No tener un empleo seguro, es decir, un trabajo formal o permanente, es una fuente de inestabilidad económica y alto estrés para cualquier persona, pero sobre todo para quienes deben sostener a sus familias e hijos. Esto, sin duda, repercute en el bienestar y desarrollo de niños y niñas tanto a nivel de seguridad económica como en términos emocionales, y es la preocupante realidad del 33% de los niños/as que viven en hogares monoparentales con jefatura femenina.
De acuerdo al Primer Informe Nacional del Bienestar de la Niñez del Observatorio Niñez, un 30% de los niños/as viven en hogares donde los cuidadores no tienen un empleo seguro, y este porcentaje aumenta en grupos particulares como es el caso de los hogares monoparentales con jefatura femenina. Esto evidencia la brecha laboral que existe no sólo en términos de género, sino también por maternidad: las mujeres, a diferencia de los hombres, tienen grandes dificultades para desarrollarse laboralmente cuando se convierten en madres o cuando anuncian que lo serán. Esto, sumado a que las labores de cuidado recaen principalmente en ellas, lleva a muchas mamás a transitar a la informalidad o a tener empleos con bajas remuneraciones y poca estabilidad, ya que tienen que hacerse cargo por sí solas del cuidado de sus hijos/as enfrentadas a un mercado laboral que poco las apoya.
¿Cómo podemos esperar que se desarrolle integralmente un niño cuyo hogar no cuenta con una estabilidad tan básica como es el empleo? La falta de un empleo seguro en un hogar tiene repercusiones que exceden lo económico, pues también implica falta de seguridad social y un alto nivel de estrés emocional, lo que influye negativamente en el desarrollo de la mujer que es madre. Si esta mujer que es el sostén de su hogar tiene que enfrentarse a este tipo de dificultades, las consecuencias se extenderán también a sus hijos y su bienestar.
Junto con avanzar en corresponsabilidad parental en los cuidados, es necesario que seamos capaces de dimensionar la corresponsabilidad social que tenemos con la crianza. Las mujeres no pueden seguir siendo castigadas y excluidas del mercado laboral por convertirse en madres; al contrario, requieren de todo el apoyo social para poder sostener sus hogares. No podemos seguir dejándolas solas, pues con eso, abandonamos también a sus hijos/as.