¿Un voto político o de principios?

Raúl Leiva, Raúl Soto, Marco Antonio Núñez y Gabriel Osorio

Hay dudas sobre la coherencia de la postura de sectores de izquierda de rechazar el texto del Consejo Constitucional por partisano y maximalista, dado que en el anterior proceso apoyaron una propuesta con esas características.



Ha generado controversia al interior del mundo de la izquierda los dichos de algunos representantes del Socialismo Democrático, quienes han manifestado su arrepentimiento de haber votado Apruebo en el plebiscito de septiembre del año pasado. Incluso uno de ellos señaló que “fue uno de los mayores errores políticos cometidos por la centroizquierda”. Entre las razones esgrimidas, se menciona que fue un texto maximalista, que no logró generar los acuerdos necesarios entre todos los sectores políticos y que ante ello se debió haber tenido más firmeza para exigir una mejor conducción del proceso.

Estos mea culpa se han formulado en el contexto del actual debate constitucional, que será dirimido en el plebiscito de diciembre próximo. La izquierda ha resuelto en bloque rechazar la propuesta del Consejo Constitucional, precisamente argumentando que se trata de un texto maximalista, que no consideró a todos los sectores y que busca imponer al resto del país una suerte de programa de gobierno que solo representa al mundo de la derecha. Quienes han expresado arrepentimiento por su “Apruebo” anterior han señalado que este cambio de opinión justamente busca reflejar un aprendizaje de los errores cometidos, que no deberían repetirse en el actual proceso, y de allí entonces el voto en contra. Fuerzas de izquierda que no se han retractado de su anterior voto “Apruebo” han coincidido plenamente en la idea de que no es conveniente respaldar un texto partisano.

Aun cuando con estas explicaciones lo que se busca es intentar presentar un voto coherente para justificar el rechazo a la actual propuesta, quedan dudas acerca de las verdaderas motivaciones sobre esta postura. Previsiblemente una de las razones más potentes de la izquierda para rechazar el nuevo texto que se propone al país es que el proceso tuvo esta vez preeminencia de los sectores de derecha -ello en virtud de la voluntad de la ciudadanía expresada en las urnas-, lo que ha llevado a enarbolar la bandera de campaña de que es la “Constitución de la derecha”.

Por supuesto que es perfectamente legítimo que un sector político rechace una propuesta si es que siente que sus ideas no están suficientemente representadas o que la oposición ha buscado imponer sus puntos de vista excluyendo otros. Pero si esa es la razón para rechazar, se trata entonces de un voto eminentemente político.

Por el contrario, si la principal motivación para rechazar un texto es que resulta improcedente una Constitución maximalista y que desuna al país, ello independientemente del color político que se trate, entonces las razones para votar en contra son de principios.

Ambas razones para justificar un voto -políticas o de principios- son perfectamente legítimas, y lo importante es que se transparenten con claridad frente a la ciudadanía. El problema de quienes argumentan ahora razones de principios para votar en contra -ya sea que renieguen o no de su anterior voto “Apruebo”- es que en el anterior proceso, a pesar de que se trataba de un texto manifiestamente maximalista, refundacional y partisano, no tuvieron mayor problema en ello. De allí que ahora surjan legítimas dudas de si es un voto coherente con asuntos de principios, o si en realidad es un voto político, lo que haría bien en explicitarse.

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