Toma en el Instituto Nacional
Es muy preocupante que las autoridades de la institución confundan sanos procesos de participación con una suerte de cogobierno de los estudiantes, naturalizando las vías de hecho como forma de presentar petitorios.
Nuevamente los alumnos del Instituto Nacional han convocado a un paro de actividades -luego de que así lo resolviera una votación entre los alumnos-, presentando un petitorio que abarca 15 puntos, entre ellos mejoras de infraestructura y aumentar la planta docente, pero también proveer de oferta de comida vegana, comodidades para personas neurodivergentes o flexibilidad en el uso de uniformes.
La dirección del establecimiento ha dado respuesta a dicho petitorio, y más allá de cómo esto se resuelva, lo cierto es que una vez más estas negociaciones se dan bajo medidas de presión por parte de los estudiantes, con la consecuente pérdida de clases. Considerando las múltiples jornadas de violencia que se han vivido solo este año en el Instituto -que han implicado la presencia de “overoles blancos” y vandalismo-, además de los paros, el establecimiento ya ha perdido más de 20 días de clases.
Se trata de un altísimo costo que debe soportar toda la comunidad estudiantil, la que injustamente ve privado su derecho a clases producto de acciones y formas de presión totalmente alejadas de la normativa como así también de lo que se esperaría de una institución educacional. Los paros y la violencia se han tornado prácticas recurrentes en los llamados liceos emblemáticos, y en el caso del Instituto Nacional la situación ha alcanzado niveles particularmente preocupantes. La sistemática pérdida de clases ya ha resentido el nivel académico de esta entidad -en la reciente PAES el Instituto ni siquiera figuró entre los 200 establecimientos con mayores puntajes-, lo que naturalmente también se está reflejando en sus niveles de matrícula, siendo ilustrativo que en el proceso finalizado a fines de febrero no lograra llenar todas sus vacantes.
A pesar de que representantes de los alumnos, así como las autoridades del liceo han reivindicado los procesos “democráticos” en la toma de decisiones, los resultados de todo esto distan de ser ejemplares, pues el hecho de que la forma de promover petitorios y demandas sea por la vía violenta o por caminos extrainstitucionales, y ello sea consentido por los responsables del establecimiento, supone una grave distorsión en la forma de canalizar el derecho de petición y en la forma de entender el rol que les cabe a los estudiantes. Estos están en procesos formativos, y siendo estimulante que su voz se haga escuchar en las distintas instancias, otra cosa es derivar a una suerte de cogobierno o sencillamente dejar entregada la suerte del liceo a la voluntad del alumnado.
Esta toma coincide con la llegada de la nueva rectora del Instituto Nacional. En entrevista con este medio, llama la atención la complaciente mirada que manifiesta respecto a este irregular proceder, justificando que el alumnado actúe en forma polarizada, pues el Instituto es también el reflejo de una sociedad que está en crisis. Tampoco parece aquilatar la gravedad de que operen cuadros como los “overoles blancos”, pues se trataría de un grupo de no más de 100 alumnos, de un universo de más de 3.700, por lo que la estrategia será la invitación al diálogo. Sin que sus autoridades se tomen en serio el combate frontal a las actuaciones violentas y el debilitamiento de las actuaciones dentro del marco institucional, el declive de la educación pública se ahondará cada vez más.
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