Una autocrítica que no llega
Los dichos de la presidenta del PPD han puesto el acento en un aspecto central de la actual coalición de gobierno, que sigue actuando sin haber recogido la autocrítica tras la reciente derrota electoral.
La entrevista que la presidenta del PPD, Natalia Piergentili, concedió a este medio ha generado amplias repercusiones políticas. En particular, su afirmación de que “si le quieres seguir hablando a los monos peludos, al 30%, a les compañeres, no creo que tengas ganas de hacer autocrítica”, generó una fuerte molestia dentro del oficialismo. Incluso la ministra del Interior -también militante del PDD- decidió reprender a Piergentili, por considerar que sus dichos resultaron ofensivos.
Las declaraciones de la timonel del PPD se insertan en un contexto más amplio: su cuestionamiento a que las fuerzas del oficialismo no han hecho una autocrítica profunda a raíz de la abrumadora derrota que experimentaron en las recientes elecciones de consejeros constitucionales. “Cuando Apruebo Dignidad dice ‘tenemos que volver al programa’. ¿A cuáles proyectos del programa? (…) ¿Qué nos importa más: terminar sacando una reforma con estos mínimos o hacer un saludo a la bandera?”. Hizo ver que en la medida que las fuerzas de gobierno se sienten conformes con “ese 30%, que es mi grupo objetivo, que es el mismo de la primera vuelta de Boric”, entonces no se ve necesidad de una autocrítica, en circunstancias que en su visión resulta indispensable centrarse en el diálogo político para sacar adelante las reformas y mejorar la gestión.
Ninguno de estos aspectos de fondo parece haber sido recogido en las críticas que se han formulado hacia Piergentili, en circunstancias que apuntan a una debilidad medular del actual gobierno. La evidente pérdida de capital electoral y la desaprobación ciudadana hacia la gestión gubernamental son el reflejo palpable de una pérdida de conexión con las verdaderas demandas de la ciudadanía -claramente encabezadas por los temas de inseguridad, inmigración descontrolada y las carencias que se observan en aspectos cruciales como las bajas pensiones o los problemas para acceder a una salud de calidad-, donde después de una derrota tan elocuente cabría haber esperado que los esfuerzos del gobierno se comenzaran a centrar precisamente en ello, tal que dichas prioridades fuesen el centro de la gestión en el tiempo venidero.
Pero en cambio parece estar sucediendo lo opuesto, pues dentro de la coalición de gobierno -especialmente el Frente Amplio y el PC- se empecinan en volver sobre el programa de gobierno original, presionando incluso para que el gobierno tome más riesgos en materia de gastos, como sería insistir en la condonación del CAE, pese a que el Fisco no cuenta con recursos para ello. Dentro de ese sector hay quienes estiman que debido a que en esta elección obtuvieron más votos que el Socialismo Democrático, no habría razón para seguir renunciando a sus ideas fuerza. Y por lo mismo esperan que en la cuenta pública del Presidente, que tendrá lugar la próxima semana, estos énfasis se vean reflejados en la hoja de ruta que se trace.
Claramente aún no parecen haberse internalizado las implicancias de la derrota, y el error que supone seguir aferrado a un programa que ya perdió la adhesión ciudadana. Ilustrativo de este extravío es que el reproche de la ministra del Interior hacia Piergentili se centrara en las repercusiones de sus dichos, pero no recogiera el planteamiento de la autocrítica. Tampoco se escuchan propuestas rectificatorias en una tarea tan central como recuperar un robusto crecimiento económico. El voluntarismo que exhibe el propio Presidente de la República al hacer un llamado a la banca para facilitar los créditos al sector de la construcción pasa por alto que en la medida que el propio gobierno no despeje las erráticas señales que ha enviado al mundo de la inversión, el crédito no fluirá con facilidad. La próxima cuenta pública debería ser la oportunidad para demostrar que las lecciones se han aprendido.
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