El primer encuentro de Claudia Romero con el abuso sexual infantil fue hace más de 20 años. En ese tiempo trabajaba como psicóloga educacional en un colegio y no contaba con ningún tipo de formación respecto al tema. “El abuso sexual no era algo que estuviese incluido en la malla curricular universitaria”, recuerda la psicóloga. Así, sin herramientas específicas para enfrentar uno de los temas más complejos en relación a la salud mental de niñas, niños y jóvenes, Claudia tuvo que tomar el caso de una niña de 13 años quien, a través de una carta, denunciaba un abuso de parte de su padrastro. “En ese momento este tema era tierra de nadie”, cuenta. Las autoridades del colegio en el que trabajaba le dieron la libertad para tomar acción o, simplemente, dejar la denuncia solo en eso, una acusación. “Sentí un deber moral por hacer un seguimiento”.
A partir de esa experiencia, Claudia decidió especializarse en un área de la psicología que conlleva una enorme carga emocional y que, además, no siempre tiene desenlaces positivos. Hoy cuenta con amplia experiencia no solo como psicóloga infanto-juvenil sino que, además, como perito en casos que han sido llevados ante tribunales. También se ha desempeñado como formadora y relatora realizando intervenciones dirigidas a padres y alumnos en colegios que se enfrentan a crisis producto de abusos sexuales.
¿Cuáles son las primeras señales de alerta de abuso sexual en niños?
Hay diferentes indicadores que son señales, es decir, síntomas y signos objetivos en el ámbito físico y conductual. Una detección oportuna implica conocer estos indicadores, identificar esta sintomatología traumática para generar espacios de consulta adecuados. Lo difícil está en que, a diferencia de lo que pasa con otras formas de abuso físico, los indicadores de abuso sexual no son igualmente objetivables. Son situaciones en las que es excepcional constatar lesiones físicas. Por eso el principal indicador en niños de un abuso sexual es su propio relato.
Además de ese relato, hay señales físicas que se pueden observar en algunos casos como enfermedades somáticas, dolores abdominales recurrentes, dificultad para caminar, caída del pelo, volver a orinarse cuando era algo que ya había controlado. También hay conductas que muestran un cambio en la víctima como masturbación compulsiva, juegos con connotación sexual, lenguaje obsceno, curiosidad sexual inusual, hiperactividad motora, trastornos del sueño, mirada ausente, entre otros.
Ante estas señales en niños, ¿cuál debiese ser el primer paso para abordar un posible abuso sexual?
A pesar de que el relato de abuso sexual por parte de un niño tiene una gran especificidad, que habla de temas que no corresponden a su etapa de desarrollo psíquico, psico-sexual ni las experiencias vividas, pocas veces es tomado en cuenta. Tanto por las personas que los escuchan por primera vez como también por las autoridades que intervienen. Por eso, cuando un niño o adolescente debela un abuso sexual, lo que debemos hacer es acogerlo de inmediato. Ojalá que el adulto pueda guardar la calma para transmitir que entiende que esto es muy difícil, que la víctima está siendo valiente al hablar. Hay que evitar culpabilizar con frases como “¿por qué no me dijiste antes?”, o “¿por qué lo aceptaste?”. Hay que recordar también que siempre en el abuso sexual infantil hay una asimetría de poder con el abusador.
Luego de esos primeros pasos se pueden abrir espacios para seguir hablando, cada vez que el niño lo quiera. Respetando claramente sus ritmos para después tomar las acciones reparatorias.
¿Hay riesgo de inducir a una confesión de un abuso que no es real?
Más que inducir a una confesión, el riesgo es comenzar a poner en palabras del adulto lo que pasó. Cuando el niño da una primera alerta es común que los padres comiencen un cuestionamiento de cómo fue, cuándo fue, quién. Es importante que, antes las primeras señales y sospechas, se haga lo posible por recurrir a especialistas para primero estabilizar emocionalmente a la víctima y que progresivamente pueda ir ampliando el relato y entregando más detalles. No se le fuerza ni se le obliga. Porque eventualmente los niños van ampliando su relato y aportando información que le va dando más credibilidad al testimonio.
¿Cómo se ayuda a construir el relato de un niño sin incitar a crear un testimonio ficticio?
La reconstrucción se va haciendo desde el leguaje propio del niño. A través del juego por ejemplo o del arte terapia. Desde ese lugar los niños y adolescentes van armando la narrativa. Se usa también bibliografía que les permite ir conectando con ciertas cosas, dando sentido a su testimonio pero siempre comprendiendo que esto no es algo que arma el terapeuta. Lo reconstruye la víctima acompañada de una figura que la valida, la visibiliza y que le cree.
¿Qué factores que tienden a inhibir una confesión de parte del niño abusado?
Algo que influye poderosamente son los sistemas a los cuales la víctima ha estado expuesta. Ahí pueden haber habido fallas, negligencia, sistemas familiares poco atentos, poco disponibles. Eso hace que, una vez que el niño debela el abuso, pueda haber una negación posterior o incluso una retractación. Es muy importante estar atentos a eso. Otro elemento que inhibe la debelación es que los niños perciben madres frágiles. Entienden que la confesión va a gatillar una crisis. Y, efectivamente, por lo general hay una ruptura. Pero eso no lo provoca la víctima sino que lo provoca el agresor. Pero los niños tienden a culparse a sí mismos por eso. Sienten que el hablar de lo ocurrido va a generar cambios económicos, de casa, de colegio, entre otros.
¿Los adultos tienden a evitar involucrarse ante la sospecha de abuso sexual hacia un niño?
Desde el punto de vista del adulto que escucha un relato de abuso, se genera una carga de dolor compartida que es tremenda. Hay una voluntad, que es inconsciente de terceros oyentes, de negar apelando al deseo de no ver, de no oír cuando se es testigo. Porque lo contrario implica tomar una posición. Ser testigo hace que sea moralmente imposible mantenerse neutral, implica tomar acciones.
¿Qué recomendaciones darías a adultos que sospechan que un niño ha sido víctima de abuso sexual?
Lo primero es entender que los efectos se amortiguan cuando se cree, se apoya y se protege. Y, por el contrario, los efectos pueden verse agravados cuando se descalifica la debelación, se toma partido por el abusador o se induce directa o indirectamente una retractación para negar lo que ocurrió. Es importante para los padres que tienen una sospecha el pedir ayuda. Debemos consultar para poder evaluar a ese niño, evaluar las conductas para evitar que se perpetúe el secreto. Porque, lo que promueve finalmente la sanación, es la verdad y el reconocimiento.