LA PREGUNTA

"Desde hace un tiempo comencé a cuestionarme si estoy criando bien a mi hija. Tiene nueve años y siento que soy muy aprensiva con ella. Mi justificación es que cuando yo tenía más o menos su edad, sufrí abuso sexual. Esto es algo muy personal que no comparto con nadie, pero me he dado cuenta de que auto valido mi aprensividad bajo el argumento de que, gracias a eso, ella se ha salvado de vivir esa terrible experiencia. Aun así dudo si lo estoy haciendo bien.  Por eso me gustaría saber ¿cómo se debe criar a una niña cuando la mamá sufrió abuso sexual?

Romina, 33 años, dueña de casa. 

LA RESPUESTA

Según la psicóloga y coordinadora del área de investigación de la Corporación Miles, Stephanie Otth, lo primero que hay que aclarar es que no todas las mujeres que han vivido una experiencia de abuso sexual necesariamente desarrollan una patología o un trauma. "Esto es relevante porque uno tiende a patologizar los efectos que pueden tener estas experiencias y pensar que toda persona que sufrió una situación así, está condenada a vivir un infierno. Obviamente hay que estar atenta a dificultades como las que enfrenta Romina, que son reactivas a su vivencia particular, pero es importante no generalizar", explica.

En este sentido, una buena forma de afrontar nuestras dudas es intentar reconocer los sentimientos que hay detrás. "Las aprensiones pueden estar significando ciertas ansiedades o temores de que algo malo ocurra, y si no los abordamos de manera correcta, ojalá acompañadas, corremos el riesgo de construir vínculos inseguros con otras personas que, dado el caso, pueden ser justamente nuestros recursos para poder sortear otras situaciones difíciles".  Esto se refleja en que el deseo de proteger o cuidar a esta niña podría derivar en que la madre no le entregue las herramientas necesarias para que ella pueda confiar o recurrir a otros y vea al mundo como un lugar hostil del que siempre hay que defenderse.

Para explicarlo, la experta hace referencia al concepto 'conciencia lúcida'. Se trata de establecer vínculos de confianza con otros, pero de manera clara, donde los peligros puedan ser considerados. "La idea de un vínculo seguro a veces tiende a idealizase y eso es dañino, porque las micro transgresiones que van ocurriendo antes de que el abuso se vuelva corporal son sutiles y difíciles de captar. Por eso la lucidez que uno puede transmitirle a las hijas de cómo ir advirtiendo esas situaciones es mucho mejor que intentar mantenerlas en un círculo de cristal en que nadie las pueda tocar".

Respecto a la posibilidad de contarles la experiencia de abuso a las niñas, lo primero que hay que tener en cuenta es si la madre está preparada. "Un abuso sexual es una experiencia muy personal. Para dar ese paso debe haber hecho el trabajo emocional de transitar por esta vivencia y poder resignificarla", dice la psicóloga Stephanie Otth. Y agrega: "estas experiencias se solían vivir de una manera muy íntima y con mucho secreto familiar, pero es bueno constatar que de a poco se han ido sacando del ámbito de lo privado a espacios más públicos. A algunas mujeres les funciona mejor una terapia, a otras juntarse con otras mujeres que han pasado por lo mismo; sea cual sea la elección, estos espacios sirven para evitar pensar que eres la única a la que le ocurrió y que por eso es tu culpa. Ese acto reparatorio de conversarlo con otros te permite después poder enfrentarlo de mejor manera con las hijas".