantes en las elecciones si es que no hay conciencia alguna de que el bienestar propio no es el único fin al que podamos aspirar? ¿Cómo justificar los impuestos si es que no hay nada fuera de uno que no valga la pena cuidar?

Es revelador que tras décadas en que las disputas eran sobre quién tiene que pagar cuántos impuestos, hoy sean precisamente ellos los que están tensionados. Una adecuada discusión de los impuestos pasará por recomponer el sentido de pertenencia mismo, descartando la mera instrumentalidad de los vínculos sociales y reivindicando las ideas de deberes recíprocos, sacrificio y cuidado por lo común que lo acompañan.