Bien sabemos que en la medida que vamos avanzando en las distintas etapas de las carreras profesionales, nos encontramos con una reducción progresiva –y evidente– en la participación de mujeres. La famosa fuga en la tubería, o ‘leaky pipeline’, como acuñaron las y los investigadores estadounidenses que estudian las brechas de género en lo académico, especialmente en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), y que han establecido como principales factores que siguen perpetuando y reforzando este fenómeno, el cómo seguimos concibiendo, a nivel social, las labores domésticas y de cuidado y, por consecuencia directa, la falta de tiempo de las mujeres para poder profundizar en sus carreras.
Por lo mismo, según plantea enfáticamente la académica de la Pontificia Universidad Católica y fundadora y miembro del directorio de Educación 2020, Fernanda Ramírez, era tan importante que se mantuviera cerrada la brecha escolar, porque se trataba de la única etapa en la vida académica en que mujeres y hombres parecían estar desempeñándose de igual manera en las asignaturas STEM. Y por lo mismo, tan preocupante que ahora, luego de la pandemia, esta brecha que se mantuvo pareja durante años, haya vuelto a aumentar.
Y es que así lo demuestran los resultados del Simce 2022 –la medición más reciente y la primera en realizarse desde 2018– cuyos resultados fueron publicados el jueves pasado. Rendida en noviembre de 2022 y con una participación de casi 500.000 estudiantes y 7.900 establecimientos educativos, la prueba estandarizada evaluó a estudiantes de 4° básico y II medio en las asignaturas de lenguaje y matemática.
¿Qué se develó? Como explica Fernanda, los resultados mostraron una baja en general –esperable tras un periodo de escolaridad remota– en el rendimiento de todo el estudiantado, específicamente en la prueba de matemática, que en II medio tuvo una baja de 12 puntos comparado con el 2018.
Pero a eso se le suma que quienes fueron mayormente afectadas, fueron las niñas. Y es que los resultados develan que existe hoy una clara brecha de aprendizaje entre niñas y niños en matemática. Si en 4° básico esa diferencia había sido mínima –casi nula– durante los últimos 7 años, hoy la diferencia es de 10 puntos menos para las niñas. En II medio, luego de 4 mediciones en las que no había habido mayor diferencia, la brecha actual es de 7 puntos.
Frente a estos datos, Fernanda no puede dejar de pensar en las consecuencias que esto podría tener a futuro. En 2005, cuando entró a estudiar ingeniería civil industrial de pregrado, las matrículas que correspondían a mujeres constituían solo el 10% del número total. Ese porcentaje ha aumentado a nivel nacional –hoy un 21% de las matrículas de ingeniería y tecnología corresponde a mujeres– pero sigue siendo bajo. Especialmente si consideramos que el promedio en países de la OCDE es de un poco más del 30% (en Estados Unidos, en particular, un 36% de las personas que estudian carreras STEM son mujeres).
Por eso, cualquier movimiento que atente en contra de disminuir la brecha debería despertar alerta. “No estábamos bien preparados para entrar a una pandemia, y todo se agravó”, reflexiona Fernanda. “Pero lo que creo que no estamos hablando lo suficiente es el efecto de arrastre que puede llegar a tener esto; se trata de una brecha que no se queda únicamente en el colegio, ya que puede limitar a las niñas en cuanto a lo que las motiva, su auto percepción, la elección de carreras, sus eventuales sueldos y finalmente precarizar su futuro laboral”.
¿Cómo explicamos que haya vuelto a aumentar esta brecha de aprendizaje entre niñas y niños específicamente en matemática?
Es difícil hacer una relación causal exacta, pero lo que sabemos es que la pandemia tuvo una incidencia mayor en las niñas y mujeres en cuanto a las labores domésticas y de cuidado, en caso de que haya existido una redistribución. Veámoslo así; si niñas y niños están en el colegio, están fuera del hogar, pero estando en casa, todo lo que había que hacer ahí adentro recayó mayoritariamente en las niñas.
