Un gobierno atrapado en sus “almas”

Gabriel Boric

Las dificultades de los partidos de gobierno para ponerse de acuerdo en el TPP11 revelan algo mayor: las pugnas internas impiden una conducción política coherente. El Presidente es el llamado a corregir este mal diseño.



Para cualquier observador debería resultar incomprensible la forma en que el gobierno y sus partidos se han entrampado en la tramitación del TPP11. Desde luego, se trata de un acuerdo comercial respecto del cual ya están los votos necesarios en el Congreso para su aprobación, un muy amplio espectro del arco político, empresarial y académico está a favor de suscribirlo, y países cuyos gobiernos son estrechos aliados del Presidente Boric ya son parte del mismo. Pese a todo ello, el Partido Comunista y el Frente Amplio insisten que no forma parte del programa de gobierno, mientras que el Socialismo Democrático da luces en favor de dicho texto. Entre medio, el jefe de Estado intenta mediar entre ambos bandos, por un lado refrendando que dicho acuerdo no es parte de los ejes del programa de Apruebo Dignidad, pero en paralelo buscando firmar acuerdos de solución de controversias con el resto de los países del TPP11, como condición para su ratificación por parte de Chile.

El lío interno que le ha significado al gobierno un tratado que a estas alturas no debería ser siquiera tema de debate dista de ser meramente anecdótico; en cambio, retrata en toda su dimensión una cuestión mayor, que al final es el problema de fondo que aqueja a esta administración: las crecientes dificultades para dar una conducción política coherente, cuya implicancia más evidente es la incapacidad para concentrarse en las preocupaciones que verdaderamente interesan a la ciudadanía.

Seguir retrasando el TPP11 es una muestra de que sectores de este gobierno todavía no logran asimilar el cambio de eje que produjo el resultado del reciente plebiscito, donde las consignas ideológicas de la izquierda radicalizada y aquellas visiones cargadas de maximalismo -que pudieron haber sido muy útiles en el período de campaña- han perdido significativa fuerza; se esperaría entonces que en el ciclo actual el gobierno y su coalición comprendieran mejor este momento y no siguieran atados a amarras que ya no representan al sentir mayoritario, y que por supuesto le impiden al gobierno focalizarse en lo realmente importante. Esta pérdida de conexión con la realidad resulta particularmente gravosa en el momento actual, cuando frente a la desaceleración global que se avecina -y de la que Chile no escapará- la agenda del gobierno debería enfocarse en medidas que faciliten la inversión y la generación de empleo, pero en cambio insiste en una reforma tributaria que desalienta la inversión y retrasa un acuerdo comercial que ampliaría significativamente las posibilidades para nuestro comercio exterior.

Es evidente que si el gobierno quiere aspirar a recuperar la conducción política y dar un mínimo de coherencia a su mandato, no puede seguir en la dinámica en que hoy se encuentra, donde la soterrada pugna entre las “dos almas” y las constantes jugadas particularmente del PC y sus sectores más afines para intentar demostrar quién tiene realmente el poder -cómo si no podría entenderse que el presidente del PC se arrogara el derecho de hacer anuncios sobre la Ley de Presupuestos, adelantándose al Mandatario- están siendo un lastre difícil de sobrellevar. Inevitable resulta preguntarse hasta dónde esta coalición está en condiciones de impulsar las reformas que ha comprometido, pues si en algo tan básico como el TPP11 le ha costado mucho alcanzar acuerdos, es dable suponer que en otros asuntos mucho más complejos las diferencias se podrían acentuar.

La principal responsabilidad de este diseño recae naturalmente en el Presidente, quien en vez de tomar las decisiones que corresponde en su calidad de líder de esta coalición para salir de este marasmo y dedicarse a gobernar pensando en el país, se desgasta en resolver pugnas internas proponiendo fórmulas para dejar satisfechos a los núcleos más radicalizados. No deja de ser llamativo que el propio Mandatario proporcionara una clave de cuál debería ser el camino a seguir, cuando en un foro que tuvo lugar el viernes reconoció que fue un error haber postergado tanto la discusión del TPP11. “Creo que ‘el mañana lo veremos’ es un error y, en política, y cuando uno gobierna, tiene que ser capaz de tomar decisiones con mayor claridad y no hablar principalmente a través de frases, sino a través de acciones”.

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