Separación de roles en cargo de “Primera Dama”
Es razonable avanzar hacia un esquema donde las funciones administrativas y protocolares asociadas a la pareja presidencial se separen y cuenten con una regulación apropiada.
La actual coordinadora sociocultural de La Moneda, Irina Karamanos, quien es pareja del Presidente de la República, confirmó que de aquí a fin de año espera dejar su rol en el gobierno, lapso en el cual debería diseñarse la fórmula para establecer la dependencia de las siete fundaciones que están a su cargo. Una de las posibilidades que se ha evaluado es que dichas entidades pasen a alojarse en los respectivos ministerios sectoriales, o bien que cuenten con mayor autonomía.
Inicialmente no era claro que Karamanos asumiera como “Primera Dama”, por los reparos que tenía hacia dicha institución; sin embargo, en enero anunció que asumiría el cargo, pero con el objetivo de reformularlo y adaptarlo a los nuevos tiempos. Es por ello que llamó la atención cuando trascendió que a fines de marzo, y por vía administrativa, se había reemplazado el estamento de “Gabinete de Primera Dama” por el de “Gabinete Irina Karamanos”, incluso ampliando sus funciones. La Moneda reconoció que se trató de un error administrativo y revirtió rápidamente dicha resolución, cambiando su denominación a “Coordinación Sociocultural”. Los anuncios recientemente formulados van en línea con el compromiso asumido, y permiten volver a poner en el debate público cuál debe ser el rol de la pareja o cónyuge presidencial.
El cargo de “Primera Dama” en nuestro país no está institucionalizado por ley ni tampoco es remunerado; sí cuenta con oficina en La Moneda, maneja un determinado presupuesto y cuenta con personal. Desde que se creó la Dirección Sociocultural de La Moneda, a comienzos de la década de los 90, con el fin de agrupar allí las fundaciones que dependen de la Presidencia, tradicionalmente el cargo lo ha detentado la cónyuge del Mandatario, con la excepción de los gobiernos de Michelle Bachelet, donde por el hecho de ser soltera designó a su hijo y a personeros externos.
En la experiencia internacional se pueden encontrar distintos modelos acerca de la figura de “Primera Dama”; así, mientras en Estados Unidos es un cargo institucionalizado y con funciones que van mucho más allá de lo protocolar, en el caso europeo el cónyuge o pareja del jefe de gobierno suele desempeñar un rol más bien protocolar, siendo habitual que siga abocado a sus actividades privadas.
En nuestro caso, si bien esta figura ha estado presente a lo largo de nuestra historia, el que los roles de acompañante del Presidente y las funciones administrativas asociadas al cargo hayan terminado confundiéndose en la misma persona a la larga probó ser una fórmula problemática -ilustrativo es el caso de lo ocurrido con Cema Chile, fundación que durante el régimen militar dependió directamente de la “Primera Dama”, y que terminó jugando un rol muy cuestionado-, lo que hace recomendable avanzar hacia un nuevo esquema en donde los roles protocolares y administrativos se separen y se regulen apropiadamente.
Así, es razonable que las fundaciones encuentren una nueva dependencia y se despersonalicen de la pareja o cónyuge de quien ejerza la Presidencia, debiendo apuntar hacia un esquema en que su manejo sea completamente profesionalizado. A su turno, debería quedar bien establecido cómo se detentará el rol protocolar de la pareja presidencial, donde para estos efectos parece perfectamente razonable que cuente con un presupuesto y dependencias en La Moneda. Un esquema así parece responder mejor al sentir de la época actual.
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