Un duro aprendizaje para el gobierno
Los problemas de gestión en el área de salud deberían resultar particularmente aleccionadores para el gobierno sobre las consecuencias que reviste haber nombrado a personas sin mayor experiencia en cargos clave del Estado.
Los duros cuestionamientos de que ha sido objeto el Ministerio de Salud, pero en particular la Subsecretaría de Redes Asistenciales, por el mal manejo en la emergencia sanitaria que se vive a raíz del colapso de las UCI pediátricas -que incluso llevó a que una menor muriera sin acceso a cama, pese a que en la Clínica Las Condes había disponibilidad-, ha logrado descomprimirse con la aceptación de la renuncia del exsubsecretario Fernando Araos, y la nominación de Osvaldo Salgado, militante PS y de dilatada trayectoria en el sector salud, quien entre otros roles fue el primer subsecretario de esta repartición.
Este caso debería resultar particularmente aleccionador para el gobierno del Presidente Gabriel Boric, el cual ha debido enfrentar una serie de incidentes y desbarajustes producto de haber colocado a personas sin mayor experiencia en cargos clave del Estado, los cuales requieren liderazgos con amplio rodaje ya sea profesional o político, algo que va más allá de una militancia política determinada. El carecer de los equipos adecuados no solo se ha traducido en un acelerado desgaste de esta administración frente a la ciudadanía y un cuestionamiento a la forma como se ejerce la gestión, sino también ha tenido severos impactos para la población o para los intereses del país.
Desde luego no se trata de un proceder que solo quepa reprochar al actual gobierno; el amiguismo, los cuoteos políticos o el tener que “pagar” favores a través de cargos públicos han sido males que han cruzado todas las administraciones, pero lo cierto es que ha sido bajo este gobierno donde los casos de impericia en puestos clave han sido más recurrentes, lo que probablemente se explica por la épica refundacional y cuestionadora de los “30 años” que sigue permeando en núcleos de la actual coalición de gobierno, lo que llevó a privilegiar en cargos de alta relevancia a jóvenes personeros con un marcado perfil ideológico.
Esta equivocada forma de entender las responsabilidades de Estado se vio con nitidez en el Ministerio del Interior, donde se designó en el cargo a una dirigente del Colegio Médico, pero sin ninguna experiencia en cargos de alta responsabilidad política y con una visión muy crítica del rol de Carabineros, además de sostener posturas ambiguas en relación con aquellos grupos que han pregonado la violencia política. Era evidente que un perfil así naufragaría, no sin antes haber generado negativas repercusiones para la ciudadanía, ante la falta de decisión para tomar medidas para restituir el orden público.
En Relaciones Exteriores, un ámbito donde en general los gobiernos han puesto sumo cuidado en contar con perfiles altamente profesionales, se han visto tropiezos insólitos, como jóvenes embajadores que han hecho declaraciones fuera de lugar, o la filtración de un audio desde Cancillería que comprometió la relación con Argentina. Además de la necesidad de cambiar de canciller, también hubo que reemplazar al ex subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, un reconocido crítico de la política de acuerdos comerciales que ha seguido el país, lo que se pudo apreciar en la errática forma en que se manejó el TPP-11. Y en Salud, un área fundamental para la población, es llamativo que haya sido necesario cambiar a la ministra y los dos subsecretarios que fueron nombrados originalmente, lo que da cuenta de las fallas con que se diseñó el perfil de quienes detentarían estos cargos.
El duro aprendizaje que ha debido tener el gobierno debería ser motivo suficiente para rectificar y aquilatar la importancia de una adecuada combinación entre juventud y la necesaria experiencia.
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