Paula 1193. Sábado 13 de febrero de 2016.
Las cabañas Vista al Lago se ubican en Ensenada, a orillas del lago Llanquihue, en medio de un bosque. Ahí se hospeda la familia Visser en pleno: los patriarcas Loes (77) y Paulus (73) en una cabaña. Mientras sus tres hijos, Pieter, AnneMarie (Mimi) y Friederike (Fifi), ocupan otras tres, con sus respectivos cónyuges e hijos. En total los Visser suman 17 personas. Y, a simple vista, podría parecer que se trata de una familia holandesa que viene a hacer turismo en el sur de Chile. Pero no es así. Ellos están haciendo un viaje a la memoria, porque en diciembre se cumplieron 30 años desde que Maarten, el segundo de sus hijos, se perdiera en estas tierras. "Treinta años son una razón más que suficiente para venir todos a Chile", explica el padre, Paulus.
Maarten tenía 18 años, había terminado el colegio y quería viajar. Tuvo la intención de ir a India, pero sus padres le aconsejaron cambiar de destino, porque India les parecía peligroso. Optó por venir a Sudamérica. Trabajó en un barco que lo trajo hasta Brasil. Y de ahí siguió recorriendo, solo, Paraguay y el sur de Argentina. Estuvo en Bariloche, desde donde los llamó el 5 de diciembre. Sus padres recuerdan que se oía contento y que les dijo que cruzaría a Chile. Alcanzó a estar dos días antes de desaparecer. Cautivado por la imponencia del volcán Osorno, se hospedó en el refugio Teski, un club andino que hay en el macizo. Era verano, había sol y el 12 de diciembre le dijo a la gente del refugio que iría a dar una vuelta y sacar unas fotos, porque era aficionado a la fotografía. Nunca regresó.
Diez días después, el 22 de diciembre de 1985, llegaron dos policías a la casa de los Visser en Rotterdam a golpearles la puerta; les dijeron que Maarten estaba desaparecido en Chile. "Así supimos que algo terrible había pasado", dice Paulus. Ese mismo día viajaron a Chile a buscar a Maarten. Fue la primera vez.
Paulus y su mujer, Loes, vienen a Chile todos los años. Loes trae consigo varios papeles: un mapa de la zona, una hoja plastificada con los nombres y los datos de cada persona con la que han tenido alguna vinculación en la búsqueda de su hijo: guardaparques, detectives, periodistas. Y los afiches que ella misma ha confeccionado. En ellos hay varias fotografías de Maarten y esta leyenda: "Desapareció. Mide 1.84, es flaco, tiene el pelo rizado, cejas anchas, ojos color café, pantalón azul marino, jersey de lana de Angelmó, zapatillas North Star, mochila pequeña, una cámara Olympus y un reloj Seiko. Era miope y llevaba lentes con montura de metal". El afiche tiene, además, anotado el mail, teléfono y dirección de los padres en Holanda.
Loes come rápidamente una empanada de pollo y queso mientras ordena los papeles y selecciona algunos afiches. Luego se abriga con una chaqueta –es una mañana lluviosa en Ensenada– y junto a su marido e hijas sale a hacer un recorrido. Se detienen en el supermercado Los Volcanes y con un castellano chapuceado –no ha logrado aprender bien el idioma– le explica a la mujer que atiende el negocio, que es la madre de un joven holandés que se perdió en estas tierras hace 30 años y que le gustaría dejar un afiche en el ventanal que da a la calle.
–Usted es la madre del holandés perdido: todos aquí conocemos esa historia, dice la vendedora.
La madre instala el afiche. Luego camina hasta la tenencia de carabineros de Ensenada, que está a unos metros, y saluda al carabinero Ojeda que está de turno. Loes le explica que le gustaría dejar ahí un afiche de su hijo perdido. El carabinero la lleva hasta el diario mural y ahí está un afiche idéntico que los Visser dejaron el año pasado.
–¿No han tenido alguna noticia, encontrado o sabido algo?, pregunta la madre.
–No, nada, responde el carabinero.
–No lo olvide, cualquier cosa que encuentren, avísenos.
–Claro, le avisaremos.
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Desde las cabañas donde se hospeda la familia Visser, cuando está despejado, se ve el volcán Osorno: grande y nevado. Y en más de una ocasión, mientras Loes se sienta en un tronco a contemplar la vista junto a su hija Fifi, observa el macizo y dice: "Han pasado treinta años y no sabemos qué pasó con Maarten".
El guardaparque Sergio Hernández estaba de turno en el volcán Osorno el día que desapareció Maarten y es una de las personas que los padres suelen visitar cuando vienen a Chile. "Yo ese día lo vi pasar. Como a las dos de la tarde. Había buen tiempo, pero después se nubló", dice Hernández.
