Una nueva farsa del régimen venezolano

Venezuela's President Nicolas Maduro meets with Elvis Amoroso, head of the CNE, in Caracas
REUTERS/Leonardo Fernández Viloria TPX IMAGES OF THE DAY

El abierto fraude electoral diluyó por ahora las esperanzas de cambio en ese país y exige a la comunidad internacional redoblar sus esfuerzos para evitar que esta vez la dictadura logre su objetivo.



El régimen de Venezuela repitió el domingo un guion conocido. Pasada las cero horas del lunes, cuando el cansancio de la larga jornada electoral se apoderaba de la población y debilitaba sus capacidades de reacción, el Consejo Nacional Electoral (CNE) entregó finalmente los primeros resultados de las elecciones presidenciales, dando como ganador a Nicolás Maduro por 51,2% de los votos, frente a un 44,2% del candidato de la oposición Edmundo González, con el 80% de los votos escrutados. Incluso el titular del CNE aseguró que “una agresión en contra del sistema de transmisión de datos” había sido la causa de la demora en la entrega de los resultados, como forma de sostener el evidente fraude cometido por la dictadura que diluyó las esperanzas de quienes confiaban que los comicios podían marcar el inicio del fin del régimen.

El hecho de que los datos recogidos por la oposición sobre la base de las actas disponibles en las mesas electorales mostraran que el candidato de ese sector había obtenido cerca del 70% de los votos, frente a poco más del 30% del actual gobernante venezolano, tampoco fue argumento suficiente para que la dictadura no alterara abiertamente las cifras, atribuyéndose un triunfo que contradice además por amplio margen todas las encuestas reputadas dadas a conocer antes de los comicios. Como ya había sucedido en los comicios de 2013 o en la decisión de cerrar la Asamblea de mayoría opositora elegida en 2015, el régimen volvió a demostrar su falta de pudor cuando se trata de mantenerse en el poder.

La oposición había presentado las elecciones del domingo como la oportunidad más cierta para derrotar finalmente al chavismo tras 25 años, utilizando sus propias reglas del juego. Sin embargo, los hechos volvieron a demostrar que el régimen no solo no está dispuesto a dejar el poder, sino que además pretende utilizar todos los recursos disponibles para conservarlo. Un hecho que instaló una profunda sensación de desesperanza en una población que había logrado ilusionarse con la posibilidad del cambio y que ayer en la tarde comenzó a salir a protestar contra el fraude. Un escenario que no solo adelanta una eventual nueva ola migratoria de venezolanos en la región, sino que también prevé un endurecimiento del régimen, que no solo anunció una investigación criminal contra la líder de la oposición por supuestamente “boicotear” el sistema de transmisión de datos electorales sino que además ayer en la práctica rompió relaciones diplomáticas con siete países de la región, incluido Chile, al expulsar a su personal diplomático.

Si bien es cierto que el apoyo de China y Rusia -que ya reconocieron el triunfo de Maduro- es una ayuda clave para que el régimen siga en el poder, es fundamental que el resto de la comunidad internacional -y en especial la región- redoble su presión contra el gobierno venezolano. En ese sentido, el Presidente Boric actuó con prontitud y fue claro en anunciar que no reconocerá ningún resultado que no sea verificable, una posición refrendada por la UE y en un grado menor por EE.UU. y Brasil. La región debería sumarse como bloque a esa posición y mantenerla con firmeza, pese a los intentos habituales del régimen por dilatar su respuesta y apostar al cansancio.

La dictadura no solo ha hipotecado el futuro de los venezolanos, sino que ha generado severos efectos a nivel regional por el éxodo masivo de sus habitantes. Por ello, recuperar la democracia en ese país no puede ser únicamente responsabilidad de sus habitantes.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.