Una reforma al sistema político ahora en entredicho
Es una mala señal para el país que una reforma indispensable para nuestra democracia empiece a perder fuerza entre los partidos. Decidor es que el propio Presidente Boric aparezca frenándola, probablemente cediendo a la presión del PC.
staba todo dispuesto para que el miércoles el senador PS Alfonso de Urresti presentara un proyecto de reforma al sistema político, el que contaría con la firma de senadores de distintas corrientes, dando muestras de amplia transversalidad. Sin embargo, ello debió ser postergado, pues inexplicablemente el apoyo a la iniciativa fue perdiendo fuerza, sobre todo entre los partidos del oficialismo. Según reveló este medio, incluso el propio Presidente de la República le hizo ver directamente a De Urresti la conveniencia de “esperar un poco”, entre otras razones por la necesidad de que una propuesta de este tipo sea lo más transversal posible.
El giro que se ha producido en materia de reforma al sistema político resulta particularmente preocupante, porque a pesar de ser una modificación indispensable para la buena salud de nuestro sistema democrático, las señales que se han dado esta semana sugieren que podríamos estar frente a los primeros intentos para torpedear esta reforma incluso antes de que se presente. Esto resulta extraño, considerando que expertos del oficialismo y la oposición venían sigilosamente trabajando en el diseño de una reforma, incluso con el consentimiento de La Moneda, por lo que se asumía que esta vez había una amplia disposición para dar este paso en el Congreso.
Entre otros puntos, la propuesta del senador De Urresti contempla establecer un umbral mínimo del 5% para que un partido acceda a representación parlamentaria, así como la pérdida del escaño en caso de que un parlamentario renuncie al partido por el que fue electo, todo ello en consonancia con los acuerdos que transversalmente se habían alcanzado en la Comisión Experta y luego en el Consejo Constitucional, en el marco del segundo proceso constituyente. Ningún cambio de fondo al sistema político podría dejar de establecer estos puntos, porque de lo contrario sería muy difícil combatir la atomización que hay dentro del Congreso -con una veintena de partidos-, lo que termina afectando gravemente la gobernabilidad.
El Partido Comunista es uno de los estamentos que ha empezado a endurecer sus críticas hacia esta reforma en los últimos días, haciendo ver que la falta de acuerdo en el Congreso no se resolverá por el hecho de que se disminuya el número de partidos, cuestionando además el umbral de 5%, por estimarlo elevado y que podría llevar a replicar lo que era la conformación de fuerzas bajo el sistema binominal. Este cambio de postura no deja de llamar la atención, considerando que el propio timonel del PC había declarado la intención del partido de contribuir a reformar el sistema político. Muy probablemente esta jugada responde a que el PC se está empezando a dar cuenta de que esta reforma perjudica sus propios intereses, considerando que un escenario altamente atomizado le facilita mantener importantes cuotas de poder e incidencia pese a no ser el partido más votado ni con mayor número de parlamentarios. Es fácil aventurar que esta postura crítica del PC sea lo que al final explique por qué el Presidente aparezca súbitamente echando pie atrás y ahora sostenga que “no es el momento”.
Este cambio tan abrupto de postura por parte del jefe de Estado -sobre todo considerando que él mismo dijo hace unos días que bajo su gobierno sí se impulsaría un acuerdo para reformar el sistema político- solo parece atribuible a las presiones que está recibiendo desde la interna de su coalición, en particular desde el PC, y al deseo del Mandatario de no abrir un nuevo flanco con dicha colectividad. Sorprende que el Presidente Boric esté consintiendo esto sin medir las implicancias que conlleva para él y su gobierno, considerando que con su llamado a la postergación no solo está contribuyendo a echar a pique una reforma que claramente necesita nuestra democracia, sino que también está poniendo en riesgo acaso el único legado más concreto que podría dejar su administración, además de la equívoca señal que se proyecta cuando un partido aparece doblándole la mano al propio jefe de Estado y ejerciendo un grado de influencia incontrarrestable.
Lo cierto es que los zigzagueos de La Moneda, así como de partidos relevantes como el PS y otros, abren una enorme incertidumbre sobre la verdadera voluntad que existe para reformar el sistema político, y como mínimo la ciudadanía tiene derecho a saber si lo que se ha comprometido públicamente se materializará o no. Es valorable en todo caso que exista un grupo de parlamentarios dispuestos a levantar este tema -De Urresti es quien claramente está tomando el mayor riesgo político, al aparecer a la cabeza de la iniciativa-, cuyos esfuerzos deben ahora necesariamente redoblarse, donde también cabría esperar una voz más clara por parte de la oposición.
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