Los padres han escuchado decenas de veces el relato del guardaparques, pero siempre lo hacen con atención, como si algo que no hayan detectado pudiera aparecer en ese relato. "El volcán es grande y si no se toman las precauciones, es fácil perderse (…). Al final de ese día, los del refugio me vinieron a avisar que no había vuelto. Fue ahí que le avisé a mi jefe del sector y se inició la búsqueda al otro día con la gente de Conaf, Carabineros, Socorro Andino", agrega Hernández, quien hoy es guardaparque en los saltos del Petrohué.
Esa primera vez que vinieron a Chile buscando al hijo perdido, los padres fueron recibidos por el cónsul de Holanda en Puerto Montt, que los llevó a hablar con la policía. Luego los subieron a un helicóptero y les mostraron desde el aire lo peligroso que era el volcán. "Antes de que nosotros llegáramos, el tribunal de Puerto Montt declaró que había muerto en un accidente y cerró la causa sin haber encontrado nada de Maarten y sin haberlo encontrado a él", dice Paulus.
La policía le entregó la mochila que había dejado en el refugio, pero les llamó la atención que faltaban 4 rollos de fotos, una agenda y un librito. "Recibimos las cosas que faltaban después en Holanda, a través del embajador. Pero los rollos de fotos venían velados, lo que nos pareció muy extraño".
Paulus y Loes sienten que tienen dos vidas: una que continúa en Holanda y otra que está detenida en Chile. "Siempre es duro venir a Chile. Pero lo es aún más irse con las manos vacías", dice la madre.
Son cinco las personas, incluido Maarten, que se han perdido en el volcán Osorno y nunca han sido encontradas; todas extranjeras. "En el volcán hay un glaciar que está a 2.300 metros de altura. Ahí nacen muchas grietas; algunas angostas y otras enormes, con 30 metros de profundidad. Son irregulares, con socavones y escalones de hielo", describe Claus Peter Stange, jefe zonal del cuerpo de Socorro Andino de la X Región y quien participó en varias búsquedas de Maarten, dos de ellas muy grandes que se realizaron en 2005 y 2006, y en las que 18 montañistas barrieron una amplia zona. Encontraron restos de huesos y zapatillas, pero al ser analizadas y comparadas con el ADN de los padres, se descartó que fueran de Maarten.
"Hoy en día, Socorro Andino cree fehacientemente que él se atrevió a aventurarse ahí, perdió pie, se resbaló y se cayó a una grieta. Y el problema de las grietas volcánicas es que son como seres vivos. Se van moviendo. Porque todo el manto glaciar de los volcanes del mundo se mueve", dice Peter Stange y recuerda que ese día el joven holandés andaba solo, apenas abrigado con una polera y sin equipo de seguridad.
Y agrega: "Frecuentemente vamos al glaciar, porque nos sirve para practicar autorrescate y ascenso. Y todos los montañistas que ahí practican conocen la historia de Maarten. Si alguna vez alguien hubiera sabido o encontrado algo, hace rato que los padres tendrían alguna noticia".
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Paulus, el padre, revuelve un té con miel en la cabaña de Ensenada y dice que los primeros años ellos creyeron que Maarten había tenido un accidente en el volcán. "Pero luego apareció otra pista, muy inquietante", afirma y calla.
En 1990 alguien los escuchó en una entrevista y los llamó para decirles que tenía que hablar con ellos; se encontraron con esa persona en Puerto Montt. "El hombre estaba nervioso, fumaba y tenía un corte de pelo militar. Nos dijo que había huido de Colonia Dignidad y que nuestro hijo estaba ahí. En ese momento no teníamos idea qué era Colonia Dignidad", cuenta Paulus.
"Yo estaba desesperada, porque no hablo bien castellano y no sabía cómo preguntarle por mi hijo. Él nos describió un tamaño un poco más grande de la estatura de Maarten y nos dijo que no hablaba bien castellano; pero nosotros encontramos que Marteen sí hablaba bien. Entonces nos quedó esa duda", dice la madre. "También, ese hombre nos dijo su nombre, pero cuando fuimos a rastrearlo al Registro Civil resultó ser falso. Es decir, nos dio una identidad falsa", agrega.
Los padres reconocen que al ser extranjeros y no entender bien castellano y la idiosincrasia chilena, varias veces les ha hecho más difícil la búsqueda de respuestas. "Obviamente, cuando uno es extranjero no conoce el camino, no conoce a nadie, es muy difícil. Por eso al principio se avanzó muy despacio, éramos muy ignorantes en cómo funcionaba el sistema", dice Paulus.
Y Loes agrega: "Además, nosotros suponíamos que si una persona se perdía en Chile, el Estado tenía la obligación de buscarlo. Por eso no iniciamos una acción judicial".
En 2003, los padres le enviaron una carta contando de su situación a la reina Beatriz de Holanda, que venía a Chile en una visita de Estado en la que se reunió con el presidente Lagos, a quien le planteó la situación. También, Amnistía Internacional le hizo llegar al presidente Lagos una carta con firmas de parlamentarios y organismos de derechos humanos de todo el mundo, para que se esclareciera el caso Visser. Al tiempo, el juez Juan Guzmán abrió una causa y viajó hasta el volcán Osorno, donde Socorro Andino hizo una extensa búsqueda.