En ese escenario, sin un profesor encima, con los padres trabajando, es muy probable que esas niñas hayan tomado más tareas del hogar y así bajaran su desempeño en la escuela.
A eso se le suma un factor muy importante, que es la autopercepción y autoconfianza. Todos los Simce y las mediciones internacionales han demostrado de manera consistente que las niñas tienden a tener una peor autopercepción en ciertos rubros, incluso cuando en los resultados se demuestra que les va igual de bien que a los niños. Frente a la pregunta si se consideran buenas en matemática, tienden a responder que no en mayor medida.
Es decir, las niñas al mismo nivel de puntaje, reportan ser menos capaces para las matemáticas que los niños, y esto es consistente a nivel internacional, no es solo en Chile.
En la pandemia, sin un profesor encima y con los padres trabajando, es muy probable que las niñas hayan tomado más tareas del hogar y así bajaran su desempeño en la escuela.
Hay estudios que demuestran que desde muy temprana edad niños y niños asocian ciertas asignaturas a ciertos géneros. ¿Eso puede determinar, en cierta medida, que estén mayormente motivados por ciertas áreas?
Uno como estudiante le pone más esfuerzo a lo que cree que le puede llegar a traer mejores resultados. Eso es algo totalmente racional y tiene sentido; si creemos que algo nos sale bien, le dedicamos más tiempo, y eso a su vez hace que nos vaya mejor. Es como un círculo virtuoso.
Pero si creemos que algo de entrada no nos sale, nos desmotivamos y efectivamente le dedicamos menos tiempo. Ante un escenario pandémico, entonces, en el que los niños ya estaban desmotivados en general, solos, estudiando desde la casa, muchas veces en ambientes hostiles y hogares con tensión, hace sentido que tal vez hayan dejado de atender a las asignaturas en las que pensaban que no eran tan capaces.
Eso también explica este fenómeno; si las niñas ya no se perciben buenas en ciertas áreas, es probable que en un contexto adverso, hayan dejado de atenderlas. Se trata de la autoconfianza y la motivación o desmotivación que viene de eso.
Y eso se mezcla con algo cultural y social que está arraigado desde una muy temprana edad. Se ve en estudios que además muestran que eso solo se va agudizando en la medida que las niñas crecen, por eso es fundamental atajarlo temprano.
Y que no se haya logrado, ¿qué implicancias tiene a futuro?
La entrega de estos resultados es preocupante porque se volvió a abrir la única brecha de género que habíamos logrado cerrar, la escolar, y si eso después se ve reflejado en cómo les va en la prueba de acceso a la educación superior y después en las carreras que eligen, entonces puede pasar que niñas talentosas en múltiples áreas solo se limiten a una.
Niñas a las que, por ejemplo, les gustaba la matemática o les iba bien, y que bajaron su puntaje por un contexto en el que fueron injustamente y desproporcionalmente afectadas, se vean limitadas y accedan a carreras en las que ganan la mitad. Es un efecto en cadena, como dijimos; porque puede haber una niña a la que le gustaba mucho la matemática pero entre la pandemia y la desmotivación, ya no se vea capaz y le empieza a ir mal y se ve privada de muchas cosas. De salarios más altos, de una diversidad de carreras, de la mayor empleabilidad que tienen las áreas STEM.
Y eso, a su vez, tiene consecuencias a nivel país, porque se precariza el futuro laboral de estas niñas y su eventual independencia económica y además se limita la diversidad dentro de los equipos de trabajo. Y bien sabemos que la diversidad solo aumenta la productividad y el bienestar. Si dejamos que los factores que abrieron la brecha se mantengan, vamos a seguir excluyendo a las niñas y vamos a perder talentos.
Para eso tenemos que preocuparnos de tener mentoras mujeres; aumentar los esfuerzos que se estén haciendo por tener profesoras de matemática en cursos de básica; hacer campañas de apoyo para que las jóvenes se sientan apoyadas en dar la prueba especializada y crear planes con enfoque de género.