Claudia Yáñez se quedó en su casa el día del plebiscito. A diferencia de los más de 7 millones de chilenos que salieron a votar ese día, ella no pudo. “No alcancé: me faltaron 11 días para tener los 18”, cuenta con una risa nerviosa. Su familia y sus amigas, en cambio, fueron a marcar su papeleta para ser parte de lo que sería un día histórico. “Me dio mucha rabia e impotencia porque fueron 11 días que me separaron de participar de un proceso muy importante”, dice.

No pasó lo mismo el 18 de octubre. Como alumna del Liceo Carmela Carvajal y participante activa de organizaciones sociales, Claudia no se quedó de brazos cruzados y salió todos los días a la calle a protestar por lo que creía era justo. “Estuve muy involucrada en el estallido. Vivo en Santiago Centro, entonces era fácil ver lo que pasaba por aquí”, cuenta. Su compañera Catalina Jeldres (17), integrante de AMUJI Chile, también fue parte de la revuelta de octubre y participó en una de las intervenciones más recordadas de la fecha: las evasiones masivas del metro de Santiago. “Era emocionante y adrenalínico porque había toda una organización para no fallar. Es bueno atreverse a hacer esas cosas. Los jóvenes no tenemos miedo y eso nos ha ayudado a estar donde estamos”, reflexiona.

Catalina se sentía preparada para votar, pero, al igual que Claudia, tampoco cumplía con la edad legal para ejercer el derecho a sufragio. “Me dio pena no poder votar porque fui parte del inicio. Fuimos los jóvenes los que despertamos a Chile y si esto prendió, fue porque nosotros lo hicimos posible”, indica. Y es que apenas pasaron 28 días desde que comenzó el estallido hasta que se logró el denominado acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. Un consenso político que tiene a Chile actualmente discutiendo la creación de una nueva carta fundamental, pero esta vez sin la intervención de quienes hicieron posible este debate: los jóvenes del país.

En mayo de este año, la Defensoría de la Niñez entregó al Congreso un proyecto para rebajar la edad de votación y así permitir a los adolescentes mayores de 16 años participar de las distintas etapas del proceso constituyente. “Los secundarios fueron quienes gatillaron las movilizaciones sociales y desde ahí se les desconoció ese rol protagónico de manera evidente al no permitirles participar en esta instancia constitucional. Por eso esperamos que, en lo sucesivo y lo que queda de proceso, esto cambie”, sostiene la defensora de la Niñez, Patricia Muñoz.

La solicitud de la Defensoría no prosperó, a pesar de que existen algunos antecedentes internacionales en la materia. En la actualidad, por ejemplo, hay 11 países del mundo que han decidido disminuir la edad de votación para posibilitar el derecho a sufragio de los jóvenes, entre ellos, Alemania, Argentina y Brasil. Por otro lado, la Convención sobre los Derechos del Niño, suscrita por Chile en 1990, también entrega algunas luces. En ella, se establece el derecho a participación de los niños/as y adolescentes, una facultad que alude a la posibilidad de expresar sus opiniones e influir en los temas que los atañen directa e indirectamente.

Y es que los expertos y los organismos internacionales coinciden: una juventud activa e involucrada permite construir sociedades más democráticas. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo explica bien en su guía para mejorar la participación política de los adolescentes: “Eliminar las barreras existentes a la participación política de la juventud debe constituir un fin en sí mismo. Desde una perspectiva puramente pragmática, si los jóvenes tienen la percepción de que los procesos políticos formales no son accesibles y/o atractivos para ellos, esto puede dar forma a sus actitudes de por vida, con el potencial impacto negativo duradero en la cultura política del país”. Y además de contribuir en la formación de futuros ciudadanos, la participación también permite desarrollar otro tipo habilidades sociales. “Un niño/a que participa supone un proceso colectivo con otros, entonces se siente más integrando, aprende a escuchar, a tolerar diferencias, a identificar asimetrías de poder”, explica el psicólogo y coordinador del Programa de Estudios Interdisciplinarios en Infancias de la Universidad de Chile, Camilo Morales.

Claudia Yáñez intuye esa importancia y tiene claro su interés por ser parte de los procesos políticos del país. Por eso, en medio de las protestas del estallido social, se incorporó a Mi Voz Cuenta (@mivozcuenta2020), una alianza que hicieron varias organizaciones sociales (como América Solidaria, Defensoría de la Niñez, UNICEF) para apoyar la participación juvenil en las decisiones públicas. Desde ahí ha trabajado para no quedar fuera del proceso constituyente, aunque cuenta no ha sido tarea fácil. “Nos da impotencia que personas que tienen 16 o 17 años no puedan ser constituyentes, a pesar de tener una gran capacidad para representar a los jóvenes. Eso nos tiene preocupados, pero nos interesa estar. Queremos que las demandas y derechos de los niños/as y adolescentes sean escuchados y que nuestras visiones estén ahí”, afirma.

Las ganas de participar de Claudia reflejan el sentir de una generación. Así lo demuestra la encuesta L@s Niñ@s también Votan realizada por la ONG World Vision Chile, que reveló que a un 96% de los jóvenes, entre 14 y 17 años, le gustaría poder votar en las elecciones. Según sus organizadores, el interés de este grupo por las temáticas país ha ido en aumento. Ejemplo de ello es que en sondeos anteriores la participación rondaba apenas las 1.500 personas. Una cifra que se vio ampliamente sobrepasada con los más de 17.000 niños/as y adolescentes que contestaron el estudio este año.