También investigó la pista de Colonia Dignidad, pero no se logró concluir nada.
"¡Ni una pista! Nada", alega Loes, la madre.
En diciembre vino la familia Visser en pleno: los padres, los hermanos, los sobrinos; 17 personas en total, porque se cumplían 30 años desde que Maarten se perdió. Sus papás aún lo buscan.
Por su cuenta, Paulus y Loes han ido varias veces a Colonia Dignidad. Y se han encargado de entrevistar a ex colonos. Uno de ellos es Erwin Fege, que fue jefe de seguridad y huyó junto a su esposa. Hoy vive en una parcela en Puerto Octay. Llueve a cántaros la tarde de diciembre en que los padres, acompañados de sus dos hijas, Fifi y Mimi, lo visitan. Fege los recibe afectuosamente, como si se tratara de unos parientes que vienen de lejos a visitarlo. Su mujer les sirve galletas glaseadas que ella misma ha preparado. La amabilidad se vuelve tensa cuando Loes le dice que vienen acompañados de una periodista. "Hablo muy mal castellano por eso solo hablaré en alemán", me dice. Toda la conversación se desarrolla en alemán, hasta que al momento de despedirse, me permite hacerle una pregunta:
–¿Recuerda haber visto a Maarten o algún joven extranjero de características similares en Colonia Dignidad?
–No, nunca vi a un joven así. Nunca, dice en perfecto castellano.
El volcán Osorno es peligroso, porque tiene grietas profundas. Socorro Andino ha hecho varias búsquedas. Foto: Hernán Asencio.
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A 1.685 metros de altura del volcán hay una cruz en honor a Maarten Visser. Hoy es una cruz de metal, pero la primera, la que puso su padre con el nombre tallado, era de madera. Hasta ahí suben cada año Paulus y Loes a ponerle flores. Pero esta vez la visita a la cruz es especial: porque ha venido toda la familia y han caminado dos horas a pleno sol, ya que la silla del centro de esquí no estaba funcionando.
"Ha sido duro el ascenso, especialmente para mis padres, que ya están mayores", dice Fifi, que lleva un ramo de flores rojas.
Fifi es periodista y en 2005 –justo cuando se cumplían 25 años de la desaparición de Maarten– hizo un documental sobre la persistente búsqueda de sus papás del hermano perdido. Para hacerlo, viajó junto a un sonidista con sus padres a Chile y los acompañó en su recorrido habitual, en el que visitan los últimos lugares donde fue visto Maarten y se entrevistan con las personas que han estado vinculadas al caso. Twee Levens se llama el documental y quiere decir dos vidas. "Porque hay una vida que continúa para nosotros en Holanda y otra que, especialmente para nosotros, los padres de Maarten, está detenida acá en Chile", explica Loes, la madre. El documental fue exhibido en Chile en la televisión y en varias localidades de Puerto Montt.
El 12 de diciembre de 1985 Maarten dijo que iría a caminar y sacar fotos al volcán Osorno. Al atardecer en el refugio se preocuparon: no había vuelto.
Es un momento emotivo. Están todos ahí, a 1.685 metros de altura, con una vista espectacular hacia el lago Llanquihue, rodeando la cruz. Melle, de 17 años, el hijo mayor de Fifi, lee un poema. Él, al igual que su hermano y sus primos, creció sabiendo que tiene un tío, al que no conoció, que se perdió en Chile. También vieron muchas veces el documental que hizo Fifi. "A veces pienso que son la segunda generación que carga con esto. No es que sea algo pesado para ellos. Pero está ahí, como lo está para nosotros", dice Fifi.
Los más jóvenes descienden a paso ligero por el majestuoso volcán. Pero Paulus y Loes se quedan un poco más junto a la cruz, acompañados de sus tres hijos, en silencio. Mimi les agradece por la dedicación con que han buscado a Maarten y también por los seis días espléndidos que ha pasado toda la familia en Chile. Este es su último día en Ensenada y planean hacer un asado de despedida por la noche. Luego, la generación más joven de los Visser partirá a Pichilemu a surfear. Mientras Loes y Paulus regresarán a Holanda.
"¿Es lindo Pichilemu?", pregunta Paulus, quien en sus más de 30 viajes a Chile buscando a Maarten no ha conocido nada más que Puerto Montt y los alrededores del volcán Osorno. Ni siquiera ha cruzado a Chiloé. "Es que venimos con la mirada puesta en Maarten: venimos a Chile para saber qué pasó con él", dice Paulus y Loes agrega: "Siempre es duro venir hasta a Chile. Pero lo es aún más irse con las manos vacías".·
Mira aquí el documental Twee Levens (dos vidas) sobre la desaparición de Maarten Visser.