Venezuela: riesgo de una nueva oleada migratoria

Colchane

Es acertado que el gobierno ya empiece a preparar escenarios ante un posible éxodo de venezolanos ante la crisis que vive dicho país, pero es claro que los caminos de solución deben necesariamente coordinarse a nivel regional.



El incierto escenario que se cierne sobre Venezuela a raíz del previsible fraude en las elecciones presidenciales del domingo pasado -donde Nicolás Maduro fue reelecto con el 51% de los votos, desafiando todos los pronósticos electorales que indicaban un amplísimo triunfo del candidato opositor- ha encendido las alarmas en toda la región, ante el temor de que un empeoramiento del cuadro político y económico del país pueda generar una nueva oleada de migrantes venezolanos. Cerca de ocho millones de personas han abandonado dicho país en los últimos años -coincidiendo con el deterioro del cuadro económico de Venezuela, especialmente a raíz de la hiperinflación-, de los cuales más del 80% han llegado a países de la región.

Chile figura entre los países que más migrantes venezolanos ha recibido en los últimos años -de hecho, ha pasado a ser la colonia más masiva, explicando casi un tercio de la población total de migrantes que habita en el país-, lo que obliga a diseñar urgentemente una estrategia que permita enfrentar el desafío que podría sobrevenir, conjugando los intereses del país, pero a la vez incorporando dimensiones humanitarias. La ministra del Interior reconoció la inquietud del Ejecutivo por este tema, y de hecho ya se han empezado a tender los primeros contactos con otros países de la región.

La masiva llegada de migrantes al país en tan poco tiempo ha traído una serie de repercusiones, algunas de ellas favorables -como el hecho de que la mayor parte se trata de personas jóvenes, dispuestas a incorporarse al mercado laboral-, pero también ha traído aparejado efectos que la población percibe muy negativamente, especialmente en materia de seguridad, pues el alto número de personas que ha entrado de manera irregular también ha dado pie para el ingreso de personas que vienen a delinquir. La presencia de peligrosos carteles internacionales asociados al crimen organizado ha sido otra de las manifestaciones indeseables, y que han contribuido fuertemente a desencadenar una crisis de inseguridad.

Los alcaldes de comunas fronterizas también han alertado de las complejas consecuencias que podría traer para sus localidades otra oleada de extranjeros, especialmente tratándose de personas que llegan en completa vulnerabilidad, por el riesgo de que se instalen nuevos asentamientos precarios, generando un fuerte impacto social. El explosivo aumento de los campamentos en el país en buena medida es la consecuencia de extranjeros que carecen de medios para un mínimo sustento. Abordar todas estas necesidades implica mayor gasto público, pero en un contexto de estrechez en las arcas fiscales pensar en recursos adicionales se torna políticamente muy complejo.

El país debe por lo pronto comenzar a reforzar el control sobre sus fronteras, pero es evidente que ante una nueva oleada migratoria ello es del todo insuficiente -es previsible que en todas las fronteras comenzarán a desatarse crisis humanitarias-, por lo que resulta evidente que los caminos para enfrentar este dilema deben necesariamente coordinarse a nivel regional, algo que hasta aquí no ha ocurrido. Sin perjuicio de las medidas humanitarias, entrega de visas y estrategias de seguridad que se puedan adoptar a nivel continental, es indispensable presionar para que el régimen venezolano permita elecciones verdaderamente transparentes, pues sin una salida política tampoco será posible una solución de fondo al problema.