Paula 1218. Sábado 28 de enero de 2017.
1. LA SEXUALIDAD PRIVADA
Uno no se casa, nunca, todo. ¿Qué significa no casarse todo? Que siempre hay que guardar un pedacito de intimidad que no se comparte. Y eso incluye tener una sexualidad privada. En ese sentido siempre somos algo infieles, lo que no significa que lo seamos con otro, sino que pasa por nuestras fantasías o por prácticas onanistas. En general, la masturbación representa resguardar ese lugar privado: una para ti y otra para mí. El porno y el sexo con la luz apagada –que para muchas mujeres no es una forma de cartuchismo sino la necesidad de cerrar los ojos para pensar en alguna fantasía– también son parte de lo mismo.
2. NO ME RESPETES EN LA CAMA
En la cama tiene que haber otro pacto, un pacto distinto a la relación en sí, ya que el sexo requiere de cierto grado de objetualización del cuerpo; el erotismo humano es fetichista. Aunque se trate de una pareja feminista o de educación muy conservadora, si no hay un juego que aguante la falta de respeto en el erotismo, el sexo puede volverse una práctica mecánica o bien, quedar sometido a la ternura, que dificulta acceder a gozar del otro. La sexualidad es una actividad humana que porta rasgos primitivos, de ahí que poder darles lugar en la relación implica que debe haber un pacto de cuidado. Cuando decimos en el ring "hazme mierda", puede ser muy erótico, pero en la medida en que sabemos que estamos protegidos, y que esa dinámica no se replica fuera de la cama.
3. SUSTITUTOS SEXUALES
Hay que asumir que el paso del tiempo y la estabilidad en una relación no son amigos del deseo sexual. Pero no hay que asustarse ni suponer que es una enfermedad o falta de amor. En tiempos de vacas flacas se puede recurrir al humor para atravesar el momento con sustitutos sexuales, que varían desde comer juntos e ir al cine hasta armar un proyecto juntos. Lo cierto es que hay parejas que pueden tener sexo en la palabra. Si una pareja no tiene ganas de tener sexo pero sí de seguir juntos, el acuerdo debe ser no presionarse y aceptar el ritmo propio de la relación. Hoy parece un pecado, pero hay parejas felices sin sexo.
4. EL PACTO TIENE QUE SER RENOVABLE
El pacto respecto de las prácticas sexuales debe ser renovable. Las parejas olvidamos que con el tiempo cambiamos. Por ejemplo, hay quienes nunca se atreven a proponer nuevas coreografías en la cama porque suponen que la pareja tiene los mismos prejuicios que al comienzo. O al revés, hay quienes no pueden hacer el duelo de que la fogosidad del comienzo de una relación difícilmente retorne.
5. EL SEXO NO ES SIMÉTRICO
El erotismo masculino tiende a ser más fetichista, es decir, goza tomando al otro como objeto sexual, y el erotismo femenino disfruta de su estatus de ser deseable. Estas eróticas no están determinadas por la anatomía genital, y pueden estar presentes en las parejas hetero y homosexuales. El punto entonces es que hay que entender que no gozamos de manera simétrica. Puede ocurrir que ahí donde uno acabe, recién para el otro comience el momento más erótico. Hay quienes gozan justamente en el instante extra en que el otro no puede dar más, y logran sacarle un poquito más de pasión o de palabra.
6. EL VERDADERO PREÁMBULO (O PREVIA)
Esto corre sobre todo para el lado masculino. La previa no significa estimular el clítoris durante cuatro horas, sino que significa el erotismo cotidiano que les permita ahorrarse esas cuatro horas de lata. A veces una relación corta puede salvar tu relación. Cuando disminuye el deseo sexual, las relaciones sexuales suelen ser menos frecuentes y más cortas. Y suponer que para reactivar la sexualidad hay que recurrir a la previa eterna o al disfraz o a alguna otra ortopedia, suele ser un error. Son las cuestiones que hacemos en la relación fuera de la cama, las variaciones en el modo de vincularse, las que puede despertar el deseo.
7. HAZLO POR INGLATERRA
Cuando comienza a aparecer la diferencia en relación a la frecuencia sexual en la pareja, la recomendación es: el que no tenga ganas de hacerlo, siga el consejo que le daba su mamá a la reina Victoria: "cierra los ojos y hazlo por Inglaterra". No desde la posición de víctima sino de la de dar un poco a tu pareja. No hay que dejar al otro sin nada. Y el que esté del lado de los que tienen demasiadas ganas, acuda más a su sexualidad privada y no asfixie al otro buscándolo todo el rato, porque lo que eso genera es que el otro no alcance a sentir que tiene ganas. Menos, que le vuelva el deseo.
8. ÉL (ELLA) NO ES SU FAMILIA
Lo que hace que la sexualidad sea un tema tan sensible es que ella implica una operación complicada: hay que ser dos en uno. Por un lado, cuando hacemos familia con alguien comenzamos a vincularnos de una manera fraternal, lo que es muy cómodo, pero con eso a la vez hipotecamos el deseo sexual ya que nadie quiere revolcarse con su familia (o casi nadie). Entonces, tenemos que seguir sosteniendo que esa persona con la que compartimos la vida y las miserias no es nuestra sangre para poder mirarnos con la distancia que requiere el desearse. Esta división es algo a lo cual cada uno debe estar dispuesto en la pareja.
9. LA TRAMPA DE LA LIBERACIÓN
Los tiempos de la represión sexual hace rato que van quedando en el olvido. Lo cierto, es que hoy escuchamos hablar de sexo anal en los matinales. Pero la trampa es que la represión está lejos de ser el único mecanismo de control humano, lo es también la instalación de discursos que determinan cómo se debe gozar. Actualmente, circula una sensibilidad hipersexual que supone que entre más sexo más saludable. Esto convierte al sexo en una nueva imposición. Casi lo subversivo sería plantear que no se quiere tener sexo. Hay que cuidarse de estas narrativas en pareja, porque entonces aparecen las decepciones por la performance del otro, o la falta de deseo, que son leídas como incapacidades. Hay que permitirse tanto jugar a porno star como al sexo tipo La pequeña casa en la pradera, que también marca etapas en una pareja.
10. LA CONVERSACION MÁS SUCIA
Esto es lo que me gusta dejar para el final, porque todo lo anterior no sirve para nada si uno no logra resolver "la conversación más sucia" y más pornográfica que uno puede tener: la de las platas, la división de la plata en la familia. Freud decía que la plata es un sustituto del sexo en lo inconsciente. Pero es sucio hablarlo de partida. Genera mucho pudor aceptar que uno quiere dinero. Toleramos mostrarnos deseosos sexualmente, pero jamás ganosos en relación al dinero. El dinero en la cultura representa algo sucio, el pecado de la codicia. Nos enseñan desde niños a no tocar el dinero por sucio. Es el pecado verdadero, es lo más cochino que uno tiene. En sicoanálisis decimos que en todos los casos, el problema del dinero siempre es un tema.