El estallido social fue un gatillante no menor en el interés de los niños y jóvenes. Generó una alerta en la sociedad, fue algo potente, donde nadie quedó ajeno. Probablemente, abrió conversaciones en las familias que motivaron a los niños a levantar la mano también”, explica el director ejecutivo de Wold Vision Chile, Harry Grayde. A eso, hay que sumarle un factor clave: la existencia de redes sociales que han propiciado un verdadero caldo de cultivo para la proliferación de ideas políticas. “Los niños, niñas y adolescentes hace rato vienen con ganas de participar en la vida pública, en el debate, en lo socio-político y eso actualmente está más visible por la existencia de internet. No nos podemos olvidar de los pingüinos en 2006 o el movimiento estudiantil en 2011. Desde ese entonces, los jóvenes se han ido empoderando, pero ahora están más a la vanguardia por las redes sociales”, analiza la socióloga UC y directora del Centro de Estudios de Primera Infancia, Lorena Rivera.

Así, la era digital ha sido utilizada no solo como un espacio de entretención, sino también de creación e intervención en el debate público. Bien lo sabe Julieta Martínez (17), fundadora de Tremendas (@tremendascl), un colectivo de adolescentes que busca inspirar, colaborar y apoyar a jóvenes que quieren aportar en causas con impacto social. Desde la plataforma tampoco han querido quedar fuera de la conversación constitucional y han creado espacios de discusión para involucrarse en el proceso. Julieta cuenta que ve mucho interés en sus compañeras, pero tiene claro que hasta la fecha no existe ningún mecanismo institucional para garantizar la participación juvenil en el proceso constituyente. “Estamos conscientes que hay decisiones donde nuestra voz no está siendo escuchada. Todavía no se han visto alternativas por el miedo al cambio, la desconfianza y el estereotipo que existe en contra de los jóvenes. Pero nosotros hemos demostrado que estamos presentes y que queremos ser parte de un diálogo intergeneracional”, indica.

Los prejuicios y miedos de incorporar a los adolescentes en la construcción de la nueva hoja de ruta del país se relacionan con un fenómeno que ha sido altamente cuestionado por los expertos: el adultocentrismo. Un concepto que alude a la relación asimétrica y la dominación del mundo adulto hacia el espacio infanto-juvenil. “Nuestro país tiene una visión muy adultocéntrica: no ve a los niños/as y adolescentes como sujetos de expresión de ideas políticas y como personas que pueden decidir u opinar frente a temas que los afecten. Hay que entender que son sujetos de derecho y que se tiene que considerar su opinión. Visibilizarlos en lo que piensan, darles respuestas a sus necesidades y considerar su perspectiva que no tiene por qué ser la de los adultos”, explica la socióloga Lorena Rivera.

Quedarse afuera de una discusión tan importante como la que se va a desarrollar en el país en los próximos meses puede ser frustrante. Así lo siente Claudia Yáñez: “Ha pasado históricamente que generamos cambios reales, movilizamos las cosas, pero a la hora de toma decisiones nos dejan de lado”. También Catalina y Julieta notan lo mismo: las tres son conscientes que las definiciones que se tomen en la Convención Constitucional van a marcar el devenir socio-político del país. “Dejar fuera a los adolescentes significa no considerar las generaciones venideras. Ellos son los que van a convivir con una Constitución donde no participaron, sabiendo que era una instancia donde sí se podía relevar su voz. Se pierde una buena oportunidad de escuchar a todos los actores”, analiza Harry Grayde.

Pero no todo está perdido: aún quedan un par de meses para que la Convención comience a sesionar. Con esa fecha en mente, las jóvenes y organizaciones están trabajando para generar propuestas e incluir, de alguna manera, las voces de los niños/as y adolescentes en el debate. Las ideas para aquello son variadas. Algunos sugieren un trabajo en conjunto con los constituyentes interesados en la materia, otros apuntan a la creación de un consejo de juvenil que trabaje para la Convención y otros a que se rebaje la edad de votación para participar del plebiscito de salida.

Lo importante, según la Defensoría de la Niñez, es que la participación sea incidente. “Esa es la clave. No se tiene que decorar el entorno de los postulantes con jóvenes para la foto. Cuando se habla de participación, hacemos referencia a que se tenga en cuenta lo que niños, niñas y adolescentes se están planteando respecto a los asuntos que les afectan”, explica Patricia Muñoz, defensora de la Niñez. Así, vale la pena mirar lo que pasó en Escocia en el referéndum de independencia en 2014, donde se llamó a los jóvenes a participar mediante el voto desde los 16 años.

“Si van a quedar fuera o no es algo que está por verse. Los constituyentes tienen un gran desafío de incorporar mecanismos de participación vinculante de niños, niñas y adolescentes. Todavía existe un rango de tiempo para integrarlos en el plebiscito de salida o presentar un proyecto de ley en esa línea”, expone Camilo Morales. Por eso, la esperanza está a flor de piel.

La idea de poder conseguir algo, incorporarse a la conversación nacional y romper con el techo de cristal es lo que motiva a Claudia a seguir adelante. A pocos días de rendir la Prueba de Transición -ex PSU- y con más dudas que certezas respecto a su futuro, hay una definición que ella no abandona: la posibilidad de ser escuchada. “Tener menos edad no significa no tener opinión ni juicios. Vamos a seguir trabajando para conseguir asambleas o tener una postura como jóvenes, porque nosotros también somos parte de esta sociedad”, finaliza.