Más que una App de citas, es una herramienta para mí
Este mes se cumplen #10AñosDeTinder. Les pedimos a nuestras lectoras que nos compartan sus experiencias en esta aplicación de citas para –a través de sus historias– dar cuenta de cómo Tinder y otras aplicaciones han cambiado nuestra forma de vincularnos. Durante este mes compartiremos algunas de sus historias. Aquí una de ellas.
“Tengo 26 años y soy una mujer feliz y viajera; fotógrafa, arquitecta y soltera hace 8 años. Experiencias con Tinder he tenido miles. Buenas, malas, innecesarias, de mucha expectativa y otras de cero interés. Haciendo un cálculo he asistido a casi 25 citas, desde una en el extranjero con un brasileño, hasta con un hombre 20 años mayor que yo. Con total seguridad puedo decir que conozco muy bien esta aplicación. Y aunque podría hablar horas de las divertidas anécdotas de las distintas citas, prefiero enfatizar en mi disposición personal al momento de “jugar” al swipe; porque no siempre me enfrento a esta App con el mismo estado de ánimo, ni con el mismo objetivo en mente.
Hay veces en que me he sentido toda una diva. Merecedora de medallas y coronas y, por tanto, siento que ningún hombre es lo suficientemente “mino” para mi. Esas veces he terminado cerrando la aplicación a los cinco minutos. O a veces pasa que en ese pequeño lapso de tiempo, te das cuenta de que el único hombre con el que hiciste match, es un completo pelotudo que tiene un discurso repetido y de lo más cursi.
En otros momentos una se siente toda simpática, tierna, con ganas de darle una oportunidad hasta al chico con las peores fotos, porque todos te parecen tiernos. Este estado es peligroso, porque en algún punto idealizas lo que ese chico podría llegar a ser sin siquiera conocerlo, solo quieres ganar ese ‘golden ticket’ que te va a asegurar un “peor es nada” o incluso, con suerte, un novio. En estos casos uno suele tener 10 match, que terminan en cinco conversaciones; se concretan solo dos citas y –como partimos mal, idealizando– lo más probable es que ambas terminen siendo un fiasco.
Ocasionalmente también me he metido cuando –como dicen mis amigas– ando con un ‘diente largo’. Ahí los swipe de aprobación son varios. Matchs después de las 21:00 hrs. en búsqueda de un buen carrete, de compañía; o los de madrugada, solo para terminar juntos la noche en un after.
También están los días en que una se siente insegura, pero por alguna razón, juegas igual. Y revisas tus fotos miles de veces. No te gustan tanto, pero las amigas te suben el ánimo y te dicen que están bien. Pero este es un mal momento para entrar a Tinder, porque la inseguridad no es buena compañera. Te pone en un lugar vulnerable, y se corta la magia, porque las energías están bajas. En esos días, nunca he hecho match, o al menos con nadie que realmente me interese.
Algunas veces me ha pasado que me envicio y comienzo a probar con todos los algoritmos posibles: 2 km, 7 km. Pienso en fórmulas, poner la dirección de la playa, cambiar la edad. He buscado de 26, 25, hasta de 22 ‘¿Será muy poco?’, pienso. Luego me contesto a mí misma, ‘sí, son inmaduros’. Entonces me paso al otro extremo, y busco un sugar daddy mayor de 50. Una vez me resultó con uno así, no era muy sugar eso si. Pero en todas encontré buenas anécdotas y sobre todo, distintas salidas, panoramas y conversaciones que me encantaron.
No lo niego, también han habido días en que he querido borrar Tinder. Cuando pienso que es superficial, que trae malas experiencias; cuando me insegurizo y no sé cómo hablar, qué decir o cómo empezar una conversación. Alguna vez he borrado la aplicación y también la cuenta, pero siempre vuelvo. Y es que sumando y restando, en estos ocho años de Tinder he pasado por diversos estados. Y mi conclusión es que, más que una App de citas, es una herramienta para mí: ya no busco validarme por la cantidad de matchs que tengo (como quizás sí lo hice en un comienzo), ahora lo ocupo como un aliado, para buscar lo que necesito, según cómo sienta. Hay dias y dias. Tanto como para nosotras como para ellos”.
María tiene 26 años y es fotógrafa.
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