La adolescencia no es compleja solo para los adolescentes, también lo es para los padres o cuidadores, quienes se enfrentan a toda la revolución hormonal y de desarrollo emocional que viven estos menores de edad que limitan, muchas veces de manera difusa, entre la infancia y la adultez.
Uno de los puntos más complejos es el de las libertades y los límites, pues mientras los jóvenes luchan por librarse de las jaulas impuestas por los adultos, estos últimos sienten que deben seguir protegiendo a estos niños, que quiéranlo o no, siguen siendo menores de edad bajo su tutela.
“Actualmente, se debate sobre el derecho de niños y adolescentes para concurrir a marchas u otro tipo de manifestaciones pacificas, y lo que me pregunto más ampliamente, es cuál es el límite del derecho de los padres a la hora de educar y autorizar a sus hijos para determinadas actividades”, escribía el jurista y periodista Agustín Squella a comienzos de julio en una carta publicada por el diario El Mercurio titulada El límite del derecho de los padres.
Esto, en un contexto en que a fines de mayo la Defensoría de la Niñez dio a conocer que el 55,5% de los niños, niñas y adolescentes ha participado en movilizaciones tras el estallido social. Meses antes, en marzo, y tras una jornada de manifestaciones que terminó con violencia y detenciones, la subsecretaria de la Niñez, Carol Bown, declaró que desde el estallido de octubre a dicha fecha se había aprehendido a 4.000 adolescentes.
Este debate da cuenta de una problemática que va mucho más allá de las manifestaciones sociales. Adolescentes y sus padres viven día a día una especie de tira y afloja, una dinámica especial en la que mientras los primeros piden más libertades, los últimos muchas veces luchan contra sus instintos básicos de proteger a quienes aún están en su cuidado. Por otro lado, tanto en el caso de las manifestaciones como en todo lo demás, esta ansiada libertad no sería completa si no estuviera asociada a una plena responsabilidad de sus actos, eximiendo a los cuidadores. ¿Cómo se maneja esta tensión?
“Lo mejor que pueden hacer los padres para vivir la adolescencia del hijo de la mejor manera posible, es forjar desde pequeños una relación de confianza y cercanía con ellos”, dice Teresita Vicuña (@ps.teresitavicuna), psicóloga clínica UC y terapeuta familiar y miembro del Instituto Chileno de Terapia Familiar. La especialista en adolescencia agrega: “Es saber conocerlos, no cerrarse a las realidades que viven y que los jóvenes sepan que cuentan con padres emocionalmente disponibles en esta y en toda etapa de desarrollo. Habiéndose formado un vínculo sano y cercano, se hace más posible que los padres confíen en sus hijos y de a poco los vayan soltando para que empiecen a tomar sus decisiones, siempre dentro de los límites que a los padres les parezca prudentes y necesarios”.
Según Teresita, cuando los padres son demasiado estrictos, sus hijos suelen acudir a las mentiras, empezando a vivir nuevas experiencias bajo el desconocimiento de sus cuidadores. Por otro lado, cuando los padres sueltan demasiado las riendas, pierden la noción de en qué están sus hijos, y aunque dan la impresión de ser papás y mamás “buena onda”, la realidad es que los están dejando solos, dando a los adolescentes una sensación de poca contención, la que a su vez puede llevar a la ansiedad.
Acompañando hacia la libertad
Hablar de dar libertad, pero a la vez de no soltar las riendas por completo, puede confundir a papás y mamás que están viviendo con un hijo o hija adolescente. Siendo más específica, y para aclarar estas dudas, Teresita recomienda a los padres saber en qué están sus hijos, cómo se compone su grupo de amigos, qué videojuegos usan, qué los motiva. “No solo con el afán de tener un poco de control sobre sus vidas, sino también para conectar con ellos de alguna manera”, explica la psicóloga.
Al mismo tiempo, recuerda que los adolescentes necesitan privacidad, lo que en tiempos actuales de cuarentena se intensificaría aún más. “Necesitan contar con un espacio propio, que se les pida permiso para entrar a sus piezas y abrirles sus cajones, y que se respete su intimidad. Al mismo tiempo, necesitan que sus padres estén disponibles para ellos, aunque eso signifique simplemente que estén ahí, que se preocupen de sus cosas, que sean presentes y preocupados de su desarrollo”.
¿Cómo se relaciona todo esto con la participación política y razonamiento ideológico de los adolescentes? La especialista enfatiza en que la adolescencia es una etapa de definiciones en la que los jóvenes transitan entre la infancia, etapa en la que las ideas de sus padres eran únicas y absolutas, a cuestionarlas para empezar a formar un criterio propio. Todo esto a partir de lo aprendido en la infancia, pero también incorporando las nuevas ideas que han ido desarrollando mediante la lectura y su vida social.
“Es muy común que los adolescentes dejen de tener las mismas creencias religiosas o políticas que los padres, o al menos es esperable que se las cuestionen”, dice Teresita, y explica: “Están viviendo un proceso de cambios desde los social, biológico, emocional y espiritual, por lo tanto es fundamental que los padres estén abiertos a tener conversaciones con ellos, que haya tolerancia para escucharse y entender que los jóvenes están formando su criterio”.
Lo fundamental, asegura la psicóloga, es que los padres no se alarmen ni molesten con las nuevas miradas que están cultivando sus hijos, sino que al contrario, estén siempre disponibles al diálogo y a escucharse, de tal forma que los jóvenes tengan la confianza de contarle sus cosas, y a la vez mayor receptividad a la hora de escuchar sus opiniones y consejos.