Sombrías perspectivas para economía chilena
Los negativos datos sobre crecimiento y empleo anticipan que se avecinan meses especialmente difíciles, lo que hace muy incierto que la recuperación pueda ser rápida.
La economía chilena se encamina a una de las peores crisis de los últimos 40 años. Después de los eventos del 18/O, que implicaron un cambio abrupto en las expectativas y dejó el crecimiento languideciendo en torno al 1% en 2019, la actividad había podido reponerse y sorprendió favorablemente al mercado en los meses de enero y febrero pasados.
Pero el Imacec de marzo vino a confirmar que el Covid-19 se está transformando en un nuevo golpe, esta vez más duro aún, para el repunte económico en el corto plazo. La caída interanual agregada de 3,5% en el tercer mes del año es la peor desde la crisis subprime, mientras que los sectores no mineros registraron un descenso de 4%, su peor desempeño desde la crisis asiática. El problema es que los estragos de la pandemia comenzaron su efecto solo en la segunda quincena de marzo, por lo que se espera que los meses de abril y mayo anoten retrocesos aún más pronunciados.
Esta menor actividad ya ha tenido un fuerte impacto en los niveles de desempleo. En el trimestre enero-marzo la tasa de desocupación escaló al 8,2%, su mayor nivel en una década, cuando la economía venía saliendo de la crisis financiera internacional subprime. En la práctica este mayor desempleo recoge íntegramente el efecto del estallido social, pero solo marginalmente el impacto que ha causado el coronavirus en la economía, por lo que perfectamente la tasa de desocupación puede escalar por sobre los dos dígitos en los próximos meses, sin considerar el efecto de los trabajadores suspendidos en el marco de la nueva Ley de Protección al Empleo.
Otros indicadores conocidos recientemente no ayudan a anticipar un cambio de tendencia en el comportamiento de los agentes privados en el corto plazo. El Índice de Percepción de la Economía que refleja la confianza de los consumidores -calculado por GFK- registró en abril un nivel (21,6) cercano al piso que alcanzó en la crisis asiática (18,2), reflejando la negativa disposición de las familias a adquirir bienes de consumo. Por su parte, la confianza empresarial se hunde también en terreno pesimista y llegó en abril al menor nivel histórico desde que existen cifras comparables, anticipando un paupérrimo comportamiento de la inversión en lo sucesivo.
Aunque los efectos de la expansiva política fiscal y monetaria están por materializarse en su total magnitud, es un hecho que el doble shock que afecta a la economía chilena tendrá un duro impacto en el sector privado, el que se prolongará en el tiempo si rebrota la violencia callejera y el populismo político. Todo ello hace voluntarista anticipar una recuperación relativamente rápida de la economía, y por lo mismo se requerirá de un sustancial esfuerzo para ponerla en marcha. Como nunca antes será fundamental que los líderes políticos contengan las expectativas y eviten exacerbar demandas sociales irreales y se conviertan, más bien, en garantes de la sensatez. Si, por el contrario, deciden alentar exigencias inalcanzables en materia de gasto fiscal o validan las permanentes asonadas a la institucionalidad, la salida de esta crisis será completamente incierta.