Una Constitución fraterna e integral
No cabe duda, de que vivimos un periodo crucial en nuestra historia, que nos invitara a enfrentar este proceso constituyente de una manera fraterna e integral, en un equilibrio armónico entre lo humano, lo social, lo económico y lo ambiental.
Si hay algo que ha quedado claro con la presencia del covid es que todo está conectado. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer provoca un efecto en nuestra vida, nuestro entorno y nuestra sociedad. Y en ese sentido, muchos de los problemas sociales, económicos y ambientales que hoy enfrentamos podrían ser consecuencia de un sin número de decisiones y omisiones que han provocado un desequilibrio sostenible que arrastramos como país y humanidad por mucho tiempo.
Horarios de trabajo que ya no terminan, salarios que no logran cubrir los ingresos mínimos para una vida digna; ollas comunes y carencias extremas; discriminación y segregación; falta de áreas verdes; una crisis hídrica inminente, montañas de basura y plástico de mascarillas y otros insumos sanitarios; un sistema de salud copado y que no logra resolver a tiempo las dolencias, y finalmente una gran brecha digital que impacto en el acceso a educación de calidad que todo niño requiere, son solos algunas de los desafíos sustentables que sufre hoy nuestra Casa Común y que nos invitan a una reflexión profunda sobre ¿Cómo queremos vivir en adelante?
Llego el momento de replantear el futuro con otros ojos. Con una mirada integral, de ecología integral, que nos haga co-responsables de las decisiones y omisiones que forjen ese futuro, poniendo nuevamente al centro al ser humano, pero en esta oportunidad en armonía con sus pares y con el entorno. Esa es la invitación del Papa Francisco que nos planteó desde Laudato si, Querida Amazonía y Fratelli tutti, y que también recoge el trabajo colectivo de diferentes profesionales y académicos católicos plasmado en “Diálogos por Chile: 60 desafíos para una renovada convivencia nacional”, para ser un aporte en la transformación que viviremos en Chile y que esperamos que los futuros constituyentes recojan y hagan propia.
Debemos escribir la carta magna colocando en su centro la dignidad y respeto por la vida y las personas, así como el cuidado y protección del entorno, y los servicios que de él obtenemos. Pues no hay futuro de uno sin el otro. Y hacerlo, con la actitud fraterna del Samaritano, que va en rescate (de su prójimo) dejando sus propias prioridades de lado, con libertad de decisión y actitud de servicio, invirtiendo tiempo e incluso recursos para abordar soluciones a los problemas de ese prójimo, que en el fondo somos todos nosotros.
Es tiempo de debatir y plantear una constitución que facilite nuevas formas de producción, consumo y modelos circulares; que promueva estilos de vida sencillos, participativos y colaborativos, donde el éxito de unos repercuta en el éxito y felicidad de todos. Y también esquemas económicos solidarios, que aseguren el bienestar, los derechos humanos y estándares aceptables de vida para todos.
Una constitución que proteja los servicios ecosistémicos de nuestro país, y que plantee mitigar los efectos y las causas del Cambio Climático, potenciando un mayor desarrollo de energías renovables y las innovaciones en esa materia, como por ejemplo el Hidrógeno Verde. Y que finalmente valore la diversidad de nuestras culturas y personas, especialmente de los pueblos originarios que son pieza central de preservación de nuestras tradiciones.
No cabe duda, de que vivimos un periodo crucial en nuestra historia, que nos invitara a enfrentar este proceso constituyente de una manera fraterna e integral, en un equilibrio armónico entre lo humano, lo social, lo económico y lo ambiental.
*Columna de opinión escrita por Pablo Vidal, gerente General Sustenta+, vocero de Voces Católica y coordinador medioambiente “Nuestra Mesa”.
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