Aborto espontáneo: ¿Por qué sigue siendo tabú?

Aborto espontáneo Paula



En una columna de opinión publicada el 25 de noviembre en The New York Times, la duquesa de Sussex, Meghan Markle, relató por primera vez cómo había sido la mañana de julio en la que sufrió un aborto espontáneo de su segundo embarazo. “Sabía que mientras abrazaba a mi primer hijo, estaba perdiendo al segundo”, escribió.

Su relato dio la vuelta al mundo en pocas horas y si bien su condición de integrante de la familia real británica tuvo una innegable incidencia en eso, el alcance global parecía también deberse a otra cosa: Markle estaba hablando de una situación que muchas mujeres experimentan y pocas hablan. Su relato apelaba a un evento demasiado común que se sigue viviendo en soledad. Tal como lo dijo ella: “A pesar de lo común de este dolor, la conversación sigue siendo tabú, plagada de vergüenza injustificada y perpetuando un ciclo de duelo solitario”.

Al día siguiente los medios internacionales ajustaron sus pautas y dieron a conocer la historia de la duquesa. Muchos, además, quisieron reparar la deuda: Siendo una realidad tan cotidiana, ¿por qué no se había abordado con naturalidad? En The Guardian, por ejemplo, la socióloga y especialista en género, Zeynep Gurtin, explicó que pese a que una de cada cuatro mujeres aproximadamente ha tenido un aborto espontáneo, el 85% de ellos ocurren durante el primer trimestre, antes de que la mayoría anuncie públicamente su embarazo. Por lo mismo, muchas veces las mujeres gestantes optan por atravesar la pena en silencio porque nunca nadie supo que estuvieron embarazadas.

Pero a eso, como explican los especialistas, se le suman otros factores que perpetúan el círculo del silencio: primero, un amplio desconocimiento generalizado respecto a la salud sexual y reproductiva. Y segundo, y por sobre todo, una sociedad que concibe a la mujer únicamente en su rol reproductor y que por ende la culpa, e incluso criminaliza y sanciona, cuando su gestación no ha salido de la manera esperada. “Durante los últimos 15 años, como parte de mi investigación sobre diferentes experiencias de reproducción, he entrevistado a innumerables mujeres que soportaron sus abortos espontáneos en silencio, obligadas a negociar el abismo entre su experiencia emocional y la expectativa social de continuar”, escribió Gurtin en su columna.

Y es que, como explica la antropóloga e integrante de la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir y miembro de la Mesa Acción por el Aborto en Chile, Siomara Molina, la falta de una educación sexual integral en nuestro país permite que el aborto no sea asimilado como lo que es: parte de la vida reproductiva de las mujeres.

A eso, se le suma la sacralización a nivel social de la maternidad: una imagen construida que determina que el rol principal de las mujeres es el de ser madre. “Si eso no funciona, se lee como si hubiesen fallado en su propósito o como si no se hubiesen desarrollado plenamente como mujeres. Y ahí surge la culpa. Esto tiene relación directa con un imaginario social que nos entiende como madres y cuerpos reproductores”, señala. “Se trata en definitiva de la maternidad versus la sexualidad, y de esta imagen que las mujeres son despojadas de su erotismo para ejercer la maternidad. Eso se traduce en un marco cultural en el que es aceptado hablar de embarazo, parto y maternidad, pero no se habla de enfermedades de transmisión sexual, del aborto, de la anticoncepción o las dificultades del embarazo”.

Es difícil hablar de cifras específicas. A nivel mundial, se dice que entre 9 y 15% de los embarazos confirmados pueden resultar en abortos espontáneos; que un tercio terminan en aborto espontáneo antes de la semana 12; y que, como menciona Markle en su columna de opinión, en una pieza de 100 mujeres, de 10 a 20 han experimentado un aborto espontáneo alguna vez en sus vidas. Pero aun así, como explica Molina, no se pueden abordar con plena exactitud. “En las cifras de aborto espontáneo que se registran en los Centros de Salud en Chile, están también las cifras de las interrupciones voluntarias, dado el contexto criminalizador y penalizador del aborto que existe en Chile. En ese sentido es irresponsable hablar de cifras sin considerar ese elemento que desdibuja la realidad”.

Porque, como explica Débora Solís, directora ejecutiva de la Asociación Chilena de Protección de la familia (APROFA), una gran cantidad de mujeres vive abortos espontáneos sin siquiera saberlo, por lo tanto quedan fuera de la atención de salud. Y de aquellas que sí lo saben, muchas temen que se cuestione su involucramiento o que hubo algún grado de decisión voluntaria en ese aborto. “Muchas mujeres que sufren de abortos espontáneos llegan a nuestra consulta con un grado elevado de estrés porque creen que las van a enjuiciar y culpabilizar, porque siempre existe la duda de que ella tuvo algo que ver en ese aborto”.

Como explica la matrona Marcela Puentes, directora de la Escuela de Obstetricia y Neonatología de la Universidad Diego Portales y especialista en género, el aborto espontáneo se define como la interrupción natural del embarazo antes de cumplir las 20 semanas de gestación, siendo el periodo más común antes de las 12 semanas. La mayoría de las veces ocurren por algún defecto genético e inviabilidad del embrión, pero, como explica la especialista, lo complejo es que dado el contexto legal y cultural de nuestro país, cuando las mujeres sufren un aborto natural, se sienten de alguna manera responsables de lo ocurrido. Y a esto se le suma la poca contención por parte de los equipos médicos para decirles que los abortos naturales son también parte de los procesos fisiológicos. “Esto sigue siendo un tabú, porque se sigue cuestionando a la mujer como causante de esa pérdida. Y eso hace que hablar de aborto sea difícil. Hay además toda una concepción emocional ligada a esto, sobre todo cuando el embarazo era deseado; hay expectativas e ilusiones que a veces se ven truncadas, lo que provoca estados de disforia y mucha tristeza. Habría que develar el tabú y acompañar a esas mujeres en ese proceso”, explica.

Es, como señala Puentes, una realidad a la que una gran mayoría de mujeres han sido expuestas, pero aun así la tendencia predominante es la de ocultarla. “Las pérdidas reproductivas son normales, deberían verse como un proceso natural de nuestra especie, pero reconociendo en la mujer el grado de impacto y afectación psicológica que provocan”.

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